Al llegar a nuestro apartamento comprobamos que la
temperatura en la casa era muy elevada y
no éramos capaces de apagar el split. Se lo dijimos al portero y éste nos
explicó que hay una ley municipal que obliga a tener encendidas las
calefacciones desde octubre a mayo las veinticuatro horas del día. Le dijimos
que había más de veinte grados en la calle y que los rayos solares atravesaban
los vidrios de nuestras ventanas, a lo que él, siempre muy atento, nos propuso
dos soluciones: dejar la ventana abierta o: ¡poner en el split el aire
acondicionado! Nunca firmarán el protocolo de Kioto.
En la estación de metro de Grand Central Station había un
grupo tocando smoth jazz: impresionante. Era un saxofonista de rasgos
japoneses, acompañado de un batería, un teclado y un bajo. Todos ellos muy
buenos.
La primera noche a penas encontramos algún sitio donde
comprar algo de comida sana y que no fuera de comida rápida preparada. En esta
zona tan céntrica no hay tiendas de alimentación. Así que a grandes males,
grandes remedios: cogimos un metro hasta el spanish Harlem. Allí, entre músicas
de salsa, callejeamos un poco hasta dar con un gran supermercado donde todo el
mundo hablaba español.
Continuamos nuestra visita a la ciudad, ese día partiendo de
nuestro barrio: edificio Chrysler, Grand Central Station, rascacielos Daily
News, con el globo terráqueo, (el de The Globe donde trabajaba Superman),
edificios de Naciones Unidas y apartamentos Tudor. Por la tarde fuimos hacia la
Zona Cero, vimos las obras de las nuevas construcciones que se levantan allí,
el World Financial Center, con el edificio acristalado de Pelli, y las vistas
sobre la otra orilla del Hudson.
Desde nuestra ventana se ven un par de rascacielos muy
conocidos. El de la General Electric y el del Citygroup.
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