El último día en la zona de Filadelfia lo dedicamos a
visitar el museo de arte de la ciudad. Este museo no es famoso porque contenga
una colección enorme de pintura impresionista, ni por tener una representación
muy nutrida del arte modelo y posmoderno americano, ni por algunas joyas
barrocas, renacentistas y medievales de la pintura europea, incluida la
española y algún representante extremeño, como Zurbarán; nada de todo esto ha
hecho que sea muy conocido en EE.UU. el Art Museum of Philadelphia, lo que le
ha dado fama es la escena cumbre de la película Rocky en la que Sylvester
Stallone sube corriendo las escaleras de este magnífico edificio neoclásico,
(en el que los remates de los frontones está policromados con colores
brillantes), mientras suena la conocida música. En el museo se instaló una
escultura de Rocky pero con mucho sentido práctico tuvieron que sacarla fuera y
ponerla debajo de la escalera para que la gente no se tomara tantas molestias
sólo para ver al egregio actor.
Aparte de esto, también hay un museo Rodin, dedicado sólo al
escultor francés, pero ese no quisimos visitarlo por no cansar al personal ya
que en NYC hay muchos que ver.
Acabamos la mañana en el Oyster House (1516 Sansom Street, Philadelphia, PA 19102), magníficas
cervezas, ostras y mariscos para tapear en un ambiente único.
Por la noche preparamos las maletas para Nueva
York y después nos fuimos a cenar a un típico bar americano. Nuestro anfitrión
nos recomendó uno en el que las camareras llevaban un short muy bonito. Nuestras compañeras
dijeron que ese bar caía muy lejos, de modo que fuimos a otro. No obstante
todas las camareras eran muy guapas y simpáticas. El local era grande y tenía
un montón de pantallas de TV donde se podían ver partidos de baloncesto, de
football americano, de la NBA y esos aburridos partidos de baseball, incluyendo
los de los Phyllis locales. Cenamos hamburguesas, pero de esas especiales que
tienen una carne de vacuno muy bueno.
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