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lunes, 30 de abril de 2012

Una vieja fue a los baños: Rosenquist en el MoMA



Comentarios del MoMA a la pintura de Rosenquist F-111. 

James Rosenquist diseño su obra F-111, de 86 pies de longitud, para envolver las cuatro paredes de la Galería Leo Castelli, en el número 4 de la calle 77 de Manhattan. Empezó a pintarla en 1964, en medio de la turbulenta década marcada por la escalada de la Guerra del Vietnam. Financiado con los dólares de los impuestos de los ciudadanos, el avión bombardero F-111 fue desarrollado como el arma americana más novedosa, más tecnológicamente avanzada. En lugar de celebrar su poder militar, Rosenquist utilizó el avión como un símbolo de las implicaciones económicas de la guerra. En cuanto que volaba “a través del fuego cruzado de una sociedad de consumo”, explicó posteriormente,” el fuselaje puntiagudo del jet atraviesa imágenes superpuestas de productos comerciales y referencias a la guerra, tales como el secador de pelo con aspecto de bomba sostenido sobre la cabeza de una joven y el hongo atómico congelado tras una sombrilla de playa”. A través de esa generosa red de chocantes motivos visuales, que se extiende a lo largo de veintitrés paneles, F-111 pone en cuestión lo que el artista ha descrito como “la colisión entre las máquinas de muerte del Vietnam, el consumismo, los media y la publicidad”. Sus saltos de escala, con su sorprendente yuxtaposición de fragmentos de imágenes y su vívida paleta ejemplifican la singular contribución de Rosenquist  al Pop art en los Estados Unidos.
F-111 se presenta aquí de la misma manera en que lo hizo en su primera exhibición en 1965 en la Galería Castelli, añadiendo además el grupo de collages que el artista creó para la preparación de su monumental composición. Rosenquist conocía muy bien la pintura a gran escala: antes de convertirse en artista se ganó la vida como cartelista en Nueva York. Interesado en los fenómenos de la visión periférica, Rosenquist quería que la pintura creara un entorno en el que sumergirse para que aumentara la conciencia del espectador sobre su propia posición en el espacio. Solía citar precedentes de este afán en obras como Los Nenúfares de Claude Monet y las largas pinturas horizontales de artistas del Expresionismo Abstracto como Jackson Pollock y Barnett Newman. 

viernes, 27 de abril de 2012

A las siete y media de la mañana.


A las siete y media de la mañana, (minuto más o minuto menos), hago cima en la calle de El Obispo, (para ser precisos calle de El Obispo San Juan de Ribera), y entro en la plaza de España. Al entrar en la plaza me encuentro todos los días a una persona. Se trata de un jubilado que vive por la zona y que a esa hora está haciendo cola, él solito. Y digo haciendo cola porque sé, (que lo he visto muchas veces), que poco a poco se le irán juntando otros jubilados como él que se quedarán ahí, (tanto si llueve como si arrecia el frío), esperando a que hacia las ocho y cuarto (o y media) aparezca la furgoneta que trae los periódicos gratuitos y la muchacha  (o muchacho) que los reparte.  En la página del Ayuntamiento hay una cámara web de esa plaza que podría demostrarlo, aunque es verdad que hace tiempo que no funciona y nadie ha hecho nada por arreglarla.  
A mí este señor no me cae bien. No me cae bien porque tiene una costumbre que me desagrada mucho que es la de ir chillando por la calle. Entra en los bares y da cuatro voces, le chilla a todas las muchachas hermosas que conoce porque son nietas de las muchachas hermosas que conoció en el barrio cuando joven, le chilla al barrendero y a todo el que pase por ahí en ese momento. Increpa a los madridistas si ayer perdió el Madrid frente al Bayern de Munich y a los del Barça si la noche anterior fue eliminado por el Chelsea, le da igual.  Llegados a este punto, comprenderán que más que un vecino de la zona donde se encuentra mi oficina se trata de un vestigio del pasado.
Tal vez por eso no me cae bien: porque conozco ese pasado. Ese hombre se quedó anclado en los años del viejo régimen, como dicen los franceses, y su pervivencia, (la de aquel régimen no la de este pobre hombre), es algo que nos lastra como una losa que los españoles tenemos que seguir llevando. Hablo de un tiempo en el que la gente escupía por la calle y tiraba los papeles al suelo. Un tiempo en el que se cambiaba el aceite del coche en la calle y se tiraba el viejo a un imbornal. Un tiempo en el que, en verano, no se podía dormir porque la gente daba voces hasta casi el amanecer y en invierno el frío te lo impedía. Como dicen por ahí, ¡qué se puede esperar de un país que no duerme bien! Estoy hablando de un tiempo en el que los perros se cagaban en la calle.   
Ahora que lo pienso, ¿no será ese país al que nos quieren devolver ahora con tanto recorte?


jueves, 26 de abril de 2012

Camden, ciudad maldita.


Son varias las ideas que surgen en mi cabeza al pensar en la pobreza de Camden, cosas que no sé si han quedado claras en la entrada anterior.  Para empezar lo primero que me llamó la atención del caso es que nadie hablara de la bolsa de pobreza que supone la ciudad, por el contrario todo el mundo habla de la delincuencia y criminalidad que allí existen. En la propia Wikipedia en inglés al hablar sobre su declive se cita lo que sigue, lo que nos puede dar una idea de esa contradicción:
Después de años de crecimiento económico e industrial, la ciudad de Camden se enfrenta a una época en la que aumentan la delincuencia y el deterioro”.
Imagino que se referirá al deterioro social, ¿o sólo al económico? A continuación nos da una de las claves de la situación. Después de haber sido el astillero más grande del mundo durante la época de la II Guerra Mundial sucede lo siguiente:
El 6 de septiembre de 1949, el asesino de masas Howard Unruh realizó una matanza en su barrio de Camden en la que murieron trece personas. Unruh, que fue condenado y posteriormente confinado en un centro psiquiátrico del Estado murió el 19 de octubre de 2009”.
Ahí está el principio del fin. Lo que le pasa a la ciudad está producido por un deterioro social que inicia el loco Unruh. Pero no es eso lo peor:
El Camden 28 fue un grupo de la “izquierda católica”, activistas anti-Vietnam que en 1971 plantearon y ejecutaron (sic) un boicot al reclutamiento obligatorio de tropas que dio lugar a un famoso juicio contra los activistas que fue visto como un referéndum sobre la propia guerra de Vietnam, juicio en el que 17 de los acusados fueron absueltos por un jurado a pesar de haber admitido participar en la acción”. Realmente peligrosos estos católicos.Después de ese crimen horrendo era inevitable que la ira divina se cerniera sobre la pecadora ciudad. Pero los crímenes no cesaron:
En 1996, la gobernadora de Nueva Jersey, Christine Todd Witman, cacheó (en una redada acompañando a las tropas policiales) a Sherron Rolax, un joven afroamericano de 16 años, suceso que fue capturado en una fotografía infame (sic). Rolax alegó que sus derechos civiles habían sido violados y demandó al estado de Nueva Jersey”. 
En este caso, ciudadanos de Camden fueron las víctimas y no los criminales, pero claro, cometieron el grave pecado de sacar una foto a una prometedora gobernadora republicana en una situación comprometida. ¿Qué haría la egregia política cacheando muchachos afroamericanos con la policía local?
Acaba aquí la relación de hechos que, bajo el epígrafe de “Declive”, explican por qué la ciudad que fuera famoso centro industrial terminó convirtiéndose en lo que es hoy.  Es cierto que también se menciona la construcción de autopistas y, por supuesto, los enfrentamientos raciales, que están implícitos en los acontecimientos anteriores.  En cuanto a la construcción de autopistas, parece como si hubieran querido cargarse la ciudad o como si pensaran que la ciudad ya no existe: de hecho desaparecieron RCA Victor, la fábrica de sopas Campbel y, sobretodo, los astilleros, así que lo que queda allí no son más que “productos residuales” para los planificadores neoconservadores, si es que ambas palabras admiten ir juntas.

Hemos encontrado en la red la infame fotografía en la que se ve a la gobernadora metiendole mano al pobre muchacho:



 Sherron Rolax murió en el 2008 en un tiroteo a los 28 años de edad.

miércoles, 25 de abril de 2012

Una vieja fue a los baños: Camden.

Mi amigo bloguero Félix Portillo que tiene un blog sobre Madrigal de las Altas Torres, (en el que por cierto hace ya un año que no nos regala ningún artículo), me solía decir cuando yo volvía de un viaje un dicho de su pueblo: una vieja fue a los baños y tuvo para contar cien años. El dicho tiene su gracia y hace justicia a la verdad, así que los comentarios sobre las experiencias de nuestro reciente viaje las titularemos así. 












NOTA. Las fotos de esta entrada están sacadas de la red, nuestros amigos no nos llevaron a Camden.

Cerca del idílico barrio residencial donde la generosidad de los amigos nos alojó en N.J. está la ciudad de Camden que posee el dudoso mérito de ser la segunda ciudad más peligrosa de los Estados Unidos. No quiero ni pensar cómo será la primera. Hace poco el New York Times titulaba: “las fuerzas policiales reducidas casi a la mitad, Camden sufre el golpe”. Y añadía:

CAMDEN, Nueva Jersey – Desde que el ayuntamiento despidió a casi la mitad de su fuerza policial en enero, el alcalde y el jefe de la policía han tratado de mantener una actitud positiva, el jefe de la policía incluso sugirió que con sus actuales fuerzas, más agiles, la ciudad será un modelo para otras en circunstancias similares.

No quisiera que nuestros políticos leyeran esto porque podrían aprender aún más sobre cómo hacernos tragar recortes. Afortunadamente los políticos no leen esto. Casi podría decir que no lo lee nadie, pero este no es el tema.

Camden por lo tanto es una ciudad muy insegura y de la que se habla mucho en el país, la reducción de efectivos ha levantado las críticas de los conservadores,  pero lo que nadie dice es que Camden era el barrio industrial de Filadelfia y que estaba lleno de fábricas, por lo visto, de las industrias navales. Allí se creo la compañía RCA Victor, que los aficionados a la música hemos conocido de siempre. También se creó allí la empresa que fabricaba las sopas Campell, famosas por los botes de Warhol y tuvo el primer auto cine de los Estados Unidos. También fue cuna de Walt Whitman, que está allí enterrado.

En Camden se fabricaron muchos barcos para el glorioso ejército salvador de la II Guerra Mundial. Llegó a ser ¡el mayor astillero del mundo! Los recortes habidos en toda la industria naval en los ochenta, (como conocen bien aquí en El Ferrol, en Cádiz o en Cartagena), fueron  traumáticos porque llevaron a una gran cantidad de trabajadores al paro, pero finalmente la reconversión naval se llevó a la práctica y en alguna medida sus efectos negativos fueron mitigados. En la muy liberal economía americana aquellas fábricas cerraron y el gobierno impuso paz y después gloria, aunque la cosa no salió así de pacífica. Pero eso parece que no le preocupa a nadie porque las cosas en la economía son como son y el que no sale adelante es porque no se lo merece, según la teoría "neocon".

Hoy de Camden se habla en las páginas de delincuencia del NYT no en las de economía, en estas últimas no hay nada relevante que decir sobre la ciudad.¿Es que no hay una relación  entre ambas?

martes, 24 de abril de 2012

Cotidiano

Si te quieres tomar un café te vas a un Starbucks donde te dan medio litro de aguachirri en un baso de plástico y te puedes pasear por la ciudad con esa impedimenta, coger el metro y hasta el autobús, pues lleva una tapa de plástico que impide que mojes al vecino. Si tienes hambre puedes elegir entre tomarte una hamburguesa en Burguer King o en McDonalds, un trozo de pollo de KFC según la fórmula del Coronel Sanders, (Kentucky Fried Chicken),  una pizza, un bocadillito o un donut en Dunkin Donuts.

Cuando aquí se fumaba en todas partes ellos lo hacían sólo en la calle, a la puerta de las oficinas. Ahora que lo hacemos nosotros así ellos ya no fuman ni en la calle. Tampoco se ve beber. Beber en la calle está prohibido, aunque todo el mundo va haciendo sus comidas por las aceras y el metro. En el coche no puedes llevar alcohol si no es en el maletero y envuelto en bolsas, pues de lo contrario podrían pensar que vas bebiendo y detenerte. Lo venden en sitios específicos, fuera de los supermercados. En New Jersey nos pedían un carnet para demostrar la mayoría de edad aunque hayas superado con creces el medio siglo.  Es decir, beber no está prohibido pero te ponen todas las trabas que pueden, de manera que está dejando de ser un hábito cultural. Lo sirven en los restaurantes y el domingo vimos un hombre tirado en la acera y también el sábado por la tarde a dos chicas en el metro que iban como una moto, pero en general, consumir alcohol es algo reservado a la intimidad.  Y mal visto.
De igual modo está mal visto comer bien. Sólo algunos presumidos neoyorquinos lo hacen y lo disfrutan. Si quieres algo más allá de comer por la calle vas a un sitio de hamburguesas, un típico restaurante con muchas pantallas de televisión donde ponen en directo los partidos de baseball, baloncesto, futbol, hockey e incluso, fútbol europeo (soccer), y unas simpáticas jovencitas te traen cocacolas con la comida. En casa no se come, por lo visto.



lunes, 23 de abril de 2012

Depresión postvacacional


Hoy el mundo está un poco más en orden: parece que nadie quiere saber de mí y yo no quiero contar nada.

miércoles, 18 de abril de 2012

Cuaderno de viaje a U.S.A.: Últimos cartuchos.

Después de una noche de jazz nos levantamos y nos fuimos al Lincoln Center para ver el ensayo general de la New York Philarmonic Orchestra, en esta ocasión dirigida por el joven director holandés Jaap van Zweden, que interpretaron la Primera sinfonía de Mahler y el Tercer concierto para Piano de Prokofiev con la joven solista china Yuja Wang. Fue un ensayo en el que la orquesta sonó magnífica y, aunque el director se entretuvo en matizar ciertas partes de la interpretación con los músicos, tocaron los cuatro movimientos completos y sin interrupción llegando a emocionarnos con su espléndido sonido. Aprovechando el evento recorrimos los edificios que forman el Lincoln Center, como el Metropolitan Opera Hause, The Juilliard School of Music, The New York Public Library for the Performing Arts y otros. Después vimos la Columbia University, recorrimos el campus y visitamos la zona hasta Harlem. Por la tarde fuimos a hacernos fotos ante los letreros luminosos de Times Square, recorrimos un poco de Broadway contemplando los teatros de los musicales, tomamos un café europeo y terminamos cogiendo un metro a Greenwich Village. Dimos un agradable paseo por el barrio que conserva calles con mucho sabor bohemio, nos entretuvimos en alguna plaza y acabamos bajando hasta Wall Street, la Bolsa, el Federall Hall y demás edificios, bien rodeados de policías para proteger al capitalismo especulativo.

sábado, 14 de abril de 2012

Cuaderno de viaje a U.S.A.: Lugares míticos.


Si el martes fuimos al MoMA, el miércoles hicimos lo propio con el Guggenheim. Aquí el contenedor (el museo) tiene aún más interés que el contenido (la obra). El edificio es, como sabéis, una de las obras maestras del arquitecto Frank Lloyd Wright. La colección incluye también en este caso impresionistas franceses, Picasso, Matisse, Modigliani, Kandinsky y tantos y tantos maestros del modernismo pictórico. Pero además, en la espiral que se recorre al ir subiendo en círculos el edificio, pudimos ver una exposición de esculturas de chatarra del recién desaparecido John Chamberlain. Es interesante la forma en que este artista realizó un camino similar al del “expresionismo abstracto” pero utilizando materiales de reciclaje, que incluyen la chatarra de coches en grandes obras, pero también materiales como el papel, el cartón y otros en esculturas más pequeñas. Todo ello relacionado con el pop, por utilizar materiales de uso común y con el “arte conceptual” por cuanto que supone una reflexión sobre nuestro tiempo de consumo y derroche de materias primas.
Antes del museo pasamos por la tienda de accesorios de cocina de Williams Sonoma, que recomienda Elvira Lindo en su libro sobre sus sitios de la ciudad.
Dando un nuevo paseo por el gran “reservoi” del Central Park, nos llamaron nuestros amigos, nuestros generosos anfitriones de la semana anterior que volvían de Boston y con los que comimos aquel día.
Por la noche fuimos al Village Vanguard, un local mítico en mi memoria musical, el local donde habían grabado sus mejores discos en directo músicos de jazz de la talla de John Coltrane, Bill Evans, Art Blakey y los Jazz Messengers, y tantos y tantos otros músicos geniales. En mi recuerdo el local era tan grande en lo musical que cuando lo vimos en realidad nos pareció muy pequeño. Según reza un cartel de seguridad el aforo es de 123 personas y, efectivamente, aquello tendrá poco más de 100 m2. Un pequeño bar, situado en un sótano, al que se accede por una larga escalera de un solo tramo que incumpliría varias normas de seguridad en España. Sin embargo los músicos que allí tocan siguen teniendo buen nivel y el sonido es bueno. En un pequeño local así es donde se puede escuchar bien esta música. Si no fuera porque te sirven una copa, (que por cierto cobran aparte), el ambiente sería tan concentrado como el de una sala de conciertos (de cámara). Para disfrutar de una actuación es conveniente llevar hecha la reserva desde casa por internet si no quieres quedarte sin sitio. Pasamos un buen rato.


viernes, 13 de abril de 2012

Cuaderno de viaje de U.S.A.: el MoMA y la Estatua de la Libertad.


El martes fuimos a la Quinta Avenida. Recorrimos el tramo que va de San Patricio hasta Tiffanys. Adosado a la famosa joyería está el edificio Trump, con un magnífico hall con tiendas, cafeterías y libros del famoso mago de las finanzas donde explica cómo hacerse rico al tiempo que se enriquece un poco más con dichos libros. También está el edificio Sony, muy postmoderno, de los ochenta, y algunas tiendas en las que la gente hace largas colas para entrar, como las que vimos en la Praga postcomunista. Lo mismo que sucedía con el comunismo sucede ahora con el consumismo. La gente está bien adoctrinada.
En la calle 53 está el MoMA. La visita al museo es muy agradable. No sólo por las muchas obras de arte que atesora, también por el edificio, lleno de espacios abiertos y agradables contrastes que hacen la visita más relajada y facilita que se disfrute de las obras de arte. El jardín de las estatuas es un lugar muy adecuado para disfrutarlas. Además de pintura, tiene fotografías, arquitectura, diseño industrial y arte de las últimas vanguardias. Vimos la exposición de Cindy Sherman, esa que a Antonio Muñoz Molina no le hizo mucha gracia. A mí, por el contrario, me pareció que estaba bien. Trata de las formas en que la apariencia sirve para crear una identidad y como esas entidades son asumidas como bases firmes que nos explican las personas. Se trata de fotografías en las que Cindy Sherman, la propia artista, aparece como una señora francesa de la alta sociedad, como una chiquilla loca, como una señora demacrada, como una ejecutiva de éxito, etc.
Salimos contentos del museo. Por la tarde fuimos a embarcarnos al ferry que sale del extremo sur de Manhattan. Pasamos junto a la isla de Ellis, cerca de la Estatua de la Libertad y disfrutamos de unas magníficas vistas de Nueva York.


jueves, 12 de abril de 2012

Cuaderno de viaje a U.S.A.: Lunes.


 El lunes dimos un paseo por el barrio. Park Avenue y la Quinta. Vimos la catedral de San Patricio, el Rockefeller Center y algunos edificios significativos hasta llegar al Empire State Building. Echamos el resto de la mañana en subir a la planta 86. No es que haya una cola muy grande, lo que pasa es que hay muchas colas. Lo han hecho muy bien para evitar que una gran cola de gente te haga desistir de pagar los 23 dólares que te exigen para gozar de sus vistas. En algún momento pensé que no merecía la pena pero al final los sacrificios compensan. Subes en un ascensor que tarda menos de un minuto en ascender los 80 primeros pisos y cuando llegas arriba hay una sala acristalada que te permite ver todo Manhattan sin salir fuera, porque a esa altura el aire sopla fuerte, pero sales fuera porque un fotógrafo de raza no se puede quedar sin hacer esas tomas y hay una alta barandilla de acero que te las estropea. Ha merecido la pena salir. Incluso te atreves a mirar hacia abajo y ves los taxis amarillos como hormiguitas y tienes todo Manhattan y algo más al alcance de tu vista.
Después de comer nos fuimos a Central Park. Pasamos por los apartamentos Dakota, donde estuvo la casa de John Lennon y por el lugar donde lo asesinaron, que es un sector del parque  que ahora se llama Strawberry fields. Dimos un buen paseo por el parque, aunque no lo recorrimos todo y nos fuimos a llenar la despensa a nuestro proveedor oficial del Harlem latino. Me confundí en una estación y, como en la novela de “La hoguera de las vanidades”, nos metimos sin querer en una estación del Bronx a las nueve de la noche. He de decir que todo el metro de NYC, a pesar de ser el medio de transporte que usa casi todo el mundo, sólo se puede definir como extremadamente cutre. Me tengo que retrotraer a mi más tierna infancia, a finales de los años sesenta del siglo pasado, para recordar estaciones como éstas. Los trenes hacen un ruido ensordecedor y todo está sucio y desarreglado. Pues bien, no creo que los países del Tercer Mundo tengan estaciones de metro como la primera del Bronx que visitamos por equivocación. No está para que la usen personas.


Cuaderno de viaje a U.S.A.: Domingo de Pascua. Happy Easter.


Habíamos visto en las guías que señalaban una iglesia en Harlem donde recibían bien a los turistas y se podía presenciar la misa con sus cánticos góspel. Cuando llegamos el domingo a la hora recomendada nos encontramos con un nutrido grupo de españoles que habían hecho lo mismo que nosotros. Una chica que entendía bien el inglés, (debía residir en Nueva York porque su pareja era americano), nos dijo que por tratarse de la misa de Pascua no había ya sitio para entrar. Nos fuimos a otra y luego a otra y recorrimos varias iglesias evangélicas o episcopalianas hasta dar con una que ocupaba un antiguo teatro y que nos recibió. La misa es una amalgama de situaciones que incluyen lecturas bíblicas, animados sermones del reverendo y, lo que a nosotros nos interesaba, música y animados canticos gospel. A los turistas nos metieron en la platea, mientras que la congregación, todos ellos afroamericanos, se sentaban en el patio de butacas. En un momento de la ceremonia, que dura más de dos horas y durante la cual la gente entra y sale y se toma una hamburguesa o se fuma un cigarro, preguntaron cuantos españoles estábamos y levantamos la mano casi toda la platea. Luego había unos pocos italianos y algunos franceses, todos nosotros pertenecientes a países de tradición católica.
Como era domingo, a medio día nos tomamos un buen descanso, con siesta y todo después de comer. Por la tarde nos fuimos a dar una vuelta a la Little Italy, el barrio de los italianos, que hace mucho que se dispersaron por todo Manhattan y que ha sido ocupado por los orientales del Chinatawn. Little Italy es una calle de restaurantes italianos para turistas: Mulberry. Cenamos pasta.  


miércoles, 11 de abril de 2012

Cuaderno de viaje a U.S.A.: Visita al barrio.


Al llegar a nuestro apartamento comprobamos que la temperatura en la casa era muy elevada  y no éramos capaces de apagar el split. Se lo dijimos al portero y éste nos explicó que hay una ley municipal que obliga a tener encendidas las calefacciones desde octubre a mayo las veinticuatro horas del día. Le dijimos que había más de veinte grados en la calle y que los rayos solares atravesaban los vidrios de nuestras ventanas, a lo que él, siempre muy atento, nos propuso dos soluciones: dejar la ventana abierta o: ¡poner en el split el aire acondicionado! Nunca firmarán el protocolo de Kioto.
En la estación de metro de Grand Central Station había un grupo tocando smoth jazz: impresionante. Era un saxofonista de rasgos japoneses, acompañado de un batería, un teclado y un bajo. Todos ellos muy buenos.
La primera noche a penas encontramos algún sitio donde comprar algo de comida sana y que no fuera de comida rápida preparada. En esta zona tan céntrica no hay tiendas de alimentación. Así que a grandes males, grandes remedios: cogimos un metro hasta el spanish Harlem. Allí, entre músicas de salsa, callejeamos un poco hasta dar con un gran supermercado donde todo el mundo hablaba español.
Continuamos nuestra visita a la ciudad, ese día partiendo de nuestro barrio: edificio Chrysler, Grand Central Station, rascacielos Daily News, con el globo terráqueo, (el de The Globe donde trabajaba Superman), edificios de Naciones Unidas y apartamentos Tudor. Por la tarde fuimos hacia la Zona Cero, vimos las obras de las nuevas construcciones que se levantan allí, el World Financial Center, con el edificio acristalado de Pelli, y las vistas sobre la otra orilla del Hudson.
Desde nuestra ventana se ven un par de rascacielos muy conocidos. El de la General Electric y el del Citygroup.



lunes, 9 de abril de 2012

Cuaderno de viaje a U.S.A.: New York, New York


El viernes viajamos de New Jersey a Nueva York en un tren local. Llegamos a Manhattan a través de la Penn Station. Subimos por la Séptima Avenida hasta Times Square donde tomamos el metro. El billete semanal de metro y autobús de la MTA es una de las cosas más baratas que se pueden comprar en la ciudad: veintinueve dólares. Fuimos hasta la calle 48 y tomamos posesión del apartamento que habíamos alquilado: un apartamento precioso con una decoración “minimal”, muy bien amueblado.
Después fuimos a la Grand Central Station, con un vestíbulo magnífico que es una de las construcciones más hermosas de la ciudad. Es algo que no hay que perdérselo.
Por la tarde fuimos en metro a Brooklyn y bajamos al parque que hay a los pies del puente para disfrutar de las vistas de la ciudad de los rascacielos. A continuación cogimos el pasaje peatonal que tiene el puente de Brooklyn e hicimos todo el recorrido que va acercándose a la ciudad. Llegamos a la plaza del ayuntamiento y desde ahí nos volvimos.
Como algún maledicente anda sentando por ahí la falsedad de que en realidad no estamos en Nueva York y que donde estamos es en casita, aquí dejo una prueba irrefutable que muestra la presencia de mis acompañantes en la gran manzana.

 

Cuaderno de viaje a U.S.A.: Museos de Filadelfia


El último día en la zona de Filadelfia lo dedicamos a visitar el museo de arte de la ciudad. Este museo no es famoso porque contenga una colección enorme de pintura impresionista, ni por tener una representación muy nutrida del arte modelo y posmoderno americano, ni por algunas joyas barrocas, renacentistas y medievales de la pintura europea, incluida la española y algún representante extremeño, como Zurbarán; nada de todo esto ha hecho que sea muy conocido en EE.UU. el Art Museum of Philadelphia, lo que le ha dado fama es la escena cumbre de la película Rocky en la que Sylvester Stallone sube corriendo las escaleras de este magnífico edificio neoclásico, (en el que los remates de los frontones está policromados con colores brillantes), mientras suena la conocida música. En el museo se instaló una escultura de Rocky pero con mucho sentido práctico tuvieron que sacarla fuera y ponerla debajo de la escalera para que la gente no se tomara tantas molestias sólo para ver al egregio actor.
Aparte de esto, también hay un museo Rodin, dedicado sólo al escultor francés, pero ese no quisimos visitarlo por no cansar al personal ya que en NYC hay muchos que ver.
Acabamos la mañana en el Oyster House (1516 Sansom Street, Philadelphia, PA 19102), magníficas cervezas, ostras y mariscos para tapear en un ambiente único.
Por  la noche preparamos las maletas para Nueva York y después nos fuimos a cenar a un típico bar americano. Nuestro anfitrión nos recomendó uno en el que las camareras llevaban  un short muy bonito. Nuestras compañeras dijeron que ese bar caía muy lejos, de modo que fuimos a otro. No obstante todas las camareras eran muy guapas y simpáticas. El local era grande y tenía un montón de pantallas de TV donde se podían ver partidos de baloncesto, de football americano, de la NBA y esos aburridos partidos de baseball, incluyendo los de los Phyllis locales. Cenamos hamburguesas, pero de esas especiales que tienen una carne de vacuno muy bueno. 

viernes, 6 de abril de 2012

Cuaderno de viaje a U.S.A. IX: Haddonfield.


La visita a la pequeña población de Haddonfield nos permite conocer un auténtico pueblo americano, con su ayuntamiento de construcción clasicista, sus casitas de estilo colonial, sus iglesias de diferentes confesiones y para mi sorpresa un enorme edificio con un cartel en su puerta que dice: “salón de la masonería”.
Me encanta este pueblo que tiene una barbería antigua con un tubo con los colores rojo, blanco y azul en la puerta y unos sillones de mimbre de toda la vida y a la que no me acerco a fotografiarla porque me da vergüenza.  De hecho, según fotografío una enorme casa colonial muy decorada, el conductor de una furgoneta me increpa con una frase que no entiendo, aunque percibo un tono de broma o de sarcasmo.
Pasan los autobuses escolares. Aquí todos los autobuses escolares son de color amarillo y con ese diseño antiguo tan conocido, son los únicos que circulan porque, como ya he dicho, apenas hay transporte público y los niños son los únicos que no pueden conducir.
Hay una tienda de antigüedades en la que compramos una máscara africana y algunos anillos antiguos y un bar típico, con decoración de los años sesenta, (no una imitación vintage sino que lo conservan así desde entonces), donde la gente como pizzas. Es curioso ver a hombres muy mayores comiendo pizzas, hot dogs y hamburguer, cosas que en España son muy propias de niños. 


jueves, 5 de abril de 2012

Cuaderno de viaje a U.S.A. VIII: Princeton, la Universidad.


Princeton es una localidad tranquila y muy antigua, una hermosa ciudad del Este, que tiene una conocida Universidad muy agradable que recuerdan, (la ciudad y la universidad), a las de Inglaterra, como esos college donde estudiaba Harry Potter.
La universidad de Princeton es una de las seis mejores del mundo. Aquí enseñó, por ejemplo, Einstein o los matemáticos George Dantzig y John Nash, (véase la wikipedia). Los edificios donde se alojan los estudiantes, los colleges y las dependencias son magníficos, en estilo victoriano, aunque algo falso, pues buscan más lo pintoresco que lo auténtico.
Sin embargo, hay una parte moderna donde destaca una biblioteca obra de Frank Gehry, (el del Guggenheim de Bilbao) y en un lateral una de esas inmensas esculturas a base de chapas de acero de Richard Serra. 



miércoles, 4 de abril de 2012

Cuaderno de viaje a U.S.A. VII: compras


Si honrar a los héroes es la liturgia habitual aquí, adorar a Dios es, en nuestros tiempos, adorar al dios del consumo. El lunes lo dedicamos a ir de compras. No es que aquí las cosas sean baratas, es que las marcas americanas salen mejor de precio y sobre todo en los outlet pagan pocos impuestos por lo que salen más baratos. Pero claro, pagar pocos impuestos tiene la contrapartida de que los servicios públicos son deficientes, o por decirlo de otra manera, a veces son sencillos. Por ejemplo, en los suburbios, por donde están estos comercios, las carreteras están mal asfaltadas. Por otro lado, las líneas eléctricas van por las calles colgadas de palos de madera o tubos de acero y los semáforos también. Todo está lleno de publicidad y al final el resultado no es el propio de un buen diseño, ni minimalista.  


Cuaderno de viaje a U.S.A. VI: El cementerio de los héroes


Vamos a decirlo ya claramente: no entiendo la mentalidad de los norteamericanos actuales. Bueno, tal vez sí. He leído un libro, del que ya hablaré un día de estos, sobre la formación del espíritu imperial que llevó a cabo Augusto en la Roma de hace más de dos mil años. Para los americanos su país es lo último a lo que puede aspirar un ser humano, no puede haber nada mejor que su país. Aquí muchos coches llevan una pegatina que es un lazo de distintos colores que sirve para manifestar su apoyo a las tropas americanas:” Support our troups” es lo que dice. En las casas unifamiliares, en los concesionarios de coches, en las oficinas bancarias y no sólo en los lugares públicos te encuentras continuamente enormes banderas de barras y estrellas, como en una obsesión. La gente lleva en las camisetas mensajes de ese tenor ¿Qué pensaríamos de un país de Europa en el que todo el mundo, de cualquier edad y condición social, dedicara el día del domingo a pasarlo en un cementerio honrando la memoria de todos los héroes que han dado su vida por la adorada patria? Uno sólo se puede imaginar eso en el Tercer Reich de los años treinta o en la Unión Soviética anterior a la caída del muro de Berlín.
Nuestros anfitriones nos propusieron la visita al cementerio de Arlington y aceptamos porque ellos querían ir pero también porque podía ser interesante conocer directamente estas cosas. Visitamos la tumba de JFK, abarrotada de gente, el monumento a Iwo Jiwa, en realidad un homenaje a todos los marines desde el 1776 hasta las últimas guerras del petróleo; fuimos al monumento al soldado desconocido que en realidad es un auditorio cuyo diseño es el de un templo grecorromano y donde pudimos ver el cambio de guardia y un homenaje que a mí me pareció el reconocimiento oficial a los últimos huérfanos de esa semana, pero los que saben más inglés me dijeron que era simplemente una ofrenda que los estudiantes de un instituto realizaban a todos los caídos por la patria. Una cosa normal, vamos: lo que hace cualquier joven un fin de semana.