El martes fuimos a la Quinta
Avenida. Recorrimos el tramo que va de San Patricio hasta Tiffanys. Adosado a
la famosa joyería está el edificio Trump, con un magnífico hall con tiendas,
cafeterías y libros del famoso mago de las finanzas donde explica cómo hacerse
rico al tiempo que se enriquece un poco más con dichos libros. También está el
edificio Sony, muy postmoderno, de los ochenta, y algunas tiendas en las que la
gente hace largas colas para entrar, como las que vimos en la Praga
postcomunista. Lo mismo que sucedía con el comunismo sucede ahora con el
consumismo. La gente está bien adoctrinada.
En la calle 53 está el MoMA. La visita
al museo es muy agradable. No sólo por las muchas obras de arte que atesora,
también por el edificio, lleno de espacios abiertos y agradables contrastes que
hacen la visita más relajada y facilita que se disfrute de las obras de arte.
El jardín de las estatuas es un lugar muy adecuado para disfrutarlas. Además de
pintura, tiene fotografías, arquitectura, diseño industrial y arte de las
últimas vanguardias. Vimos la exposición de Cindy Sherman, esa que a Antonio
Muñoz Molina no le hizo mucha gracia. A mí, por el contrario, me pareció que
estaba bien. Trata de las formas en que la apariencia sirve para crear una
identidad y como esas entidades son asumidas como bases firmes que nos explican
las personas. Se trata de fotografías en las que Cindy Sherman, la propia
artista, aparece como una señora francesa de la alta sociedad, como una
chiquilla loca, como una señora demacrada, como una ejecutiva de éxito, etc.
Salimos contentos del museo. Por
la tarde fuimos a embarcarnos al ferry que sale del extremo sur de Manhattan.
Pasamos junto a la isla de Ellis, cerca de la Estatua de la Libertad y
disfrutamos de unas magníficas vistas de Nueva York.
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