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miércoles, 27 de marzo de 2013
lunes, 25 de marzo de 2013
Cifuentes, la maledicente.
La Delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes,
vincula a la plataforma contra los desahucios con “grupos filoetarras”.
Por ese motivo, este blog de “todas las cosas” vincula a la
Delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, con Joseph Goebbels y el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei por su
manifiesta manipulación de la realidad política con la aviesa intención de
perjudicar a partidos y organizaciones que no se plieguen al discurso
instituido por el Gobierno de la Nación y el partido que lo sustenta, sin
ningún reparo por manipular la verdad y sembrar dudas en la credibilidad de las
personas que pudieran albergar formas de pensar diferentes de la suya.
Denunciamos por ello este pensamiento que se ha comprabado históricamente que tiende a instaurar una dictadura nacionalista o nacionalsocialista bajo determinadas condiciones.martes, 19 de marzo de 2013
El gato y el ratón.
Como decíamos ayer… Hablábamos en nuestra anterior entrada sobre
la polémica creada por Antonio Muñoz Molina al afirmar que el único
intelectual que quedó en la España de la post-transición fue El Roto. Pues
bien, hay que reconocer que en el grupo de los que fueron críticos con la “ejemplar transición” se
encontraban también otros, entre ellos la revista “Le Monde Diplomatique” que publicada en Francia daba
voz en español a esa parte de la izquierda derrotada que fue la del exilio.
Derrotada porque venían de una derrota vil, la del fascismo sobre la República
Española, y derrotada porque después de cuarenta años de separación con la
patria se produjo un gran divorcio con la sociedad española, cosa que aprovechó la
izquierda “del interior” para quitársela de encima. Ignacio Ramonet, incansable
director de la publicación, representa a esa izquierda que se opuso al
franquismo y también a la tibia transición democrática.
Entramos hoy en la revista y
leemos esto:
“Un país endeudado y sometido
a los dictados de organismos financieros internacionales; con una clase
política mediocre, corroída por la corrupción y detestada por la opinión
pública; una desconfianza general hacia las instituciones; un Estado
desprovisto de soberanía monetaria; con un sistema bancario estafador y ladrón;
un paro masivo; una infame ley de hipotecas y miles de desahucios...”
Pensamos: ¡qué retrato más
despiadado de nuestra actualidad! Pues no, se pregunta Ramonet: “¿Hablamos de
la España de hoy?” Y su respuesta es: “No, del Ecuador de antes de 2006, de
antes de la “revolución ciudadana” impulsada por Rafael Correa, brillantemente
reelegido presidente el pasado 17 de febrero”.
La moraleja de este informe es
muy clara: no estamos condenados a hundirnos en la miseria que actualmente nos
corree… Pero para salir de ésta hay que buscar una salida razonablemente de
izquierdas, de una izquierda sin tibiezas y sin complejos. Las demás salidas ya
las han propuesto la derecha y la izquierda “realista” y todo el mundo sabe con
qué resultado. La solución no es una política como la de Correa, es una
política nuestra pero que, como la de los ecuatorianos, parta de una crítica al
neoliberalismo que campa a sus anchas por el mundo globalizado desde los años
ochenta y de una economía basada en la especulación y no en la producción de
bienes y servicios, para, en última instancia, servir a los intereses del ser
humano.
En esa misma publicación
encontramos un escrito demoledor del escritor chileno afincado en Gijón Luis Sepúlveda.
Se titula la fábula del gato de Felipe González y se refiere a aquella frase
famosa que el entonces presidente español tomó de Deng Xiaoping. La frase
decía: ““no importa si el gato es blanco o negro; lo que importa es que cace
ratones”. Frase que fue el punto de partida del alzamiento de la economía china
con base en el pragmatismo (y la hipocresía de cambiar de sistema económico sin
cambiar el político) y del hundimiento de la española, levantando la bandera de
salida para la gran carrera de la picaresca, la corrupción y el pelotazo
hortera, carrera que recientemente hemos terminado con el fracaso por todos
conocido.
Nadie debe dejar de leer este
artículo que no vamos a pegar aquí, pero al que se puede acceder en esta dirección.
martes, 12 de marzo de 2013
Biblioteca: Todo lo que era sólido. Antonio Muñoz Molina
Bonita polémica la que ha
suscitado Javier Marías en El País Semanal saliendo al paso de las opiniones del último libro de
Antonio Muñoz Molina: Todo lo que era sólido. El libro lo compré al día
siguiente de su salida y me lo leí en dos o tres días. Es lo que tenemos los
fanáticos. Pues bien, la polémica surge porque Antonio MM dice en su ensayo que
en los años previos al “hundimiento” los intelectuales estaban, como el resto
de la población, dedicados al disfrute de la buena vida que como nuevos ricos habíamos
alcanzado y que sólo “El Roto” presentaba una lectura crítica de la realidad
diaria de entonces. Es una bonita polémica porque ambos tienen una parte de
razón, como suele pasar en estos casos. Veamos.
Tiene razón MM porque ya lo dijo
Marx hace mucho tiempo: la estructura determina la superestructura. Qué quiero
esto decir. Que los actos culturales, (en sentido amplio, nuestras costumbres,
nuestra forma de comportarnos), depende de la base social y económica, de la
estructura que constituye la sociedad. De manera que las opiniones, por
ejemplo, no son algo que surja de la solitaria introspección del individuo sino
que están socialmente determinadas por el desarrollo económico y social de
quienes opinan. Para mejor explicarlo me remito a la entrada subida a este blog el 21 de enero que hacía referencia al happening realizado por Santiago Sierra
en el que paseaba en coche unos enormes carteles con fotos de los jefe de
gobierno y del jefe de estado españoles colocados boca abajo, en una clara
denuncia de la responsabilidad que nuestros mandatarios tienen sobre lo que le
ha sucedido a este país. En contra de lo que sucedía no hace mucho tiempo, todo
el mundo se ha interesado ahora por esto y lo ha entendido perfectamente. Nadie
ha dicho aquello de: ¿esto es arte? ¿qué significa todo esto? Ahora, las
modificaciones en la estructura social y económica han permitido que se amplíe
la base de quienes entienden estas cosas, muchos de los cuáles, no hace mucho,
no entendían nada de todo esto del arte moderno.
Pero también tiene su parte de razón
Marías, porque algunos, (entre los que él se encuentra ), han defendido siempre
la verdad y la justicia, aun cuando entonces la mayoría estuviera pensando sólo en comprarse un chalet adosado o
cambiar de coche y adquirir uno de gama alta. Y lo que es más importante, lo
que nos ha pasado no ha sido por culpa de que el común de los ciudadanos o los
intelectuales hayamos cometido todos algún tipo de error, o por mejor decir,
hayamos cometido un pecado que justifique lo que ahora está pasando, como eso
de que todo esto viene de que hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades. No señor, todo esto no viene por eso, todo esto viene porque se
han hecho demasiados aeropuertos sin aviones, demasiadas ciudades de la cultura
sin cultura y ha habido demasiados próceres sin escrúpulos y demasiados
ladrones de guante blanco que han salido indemnes de todo esto y porque el
Banco de España, el Banco Central Europeo, el City Bank y el Deutsche Bank no
pusieron freno al crédito desmedido con el que nos invadieron y ahora nos
ahogan con su también desmedida austeridad.
Así que yo no me mojo en este
debate porque entiendo las dos posturas.
jueves, 7 de marzo de 2013
Relato breve: El Olvido.
No sabe si tiene que ir al
médico, si tiene que presentarse en Urgencias. No sabe. Además, le han dicho
que las urgencias están colapsadas, que la sanidad pública no da abasto. Los antiguos
compañeros del trabajo le acaban de decir en la cola del paro que la culpa de
toda esta miseria que nos ha caído encima la tienen los inmigrantes pobres que
vienen al país a operarse. Él lo sabía: alguien tenía que tener la culpa. Se lo
han dicho todos sus compañeros: hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades. Por lo visto se traían a sus padres y a sus abuelos a operarse
aquí y han hundido la Seguridad Social y la economía nacional toda. Eso le
acaban de decir. Él no sabe nada porque está un poco confuso. A pesar de todo
no le gusta la explicación. ¿Será verdad que los pobres se han llevado nuestro
dinero? Su experiencia en la vida, que ya es amplia, le dice que no, que eso no
suele funcionar así. Pero no sabe. Ni quiere saber, porque ya no sabe ni lo que
quiere. Querría que los trabajadores rumanos no hubieran hundido este país con las
operaciones de cataratas de sus abuelos que se han hecho a costa de la
Seguridad Social. Querría tener un trabajo digno y salir los domingos a tomar
unas carnes a la brasa en cualquier venta. Tumbarse al sol con un purito
encendido. No sé. Algo. Uno se ha empeñado en no escucharse, en no oír sus
pensamientos y de repente se da cuenta de que se ha vuelto sordo. Se ha
empeñado en no recordar aquello tan desagradable, ha hecho un esfuerzo enorme
por debilitar su memoria y un día comprueba que ha perdido todos los recuerdos
que su cabeza almacenaba. Como esa gente que ha sobrevivido a un incendio y ha
perdido en él todas sus pertenencias: las fotos de la boda, los juguetes de
cuando los hijos eran pequeños, los certificados de estudios primarios y la
escritura de la casa con los recibos de “la contribución” dentro. Ya no
recuerda lo que era una piel cálida tendida junto a la suya. No recuerda lo que
es una mirada. Una mirada amiga. No sabe a qué saben los besos y no tiene ni la
menor idea de dónde está la ternura. Lo peor de todo es que no sabe dónde
acudir.
Así que sale de casa. Cierra la
cancela del patio y toma la dirección del bar de Colás, porque hoy hay partido
del Barça y no se lo puede perder. No sabe por qué, no tiene ganas de fútbol, pero
le queda claro que eso no se lo puede perder. El partido aún no ha empezado así
que se toma un primer botellín en la barra. Ya encontrará un sitio donde
sentarse a gusto. Una mesa con buena visibilidad que no tenga que compartir con
un pesado de esos de “El Madrid” que le quitan la razón al árbitro cuando pita
a favor de los nuestros. Está lloviendo, lleva tres días lloviendo y no sabe
cuándo parará de llover. Ayer el aire se llevó su paraguas nuevo, le dio la
vuelta, lo puso del revés y salió volando. Bueno, la verdad es que cuando lo
vio hecho una maraña de varillas envueltas en una tela negra, aflojó la mano y
lo dejó marchar. Adiós paraguas, adiós. Le había costado seis euros en los
chinos, pero qué podía hacer. El viento lo había vuelto del revés y lo había
descuajeringado todo. “Colás, ponme una más”, le dijo al dueño del chiringo. El
partido no empezaba y en la tele salía esa grosera de San Blas, (o de
Moratalaz, ya no me acuerdo), que se había hecho con la cadena, como los
inmigrantes se habían hecho con este país, que en Cataluña querían hacer una
mezquita y todo, según acababan de decir en la tele. Sacó un cigarro y lo
encendió. “Aquí no se puede fumar, ya sabes”, le dijo el camarero. “Vete a …
Colás” le contestó. Pero salió a la calle y se quedó en el porchecito de
entrada para protegerse de la lluvia. Pasó una gitana rumana que le pidió una
limosna. “Vete a tu país y trabaja”, le contestó él muy serio.
Finalmente sonó el silbato del
árbitro y el partido empezó. “Ponme una más, Colás”, dijo riéndose.
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