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jueves, 25 de agosto de 2011

Mi camino (My way).


Resulta curioso el poco caso que el Estado Español hace de los consejos del Nuevo Testamento: preparad el camino del Señor, (Mateo 3.3).
Recordé la cita bíblica al llegar a Roncesvalles y encontrarme con ese rosario de peregrinos que rondaban las cunetas o esos ciclistas que pasaban los Pirineos al tiempo que los coches les adelantaban a toda velocidad, sin ninguna precaución hacia su seguridad.
Hay países donde todas las localidades que están unidas por carretera, lo están por un carril especial y separado para atender las necesidades de los ciclistas, los peatones o los minusválidos. Y no me estoy refiriendo sólo a Holanda, donde la planitud del terreno lo hace fácil, sino a topografías tan complicadas como las que se pueden encontrar en los Alpes Bávaros o en Suiza.
En ese sentido, me parece una vergüenza que en este país se gasten auténticas fortunas en propaganda sobre el Camino de Santiago, los Xacobeos y demás campañas, (que para lo que sirven es para hacernos ver lo bien que hacen su trabajo los políticos, haciéndose la campaña electoral a costa de nuestros impuestos), sin que nadie haga absolutamente nada por mejorar el propio camino, por garantizar la seguridad de los peregrinos, por separar su ruta de la de los vehículos a motor con los que tienen que convivir desde Roncesvalles o Somport hasta la misma  puerta del Obradoiro.
Habiendo dedicado las vacaciones a seguir caminos por el Pirineo Navarro y Aragonés, en ningún momento se me ocurrió, al llegar a Roncesvalles, unirme al grupo de peregrinos en su peligrosa ruta y cambiar el sonido de los pájaros en Irati por el run-run de los motores de explosión.

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