DOMINGO 14 DE AGOSTO
Para iniciar los recorridos por el Parque Nacional de Ordesa parece muy adecuado subir desde Torla, el pueblo desde donde salen los autobuses que van al parque, hasta el llano de la pradera de Ordesa por la senda que realiza esa ascensión entrando poco a poco en los cañones y gargantas que forman entre hayas ese mundo mágico que es Ordesa. Nosotros lo hicimos así la primera vez que fuimos y por eso quisimos repetirlo la primera vez que María venía al parque. El recorrido, una subida con una pendiente constante y bien trazada, pasa de la contemplación de las grandes montañas y de las enormes paredes calizas a los ligeros arroyos que saltan en cascadas, los bosques de hayas salpicados de arbustos de boj y la aparición súbita de una seta en una zona de pinos que, por supuesto, no se puede coger porque en el parque está prohibido llevarse cualquier tipo de ser viviente.
Al llegar contentos a la pradera, tomamos un refrigerio senderista y pensamos después en subir un tramo del camino que conduce a la cascada de la Cola de Caballo pero, cuando nos levantamos y nos ponemos los macutos un único trueno nos hace pararnos en seco, darnos la vuelta y tomar la bajada pues, después de la experiencia del día anterior, no vamos a esperar que la amenaza se confirme en una gran tormenta y salimos disparados, con más miedo que vergüenza.
Terminamos la tarde tomando café en Torla y visitando esta bella aldea y al llegar al camping subimos a Sieste, una aldea de cuatro casas que ha sido rehabilitada en su totalidad como viviendas de vacaciones, incluyendo una hostelería.
LUNES 15 DE AGOSTO
El calor sofocante y la cortedad de la jornada, (María se iba por la tarde), nos indujo a quedarnos en el camping, bañarnos en la piscina y tomar el día de descanso.
Por la tarde fuimos a llevar a María a Barbastro, donde tomó el autobús para Barcelona.
MARTES 16 DE AGOSTO
Algo cansados del calor de Huesca decidimos marcharnos al día siguiente. Para hacer camino en dirección a poniente, preferimos hacerlo por las carreteras francesas, pensando que podíamos encontrar algo de frescor en Lapurdi, es decir, en la provincia costera del País Vasco Francés. Pero no. Si bien la temperatura era inferior a la aragonesa, la humedad del mar hacía el calor igual de insoportable a medio día.
Esa tarde fuimos a Saint Jean de Luz (San Juan de Luz), la agradable villa costera, con sus consabidas calles comerciales y sus caserones vascos bien arreglados.
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