JUEVES 11 DE AGOSTO.
La noche anterior, mientras ajustábamos nuestros planes para el siguiente camping, recibimos una sorprendente llamada de teléfono de nuestra corresponsal en Barcelona, María, diciéndonos que se queda sola el puente del 15 de agosto y que se quiere venir a donde nosotros estamos. Le contestamos que para facilitarle el viaje nos desplazaremos al Pirineo de Huesca. De manera que cambiamos las previsiones iniciales para pasar cuatro días juntos en la zona del P.N. de Ordesa.
Hacemos la travesía hacia Boltaña, (nuestro destino elegido), por una de esas carreteras infames del Pirineo que aún subsisten en plena época de las autovías.
Dedicamos el resto del día a labores de intendencia.
VIERNES 12 DE AGOSTO.
Hemos sufrido la peor de las circunstancias ambientales del “veraneo”: el calor insoportable de la canícula hispana. Salir de Navarra y entrar en Aragón, aunque sea en las montañas de Huesca, es meterse de lleno en el secarral carpetovetónico. Subir al pueblo de Sieste, un ascenso de unos 3 km. y 200 m. de desnivel y un recorrido por un sendero que lleva hasta el casco antiguo de Boltaña y el ascenso hasta el mismo, nos suponen un esfuerzo ímprobo y tiene como consecuencia llegar al camping a punto de sucumbir por el calor. Afortunadamente, allí hay una piscina generosa que nos sirve de refresco.
Por la tarde, bajamos a Barbastro para recoger a María.
SÁBADO 13 DE AGOSTO
Para la primera ruta en el entorno de Ordesa elegimos dirigirnos hasta el valle de la Pineta. Hacemos en coche la subida desde Bielsa hasta el Parador de Monte Perdido. Eso ya nos permite disfrutar de las vistas del lago que forma el pantano existente a la entrada del valle, así como de los bosques de hayas y pinos que se alzan a ambos lados del estrecho valle. Desde la zona del parador se divisa el magnífico circo glacial de la Pineta. Escogemos hacer el ascenso al circo de Larri, en un lateral de aquel. Los primeros 250 m., hasta llegar a cruzar la pista, son una auténtica escalera que se sube parando a cada poco para tomar aire. Nada más llegar a ese punto, el cielo se ha cubierto de nubes y nos recibe tronando. Tras unos instantes de duda, decidimos bajar, para lo cual tomamos la pista que, de forma más tendida, nos lleva al punto de partida, pasando por un par de cascadas magníficas y otras que divisamos a lo lejos. Cuando vamos llegando la lluvia se convierte en tormenta. Días después en el camping, nos contaron que la tormenta fue tal que hubo que rescatar a algunos que se quedaron atrapados por las subidas de las aguas. No sé.
Para completar la jornada hicimos el paseo en coche por la estrecha garganta de Añisclo. Unas vistas maravillosas y una vuelta por una carretera de montaña bastante difícil.
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