El fascismo es algo que siempre está presente, al menos en nuestras sociedades europeas, y es algo que tiene unas raíces muy profundas que tienen que ver con identidades y sueños de aislamiento, basados en la desconfianza y en la añoranza de tiempos remotos, alimentado todo ello con miedo.
El hombre moderno se enfrenta a difíciles retos de los que no sabe cómo salir. Por ejemplo, como dirimir en qué podemos basar nuestro desarrollo económico toda vez que hemos comprobado, ya sin lugar a dudas, que nuestro planeta no puede aguantar el desarrollo ilimitado que propone el capitalismo. Nos enfrentamos a estos problemas que tenemos que debatir porque nuestras opiniones están aún divididas y no lo hacemos mediante enfrentamientos violentos sino tratando de razonar y de hacer razonar a los oponentes, ante retos que van a condicionar nuestro futuro inmediato. Es lo que hemos dado en llamar crisis económica.
Sin embargo hay una serie de personas para quienes los problemas más graves de la humanidad se refieren a cosas como la identidad. ¿Con qué podemos identificarnos? A menudo estas crisis de identidad se resuelven en cosas como un partido de fútbol. En otras ocasiones es muy recurrente agarrarse a la religión. Las personas que se aferran a su identidad como el fundamento de sus vidas son personas que no funcionan racionalmente y que no se enfrentan a lo que de verdad les atañe. Son personas que tienen algún problema con lo racional.
Después de lo que ha pasado en Noruega no podemos hacer análisis precipitados ni echar la culpa a estos o a aquellos, pero lo que ha pasado es muy grave. En un país donde nunca ha habido un atentado terrorista ni nada parecido un hombre obsesionado con sus identidades históricas, geográficas y religiosas, ante el miedo a que su país sufra un atentado de “los otros”, (de al qaeda), se ha ido a buscar a los que acusa de tibieza y ha matado a cerca de cien personas, la mayoría jóvenes de entre 15 y 22 años, tan noruegos como él: porque no han hecho nada para frenar los atentados de al qaeda en Noruega; cosa que hasta el momento no ha existido. La misma paranoia que legisla sobre el burka que es algo que yo no he visto en mi vida por la calle, (no discuto que exista, pero yo no lo he visto).
Permitir que asuntos tan peligrosos como el odio al otro sean centrales en la política europea, basándose en el rechazo que despiertan los inevitables movimientos migratorios, vuelve a traer a Europa los problemas que crearon la mayor destrucción que ha conocido la historia de la humanidad y de la que, por lo que vamos viendo, aún no estamos curados.
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