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miércoles, 11 de agosto de 2010

Sobre tecnologías inestables.

No es que yo sea una persona ajena al desarrollo tecnológico, al contrario. Mi mujer y yo tenemos un ordenador cada uno y un portátil para cuando hace falta. Sin embargo hay una cosa antigua que mantengo y en la que no me he adaptado a los nuevos tiempos: mi sentido crítico. Hoy día cuando aparece una novedad en el mercado, todo el mundo la acepta sin analizarla, sin saber si va a mejorar o va a empeorar algo. Se dirá, “claro, los adelantos siempre mejoran las cosas”. A lo que podemos contestar: “¿Qué pasa, tú no has usado el Windows vista?”.

Si analizas las cosas con sentido crítico te darás cuenta de que hay mucho en nuestro mundo consumista que no va bien. Hoy en día los productos no te los dan preparados, se precisa de tu intervención. Como esos muebles de Ikea que te los venden para que tú los fabriques. Antes los productos industriales los fabricaban inteligentes ingenieros para consumidores tontos. Hoy día los fabrican economistas y expertos en márquetin tontos para consumidores listos. Si no, ¿cómo te pueden vender un aparato de esos de cuarenta pins, en los que tienes que introducir una hembrilla y que al menor desplazamiento se te van los dichosos pins al garete? El otro día nos fuimos por la noche a cenar con unos amigos y dejé a mi anciana madre en casa con una película de Carmen Sevilla. Le di varios mandos a distancia. “Este es para que manejes el DVD, aquí lo paras, aquí lo pones en marcha”. “Este otro es para que manejes el televisor, aquí subes el volumen, aquí lo bajas”. Al final me dijo:”Déjame la película en marcha y me quedo viéndola ya”. Cuando volvimos estaba enfadada porque, después de quedarse sin cenar por no parar la película, se perdió el desenlace porque tuvo que ir al servicio, que ya no podía más.

Yo, que tengo el título de arquitecto técnico por la Universidad Politécnica de Madrid, me admiro de que pueda haber gente capaz de arreglar grifos, encolar sillas, pintar al esmalte, conectar el desagüe de la lavadora que se ha soltado y está inundando al vecino de abajo, colgar un estante de la pared sin demolerla, poner un cuadro sin hacer un butrón por el que puede pasar un niño desde la casa del vecino, desmontar la manilla de una puerta, arreglar una cisternilla, etc. Pero, además de estas terribles tareas, ahora cada vez que te realizas como consumidor, (que es lo que somos todos de manera fundamental), te estás complicando la existencia. Ayer nos trajeron unas sillas nuevas que compramos en unos grandes almacenes. ¡Qué ilusión! Venían directamente de China metidas en una enorme caja de cartón. Cuando conseguí sacarlas a la luz, (casi un parto), me encuentro que vienen forradas de protecciones plásticas que hay que eliminar, pero que vienen tan bien puestas que, para hacerlo, hace falta desmontarlas y volverlas a montar. Menos mal que avisé a los grandes almacenes que me las habían vendido y me enviaron enseguida alguien para solucionar el problema: “Date prisa, tenemos otro inútil sin llaves allen…”

A parte de todas estas habilidades, que no son pocas, ahora tienes que ser ingeniero y/o experto informático. ¿Quién es capaz de instalar una impresora que te acabas de comprar para que funcione con tu ordenador? Antes podías pedirle a un amigo el teléfono cuando estabas en su casa: “me dejas llamar a casa”. Ahora te da un modelo Siemens que trae un manual de instrucciones, (en inglés), de unas trescientas páginas y a ver si eres capaz de llamar a tu casa. Por eso estamos obligados a llevar siempre con nosotros el teléfono móvil: no es por comodidad sino por una imposibilidad. La imposibilidad de llamar con otro teléfono que no sea el tuyo. Hoy día con tu ordenador portátil te puedes conectar a la red en cualquier sitio. En lugar de pedirle el teléfono al amigo de antes, le pides la contraseña de la Wi-Fi. Si eres capaz de configurar tu ordenador para la nueva red y si tu amigo sabe donde puso la contraseña. Antes para salir a pasear al campo no hacía falta más que una vara de avellano. Hoy día tienes que llevar un GPS de trekking para no perderte.”Vámonos”. “No, espera un poco a ver si cojo satélite”. Al final te pierdes igual, pero por lo menos sabes tus coordenadas UTM.

Todo esto es complicadísimo pero lo peor es que se trata de tecnologías inestables. Lo que quiere decir que un día funcionan y otro no. Y nadie sabe por qué. Recientemente se me ha ido un frigorífico alemán que tenía tres años, una cámara de fotos Canon que me la encontré tirada en la calle hace dos, un ordenador portátil con cuatro años, (un ordenador con más de un año es una antigualla), y no sé cuantas cosas más. Un día dejaron de funcionar y se acabaron. Algunas vuelven a funcionar al día siguiente si tienen ganas. Otras se van para siempre.

Todavía conservo el reloj que heredé de mi padre hace treinta años. Se carga sólo por el movimiento del brazo, sin pilas. Lo llevo por tener algo que perdure.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenísimo, la anécdota de la abuela casi me mata...

Te paso un enlace, a ver qué te parece:
http://www.youtube.com/watch?v=rwB0hoOTJ28

Besos!

María