JUEVES 30
de agosto. Se acaba el mes y por fin se acuerda de llover un poco. Pero la
perspectiva de la lluvia hace que desistamos de preparar ninguna ruta
senderista. Así que decidimos ir a Etxalar a ver las palomeras. En ese pueblo
hay un paso favorable para atravesar el Pirineo que utilizan todos los años las
palomas en sus migraciones de ida y vuelta desde antes de que existieran los
seres humanos. Posteriormente, tal vez desde tiempos prehistóricos, se dispusieron
trampas para cazar las palomas aprovechando la certeza de su paso por esos
collados. Hacia el siglo XV parece que se construyeron unos muros de piedra que
se cerraban hasta un paso angosto en el que se disponían unas redes para
cazarlas.
Damos un
paseo por el pueblo y como tantos otros nos parece muy hermoso. Tiene un gran
frontón en el que encontramos a los jóvenes del pueblo, seguramente aún
estudiantes, que pasan sus ratos de ocio pegándole a la pelota a cubierto del
chirimiri que cae en esos momentos. En el río hay un caserón antiguo, muy
grande, que debió de utilizar las caudalosas aguas para algún tipo de
aprovechamiento industrial. En el pueblo no ponen los nombres de las calles
sino de cada uno de los caserones que lo forman. En estas zonas, como ya he
dicho, todos los habitantes debieron ser campesinos ricos, (nobles de poca
categoría), desde tiempos inmemoriales. Hoy parece un poco paradójico ver esos
caserones nobiliarios con sus escudos blasonados y sus pancartas de “presos a
casa”. Cuanto más grande es el caserío, más fácil es que el joven de la casa
tenga por nombre Ernesto, pues sus padres confundieron las luchas de liberación
sudamericanas con sus problemas con el estado español, como si unas y otras tuvieran
algo que ver. En Sudamérica son los pobres los que luchan contra los ricos del
norte y sus empresas. Al final del pueblo el único edificio de viviendas en
bloque está cerrado con un vallado, es la casa cuartel de la Guardia Civil.
Unos niños en bañador juegan en el balcón sin salir a la calle.
Fuimos a
comer a Lesaka y nos encontramos con el típico restaurante vasco en el que de
forma sencilla pero profesional dan bien de comer sin robarte la faltriquera.
Por la
tarde, aprovechamos que habíamos subido tanto por la carretera de Irún, para
acercarnos a Ondarribia (Fuenterrabía) que siempre merece una visita.
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