Puedes sentarte a pensar que la
vida es poco para ti, que vas a salir fuera y te vas a comer el mundo o que
nadie te va a parar porque te has propuesto arrasarlo todo; pero al final el
tiempo ha pasado y no lo has hecho. Ahí, sentado. Se fue. Puede pasar. Y
también puede pasar que te digas que no hay nada que perder porque no hay nada
que ganar, solamente los barrenderos que pasan por tu calle arrastrando su
cepillo y los gorriones que se esconden en las acacias esperando a que caiga la
tarde. Mejor será que te levantes, que te quites esas zapatillas de estar por
casa y que te pongas a andar. Sí, como en esa película de Buñuel, (El discreto
encanto de la burguesía, creo que se llamaba), en la que la gente andaba y
andaba y no podía parar, aunque no sabían por qué lo hacían. Eso es lo que
tienes que hacer, bajar las escaleras y salir a la calle. Pero tu mente te
traiciona, porque antes de hacerlo piensas: ¿qué haré después, cuando esté allí
abajo? Ese es el tipo de cosas que no debes de pensar. Mejor actúa. Nada de
teorías.
Por fin has salido. La mujer del
quiosco de prensa no tenía lo que le has pedido. Nadie te da lo que le pides.
¿Será porque te falta convicción a la hora de hacerlo o que no te entienden
cuando dices que quieres que se acabe todo esto y no sabes cómo? En el parque
que hay detrás de casa se enfrentan generaciones de viejos y de niños. Para
ellos es muy tarde o muy pronto. Los demás están en sus cubículos en las
funciones de intendencia. Hay que traer un candil, una palangana y un perchero.
Se necesita más leña para el fuego y algo de jabón para lavar ropa. Las niñas
no tienen cuaderno todavía y la maestra ha dicho que si no lo traen mañana las
va a echar del colegio. Debajo de la mesa apareció el gato muerto y alguien
tiene que enterrarlo. Se acabaron los garbanzos, el arroz y haría falta algo
más de pan, que a los chicos les gusta mojarlo en el café del desayuno. En el
parque hay un guarda que vigila que nadie toque las rosas del rosal que hay
junto a la tapia de la entrada. Se puede decir que esas rosas están ahí gracias
a la presencia del guarda. Si no fuera por él el mundo sería menos florido. ¿Será
por eso que lo llaman Florencio? No lo sé. ¿Quién sabe algo? Solo sé que no se ve
nada. Tal vez está ahí, pero no se ve.
¿Hasta cuando este sonar de
campanas cada cuarto de hora?
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