La mayoría de las veces la
mentira no es inmoral es estúpida. Pudiendo tener la verdad para qué queremos
la mentira. La verdad funciona mejor y es más útil.
Una generación entera de
españoles ha crecido y se ha hecho mayor escuchando que España era una potencia
mundial, un país eminentemente rico y que aquí no podía pasarnos ya nada porque
lo teníamos todo. También se dijo que, naturalmente, éramos un país serio y que
se podía confiar en nuestro futuro. Tanta fuerza tenía esa tesis absurda que
cuando ya los buitres se cernían sobre nuestras cabezas el presidente del
gobierno español aseguraba que el susto ya se había pasado y que a lo lejos se
vislumbraban unos brotes verdes que nos anunciaban que “volverá a reír la
primavera, que por cielo, tierra y mar se espera”.
Así pasaron dos o tres años sin
que se hiciera nada por atajar la crisis que nos caía encima que no era una
crisis, era mucho más, era un cambio de ciclo de largo alcance. Al final,
echamos al presidente a la calle, con lo cual nosotros perdimos tres años, su
plan se fue al garete y él perdió la poltrona. ¿Para qué tanta mentira? ¿No
hubiéramos acabado antes y mejor diciendo la verdad?
Nos habían dicho que la crisis era
un asunto creado por la inoperancia del anterior presidente del gobierno y que
lo único que hacía falta para arreglarlo era cambiar de presidente, poner al
suyo y aquí paz y después gloria. Si con el anterior gobierno se elevó la prima
de riesgo hasta cerca de 500 puntos, con el actual se rozaron los 600 puntos
básicos respecto de la deuda alemana de referencia. Explicación: todo venía del
anterior presidente, este gobierno lo había hecho todo de maravilla. Una
herencia envenenada, oiga.
Se nos había dicho que nuestro
sistema bancario era uno de los mejores del mundo, muy superior al del resto de
países de nuestro entorno, incluidos los muy poderosos. Nosotros nos hubiéramos
conformado con que fuera una cosa del montón, algo mediocre, sin destacar; pero
nos decían una y otra vez que no, que era uno de los mejores del mundo. Pues
mira que bien, decíamos. Así que llegó el nuevo gobierno y continuó diciendo lo
mismo, hasta que un día echó el alto y dijo que el banco que habían creado sus
amigos, (en realidad una caja de ahorros), necesitaba más dinero para tapar sus
agujeros que todo el que nos llevaban recortado, que era mucho, muchísimo. Las
cifras eran aterradoras, pero ahora la mentira tenía un sentido: había servido
para centrar el rescate en el banco de sus amigos, pasando por encima del resto
de los bancos. Pero todos los bancos estaban llenos de “activos tóxicos”. Unos
porque tenían las hipotecas de muchos trabajadores que se habían quedado sin
trabajo y no podían pagarlas o porque no habían tenido nunca idea de pagarlas
porque las habían comprado para especular, para venderlas al poco tiempo, y
ahora se las habían tenido que “comer con patatas”, en otros casos porque
habían financiado terrenos urbanos que ahora eran inviables y que nadie iba a
poner en circulación habiendo un millón de pisos vacíos, con lo que estos
bancos tenían un capital inmovilizado que iba a estar improductivo durante
decenios. De modo que la verdad se impuso y lo que había sido el mejor sistema
bancario del mundo se convirtió en el peor, hasta el punto que sus problemas
lastraban la recuperación de España, de la propia Europa y hasta de la economía
mundial, por lo que el presidente de los EE.UU. empezó a urgir a Europa para
que solucionara el problema de la banca española. ¡Jóder, con el mejor sistema
financiero mundial!
Nos habían mentido y ahora
teníamos que sufrir la humillación de ser rescatados, pero el gobierno no se
amilanó y como Europa no tiene capacidad para rescatar al país, se decidió un
rescate light que sólo afectara a la banca, de manera que el gobierno empezó a
venderlo como un chollo, como un regalo que la habilidad de nuestros dirigentes
le había arrancado a la Unión Europea. Se
prohibió en la prensa controlada por el gobierno, (que es casi toda), la
palabra rescate y se le llamó línea de crédito, que es una cosa así como de
PYME, como de créditos para carniceros y taxistas. Con esa simple terminología
se había eludido la ofensa de aparecer como lo que somos: la vergüenza
financiera del mundo mundial.
Continuará… (hasta que dejen de
decir mentiras y se pongan a solucionar lo que se pueda solucionar).
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