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miércoles, 3 de febrero de 2010

Otra vez la reforma laboral.

Se habla de que hay que hacer una reforma laboral. Claro que hay que hacerla: hay que trabajar menos y ganar más.

Esto de la economía no es una ciencia como nos la quieren presentar: sesudos economistas que se reúnen en Suiza en hoteles de lujo y llegan a la conclusión de que tenemos que ganar menos y trabajar más. Todo eso es mentira. Esto es una guerra. Una guerra de intereses. Ellos, los dueños de las grandes empresas, están en un bando y el resto estamos en el otro, incluidos los pequeños empresarios, autónomos, profesionales y artistas, funcionarios, jubilados y, por supuesto, los trabajadores manuales.

Estos sesudos economistas nos trajeron la crisis con aquello que llamaban ingeniería financiera. No existe la ingeniería financiera, lo que hay es gente con muy poca vergüenza, como por ejemplo ese Madoff y muchos más como él. Ese Madoff está ahora donde siempre tuvo que estar, en la cárcel, pero sus compañeros de profesión no, aunque la gran mayoría de ellos es allí donde deberían estar. Debería estar Donald Rumsfeld, por múltiples razones, debería estar Díaz Ferrán, presidente de la Patronal Española y de Air Comet y otros tipejos de similar calaña.

Pues bien, estos tipejos andan ahora diciendo por ahí que hay que hacer una reforma laboral que en síntesis consiste en que trabajemos más y ganemos menos. En ese sentido, el Gobierno ha empezado diciendo que hay que retrasar la jubilación. Este Gobierno que ha estado meses sin reconocer que había crisis, que ha dicho que la crisis no la íbamos a pagar los de siempre y demás, ahora recula y empieza a tirar globos sonda.

El problema del empleo es endémico no es coyuntural. Por lo tanto las medidas coyunturales no lo van a solucionar. ¿Por qué decimos que no es coyuntural? Porque no depende de la coyuntura económica. Hemos tenido años de un gran crecimiento económico y teníamos un 10% de paro. Es verdad que ahora tenemos un 20%, pero el problema es el mismo. Nos prometen que si hacemos sacrificios recuperaremos tasas de crecimiento elevadas y así acabaremos con el paro. Esto es una falacia. En realidad lo que hay es un pastel que los empresarios quieren comerse ellos solos y nos cuentan estas milongas para que claudiquemos en nuestras intenciones de recibir parte de ese pastel. Crecer a niveles tan elevados como se ha hecho en los años anteriores es una situación excepcional que se basa en coyunturas excepcionales. En nuestro caso la coyuntura no sólo era excepcional sino también falaz, se basaba en un crecimiento desmedido del negocio inmobiliario, a su vez conectado, de forma secundaria, con el negocio del turismo. Pero es que crecer así es insostenible. Hay que arrasar el planeta, consumir los recursos de las generaciones futuras, se precisa aplastar la oposición de los países pobres que quieren su parte del pastel, hay que hacer guerras constantemente y devastar países. Es, en definitiva, un trabajo difícil y que no merece la pena, porque, si hacemos todo eso, lo único que conseguiremos será disminuir el índice de paro del 20 al 10% y que nuestros salarios crezcan al ritmo de la inflación.

Cuando empezó la crisis se dijo que nuestro sistema económico había sucumbido y que había que crear uno nuevo. ¿Nadie se acuerda ya de esas declaraciones que hacían hasta los expertos de la derecha? En menos de un año hemos vuelto a lo de siempre: deja que yo me haga inmensamente rico para que te aumente el sueldo 1 punto y baje el paro un 2, un 5 ó un 10%.

Lo paradójico del tema es que la solución al paro es la contraria de la que proponen. El trabajo hoy día es un bien escaso. Debido a la industrialización, al desarrollo tecnológico, (eso sí es ingeniería y no la financiera), el mundo laboral se ha transformado. Eso lo vemos todos. La cantidad de tareas que hace un ordenador requería no hace mucho de cientos de personas. Hay películas de Holywood de los años sesenta, (recuerdo ahora El Apartamento de Willy Wilder), en las que podemos ver cómo eran aquellas oficinas de no hace tanto tiempo: una planta completa de un edificio lleno de mesas con gente escribiendo en aquellas viejas máquinas, haciendo las tareas que ahora hacen unas pocas personas con sus ordenadores.

Hace ya muchos años que deberíamos habernos dado cuenta de que, con los medios de que disponemos hoy día, hay que trabajar menos horas para que todos podamos trabajar. Una solución al paro consiste en que los empresarios paguen igual por menos horas de trabajo. Lógicamente esta solución recorta los beneficios empresariales. Es verdad, pero mejora los beneficios del resto de la humanidad. Lo que no es de recibo es que nos digan que tenemos que trabajar más y cobrar menos.

En definitiva es una cuestión que habrá que negociar. Esta guerra, como la llamábamos antes, debe acabar en una negociación. Parte de la carga la debe pagar el empresario y la otra parte la debe pagar el trabajador. Pero que empiecen por no engañarnos y mentirnos como a niños con las falacias de la reforma laboral.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen análisis económico.