18
DE SEPTIEMBRE.
Argelés
sur Mer fue testigo de muchas de las vicisitudes que la derrota supuso para los
republicanos españoles, pero no es el único sitio de esta tierra de frontera que
ha dejado su huella en el recuerdo. Siempre quise visitar la playa de Argelés,
por razones familiares, pero también quería aprovechar el paso por estas tierras
para ser testigo de otros recuerdos.
Cuando
a finales de enero de 1939 Antonio Machado hizo el camino del exilio acompañado de un grupo de escritores e
intelectuales que le acompañaban dado que su estado de salud era muy malo, tuvo
que hacer parada en un hotel de Collioure, la localidad costera que se
descuelga desde los últimos cerros del Pirineo hasta el Mediterráneo. El 22 de
febrero moría el poeta y era enterrado en el cementerio de la localidad, gracias a la generosidad de los vecinos, al igual que su
madre, que moría unos días después.
Cuando
llegamos a Collioure y aparcamos el coche, tomamos un camino que nos lleva al
centro del pueblo y lo primero con lo que nos topamos es con el antiguo cementerio que está perfectamente integrado en el casco antiguo. La tumba del
poeta está al frente de la entrada. Es una tumba sencilla pero digna, en un
sitio privilegiado, si puede decirse tal cosa. La tumba siempre tiene flores y cariñosos
recuerdos de España. Luego, en la oficina de turismo, comprobamos que el plano
turístico de Collioure señala con mucha claridad la última morada de Antonio
Machado. También en Argelés, en cuanto que pedimos información sobre el campo
español nos dieron todo tipo de detalles, de manera que aún nos quedaron por
ver algunos de los sitios que nos recomendaron, como un memorial del campo, que
es un centro de interpretación donde se documenta todo lo que se conoce sobre
el tema. Quiero decir con esto que hay que agradecer a los vecinos actuales de
la zona su solidaridad con los demócratas españoles que va más allá del reconocimiento
que se les ha hecho aquí en su propia patria.
Después
visitamos la localidad de Collioure y tuvimos la agradable sorpresa de
descubrir una villa costera espléndida. Calles pintorescas llenas de alegres
colores al sol del Mediterráneo, caminos urbanos que vierten hacia el mar,
abundantes comercios de artesanía, que sirven de entretenimiento al descanso de
un buen número de jubilados europeos y, en esta época del año, un número ya
limitado de familias de vacaciones y demás turistas.
Seguimos
el camino de la costa hacia España, a través de Port Vendres, Banyuls-sur-Mer y
Cerbere. Una costa escarpada, con carreteras que serpentean sobre los
acantilados mediterráneos y que termina en la frontera española en Portbou. Antes
de nada, buscamos un sitio donde comer, por fin, comida española: sepias,
calamares, anchoas; todas esas cosas que llevamos dos semanas sin probar.
Hablamos un buen rato con el dueño del local, (en ese tiempo tampoco hemos
hablado español largo y tendido con nadie), y en cuanto que le insinuamos algo
enseguida se percata de lo que buscamos y nos dice: Walter Benjamin. En efecto, venimos buscando los restos de memoria
del filósofo judío berlinés, uno de los fundadores de la escuela de Frankfurt,
junto con T.W. Adorno. La misma escuela de Marcuse, Erich Fromm, y actualmente
de Jürgen Habermas y Karl-Otto Appel. Walter Benjamin huía de la presión nazi
atravesando Europa hasta llegar a Francia. Cuando los nazis empiezan a tomar el
país se escapa por la frontera hacia España y se hospeda en un Hotel de Portbou
para intentar huir a EE.UU. donde le esperan Adorno y otros compañeros, cómodamente
instalados en buenas universidades americanas. Sin embargo la Guardia Civil
detecta su presencia y empieza a seguir sus pasos. Benjamin sospecha que le
quieren devolver a Alemania y preso del pánico se suicida con una sobredosis de
morfina.
La
Generalitat de Catalunya en colaboración con la República Federal Alemana ha
financiado la creación de un lugar de memoria, encargánole al artista israelí Dani
Karavan la realización del mismo. Dice un cartel allí existente: “Las
circunstancias posteriores a la muerte de Walter Benjamin han contribuido a una
cierta mitificación de su figura. El doctor Vila que certificó su muerte la
inscribe literalmente como “Benjamin Walter”, alejándose así de cualquier
parentesco y relación judía. Benjamin es enterrado a toda prisa en el
cementerio católico, en el nicho 563. Nicho que durante 5 años, ha dejado
pagado Henny Gurland. Pasados esos 5 años los restos de Walter Benjamin son
depositados en la fosa común del cementerio de Portbou, honrado de esta manera,
desde la incosciencia, la memoria de aquel que había dicho: “la historia no es
solo una historia de los triunfadores, los dominadores, los supervivientes, es
primariamente la historia del sufrimiento del mundo”. Son estos los seres
anónimos, privados del nombre y la memoria, los que sustentan la historia. El
memorial “Passatges”, del escultor Dani Karavan, invoca directamente la
experiencia del dolor y permite rememorar el profundo sentido de la tragedia
que va asociado a la experiencia del exilio. El cementerio de Portbou fue
visitado en octubre de 1940 por la filósofa Hannah Arendt, amiga personal de
Benjamin, quien poco tiempo después escribió: “el cementerio da a la bahía,
directamente sobre el Mediterráneo, está tallado en la piedra y se desliza en
el acantilado. Es uno de los lugares más fántasticos y más bellos que he visto
en mi vida”.
La
obra de Dani Karavan no es algo para contemplar, es un lugar de experiencia. Uno
se acerca a ella y se encuentra con una especie de túnel de sección rectangular
construido en acero corten que está inclinado hacia el mar. Un poco más
adelante se comprueba que el final del túnel es una zona de mar convulsa, donde
las olas rompen contra unas piedras. La primera impresión es que se trata de una rampa que podemos pisar y por la que vamos a caer al mar. La situación nos
sobrecoge. Hasta que nos damos cuenta, al dar unos pasos, de que la rampa es en
realidad una escalera y, un poco después, de que al final del túnel hay una
luna que impide que nos caigamos al mar. Pero la sensación de hundimiento la
hemos experimentado ya. Descendemos lentamente los escalones de acero y nos
vemos inmersos en un túnel que conduce al abismo. Poco después de experimentar
esta agobiante sensación, la tapa superior del túnel desaparece y vemos el
cielo azul mediterráneo, (en aquel momento entreverado de nubes). Seguimos
avanzando hacia el cristal que nos separa del abismo y nos damos cuenta
entonces de que tiene grabadas unas palabras del filósofo en alemán en lo alto
de la luna, y su traducción al catalán, castellano, francés e inglés: “Es una
tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas
célebres. la construcción histórica se consagra a la memoria de los que no
tienen nombre”. O para ser más exactos: “Schwerer ist es, das Gedächtnis der
Namenlosen zu ehren als das der Berühmten. Dem Gedächtnis der Namenlosen ist
die historische Konstruktion geweiht.”
Según
el esquema que aparece en la explicación del monumento, éste está formado por
los siguientes elementos: 1 Remolinos, olas, rocas. 2 Corredor (nosotros lo
hemos llamado tunel). 3 Olivo. 4 Plataforma. A Nicho de Walter Benjamin (número
563, que alojó sus restos de 1940 a 1945). B Placas conmemorativas.
Tenía
razón Hannah Arendt, aquí están bien enterrados sus restos mortales.
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