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jueves, 25 de septiembre de 2014

Nimes, la romana.





14 DE SEPTIEMBRE. 
Ponemos en el navegador la dirección de la oficina de turismo de Nimes y nos dirigimos a la ciudad, hacia la parte que está entre el casco antiguo, los canales y los Jardines de la Fontaine. Como ciudad romana que fue, Nimes conserva algunos elementos de un magnífico foro: las murallas y torres, la arena (anfiteatro) y la Maison Carrée, que no es sino un templo. Nos dirigimos hacia éste y llegamos enseguida a la magnífica plaza que fue adaptada en los años ochenta por Sir Norman Foster, el famoso arquitecto inglés. Magnífica adaptación que ofrece un espacio amplio y limpio en el que se ubica el templo romano, unos bordes formados por casas burguesas de la capital de provincias que es Nimes y un moderno edificio del mismo Foster que se levanta valiente frente al edificio romano sin entrar en contradicción con él, a pesar de los cambios estilísticos y de su sincera construcción moderna que no comete la hipocresía de querer imitar a los clásicos. Dicen que el templo es el mejor conservado de los que construyó el impero. Pues lo será.
Nos introducimos en el entramado de calles según nos indica el plano turístico que no has facilitado en la Office de Turisme, y pasamos por lo que fue una inmensa iglesia barroca que fue secularizada en la época de la revolución y por unas manzanas que conservan edificios de viviendas de los siglos XVII y XVIII. Pasamos la plaza del Teatro, (en obras de restauración), la plaza del reloj y el antiguo mercado, convertido en centro comercial, para dirigirnos después hacia la catedral de San Castor, que sufrió con el resto del país las desdichas de las guerras de religión en la época moderna y que fue destruida y reconstruida varias veces. Siguiendo el itinerario pasamos por edificios renacentistas, por una iglesia barroca de los jesuitas en el más puro barroco romano y vamos a dar a la amplia zona que rodea la arena de Nimes, un anfiteatro que dicen que albergaba a 23.000 personas y que hoy día es, ni más ni menos, que la plaza de toros de la ciudad. Se puede comer en la Plaza del Mercado, toda llena de terrazas que ofrecen menús para turistas, aunque nos conformamos con un ligero sandwich completo de ensalada y carne (o pescado en conserva). Cerramos el circuito por la tarde volviendo de nuevo a la Plaza de la Maison Carrée donde subimos a la terraza del Carrée D’art, (el nuevo edificio de Norman Foster junto al templo romano), para tomar un café con unas vistas magníficas desde su terraza.
Seguimos camino al gran canal, que se construyó para llevar abundante agua a la ciudad con el objeto de lavar tejidos, pues Nimes siempre estuvo dedicada a la industria textil. El tejido Denim (de Nimes) o mezclilla, que se hacía en la ciudad, utilizaba el índigo que era un colorante de Génova, conocido como Blue de Genés. Un fabricante californiano de ropa para trabajadores llamado Levi Strauss lo utilizó para fabricar pantalones cambiando ese nombre por el de Bue Jeans, denominándolos 501 por el número del envío que le había traído los tejidos Denim que compró en la ciudad francesa.
Junto al canal se encuentran los jardines de la Fountaine que se van elevando por la colina entre escaleras y barandas neoclásicas del siglo XVIII, que esconden algunos tesoros como edificios del siglo XVII y ruinas romanas tan importantes como el templo de Diana, en la parte baja del parque, y la Torre Magna, en lo alto de la colina, que era una parte de la muralla romana que el emperador Augusto había facilitado a la ciudad.

De vuelta a casa, aún nos dio tiempo de visitar el Pont du Gard (Puente sobre el río Gard), que es una construcción romana de tres niveles: el nivel inferior es un puente de 6 arcos que permite el paso de personas y cabalgaduras, el segundo nivel consta de 11 arcos y sustenta un acueducto que discurre por el tercer nivel que tiene 35 arcos de menor tamaño. Tiene 275 metros y está considerado como parte del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. 

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