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domingo, 21 de septiembre de 2014

Esplendor y decadencia en la Provenza.



12 DE SEPTIEMBRE.
Decidimos irnos el viernes por no hacerlo el sábado, ya que habría más tráfico y podía ser que no hubiera plazas en los mejores campings. 750 km. es una buena distancia pero está lejos del record de 1.200 km. que hemos hecho más de una vez. Pero andar por Navarra y el País Vasco es pesado porque hay mucho tráfico. Salvo los abundantes montes, el resto está muy poblado y además estas carreteras son la entrada occidental en España y hay muchos camiones. Esperábamos mejorar al entrar en los peajes francesas y así fue después de Baiona, en el País Vasco francés. Pero al llegar al Macizo Central de los Pirineos, (la zona de Tourmalet, Luz Ardident y demás), ya el tráfico aumentaba y cuando íbamos camino de Toulouse, se puso francamente pesado. Luego al llegar a la que sube por el Languedoc, el tráfico era como el de la M-30 de Madrid en horas punta. A esto hay que añadir que en las autopistas francesas no encuentro mi sitio con la caravana: los camiones va a 100 km/h., los coches a 130 y yo quiero ir a 110-120 y me cuesta mucho. Si me pongo a la izquierda voy interrumpiendo a los coches y se me pongo a la derecha tengo que adelantar constantemente y eso, con ese nivel de tráfico intenso es muy difícil. Así que cuando llegamos al principio de la Provenza y vimos el primer camping nos metimos sin más dilación. El camping era el municipal de Saint Etienne de Gres, (debe de ser el patrón de los soladores y de Porcelanosa). .
Allí unos españoles de origen ecuatoriano nos ayudaron un poco por el idioma a encontrar las cosas del camping

13 DE SEPTIEMBRE.
Visitamos el siguiente pueblo por la mañana y vimos que era mucho más agradable y además tenía ¡cinco campings! Así que decidimos instalarnos en uno de los que hay en Saint Remy de Provence, un camping magnífico, con unas instalaciones extraordinarias y que, a pesar de todo, costaba algo menos que el de Navarra. En España el vino es muy barato pero los campings son muy caros, (y en general malos).
Después de instalarnos fuimos a dar una vuelta. Llegamos a los Alpilles, unos montes de vegetación mediterránea espléndidos, con montañas de poca altura pero de una orografía muy especial. En medio de esas pequeñas montañas está Baux en Provence. Como era sábado y había mucha gente aplazamos la visita al lunes.
Siguiendo camino paramos en Maussane les Alpilles, el siguiente pueblo en el camino. En la Provenza todos los pueblos son muy agradables, con las casas antiguas bien conservadas y rehabilitadas, todo muy arreglado y lleno de cosas para que la gente viva bien y sea feliz: muchas flores en los lugares públicos, cafeterías y bares con toda la fachada abierta a la calle y terrazas espléndidas donde tomarte una buena cerveza de barril mientras contemplas la animación de la calle.
Siguiendo el camino llegamos a la Chapelle de Saint Gabriel y paramos a visitarla. Rodeada de olivares, (esta es la zona de Francia que más olivos tiene), es una construcción del siglo XII con un curioso románico que se mezcla con elementos clasicistas que no sé de qué le vienen, si de la tradición local, (toda la zona conserva muchos restos romanos), o de arquitectos italianos por la proximidad con el país.
Al final llegamos a Tarascón (patria de Tartarín de Tarascón). Es un caso típico de una localidad que cae en el abandono. No sé si la raíz de ello fue la pérdida de su actividad económica principal, o simplemente un recorte de la recaudación de impuestos locales, pero el caso es que al entrar en la ciudad se nota un abandono de lo público en las infraestructuras. En el país que mejores asfaltos tiene de Europa las calles están cubiertas de un material gastado, lleno de baches y abultamientos irregulares. Conserva los edificios históricos, pero en estado de abandono. Una gran puerta da acceso al casco antiguo. Al traspasarla aparece una hermosa ciudad barroca, pero sus casas están llenas de desconchones y óxidos. Los habitantes empezaron abandonando sus domicilios y los precios de la vivienda cayeron. Como consecuencia de ello fueron adquiridos por quienes menos tienen, que son los inmigrantes y, a continuación, los antiguos habitantes abandonaron sus casan con mayor urgencia porque no querían convivir con gentes de otras culturas extrañas. En el interior de Tarascón no se ven europeos, sólo muchachos, mujeres con velo y hombres con chilabas del norte de África y de Oriente Próximo. Este rechazo hizo que la gente se dejara llevar por los cantos de sirena de la extrema derecha. Han puesto cámaras de vigilancia en todas las calles del casco antiguo, para tener controlado el gueto. En la oficina de turismo te informan de una iglesia (bastante mediocre) y del gran castillo, que están extramuros, pero no te mencionan el casco antiguo. Para ellos no existe. Sin embargo en la plaza mayor, las mujeres francesas que regentan los comercios de por allí, tomaban una copa de champán celebrando la boda de un familiar e invitaban a los argelinos que estaban sentados en las terrazas y todos reían y hacían bromas. En el ayuntamiento había una boda mixta. La novia vestía de blanco, pero sus amigas, le hacían ese grito bereber que hacen las mujeres del norte de África. Tampoco parecía tan difícil convivir.


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