6
DE SEPTIEMBRE
A
pesar de ser sábado, tuvimos que ir a Mérida a solventar un asunto
administrativo por la tarde. Después salimos hacia Segovia con el
tiempo algo justo para llegar a cenar. Camino de Plasencia reventó
una rueda de la caravana, lo cual es siempre un incordio y tiene
cierto peligro, pero en una autovía aún más. Menos mal que
nosotros tenemos a la Guardia Civil como ángeles de la guarda
civiles (como su propio nombre indica) y estaban justo enfrente de
donde se nos produjo la avería.
7
DE SEPTIEMBRE.
El
domingo discurrió casi en su totalidad entre comer y beber con los
amigos y familiares.
8
DE SEPTIEMBRE
El
lunes 8 tuvimos que empezar buscando quien nos proveyera de
neumáticos para la caravana, lo que no es tan fácil ya que se
necesitan de unas medidas que no son las habituales en los coches.
Una vez que llegamos a Alsasua y compramos algunas provisiones nos
subimos esa carretera que parece una cuerda guardada en un bolsillo.
Y menos mal que compramos, porque en todo el Parque Natural de las
sierras de Urbasa y Andía, no hay ningún sitio donde hacerlo.
Ni en el camping. Eso sí, el camping cuenta con buen restaurante y
no muy caro. Lo que no tiene son comunicaciones. A este paraje
idílico no llegan ni las ondas del teléfono móvil. El sitio es una
extensión de 11.300 hectáreas de tierras elevadas, una especie de
pequeña meseta rodeada de un borde más elevado, como si fuera un
volcán, aunque este origen no lo menciona ninguna de nuestras
fuentes.
El
camping es magnífico. En esta época del año y en días de diario
no hay casi nadie acampado. Algún turista solitario, alguna pareja
que se deja caer por aquí un par de días. Las instalaciones son muy
buenas, pero sobre todo nos gusta el paisaje. No les han permitido
parcelar para no afear un entorno que es parque natural y la
sensación es como si estuvieras en acampada libre.
9
DE SEPTIEMBRE.
La
primera ruta que hicimos por Urbasa fue la que sale del Centro de
Recepción y se encamina hacia el hayedo encantado, que llaman. Y es
verdad que es hayedo y que parece encantado, pero es un espacio de
los ganaderos que cuidan los rebaños de vacas y de caballos
autóctonos, como pudimos comprobar visitando una pequeña cabaña de
madera que los pastores utilizarán para protegerse de las tormentas,
supongo. Siguiendo el camino bien señalizado, se llega a un punto en
que se inicia la ascensión. No es un ascenso muy prolongado, pero sí
intenso. En media hora se hace cima y se llega a la cresta de la
sierra que cierra Urbasa, cerca del pico del mismo nombre. Desde ahí
se divisa todo el valle del río Arakil, incluyendo Alsasua y las
montañas que lo cierran en frente de nosotros. Por allí vimos esos
cardos planos que son tan típicos de la zona y que la gente pone en
sus casas, ya sea para alejar a los malos espíritus, o algo por el
estilo.
Esa
tarde aún nos quedaron fuerzas para salir a dar un paseo por las
inmediaciones del camping, la zona de Bidoiza. Unas cabañas
ganaderas y luego otro inmenso hayedo que nos protegió del sol de la
tarde.
Después
bajamos a Alsasua para hacernos con un kilo de chuletón de la zona,
al que pasamos por la lumbre colocándolo en vertical, sobre el
hueso, que es una forma muy recomendable de hacer esta carne.
10
DE SEPTIEMBRE.
Amanece
en Urbasa con una gran cantidad de bancos de nieblas, pero al poco se
levantan y luce el sol en todo el valle. El miércoles decidimos
hacer una de las rutas más interesantes, (o la que más), no fuera a
ser que el tiempo se estropeara y al final no pudiéramos. La ruta
del Nacedero del Urederra la iniciamos por arriba. El río nace en lo
alto de la meseta de Urbasa y ha horadado una garganta por la que
bajan sus aguas saltando en cascadas y remansándose en pozas
transparentes. Al poco de salir del aparcamiento ubicado al efecto,
la ruta lleva hasta lo alto de la garganta, al lugar conocido como
“el balcón de Pilatos”, desde donde te asomas a unas paredes
verticales que impresionan al más pintado. De repente, del inmenso
agujero que tenemos delante emerge un buitre que durante un instante
está a nuestra altura. Divisamos los dos metros de envergadura que
tienen estas aves y le vemos elevarse sin apenas mover las alas,
planeando majestuoso.
Desde
el pueblo de Baquedano se sube un repecho y luego se baja hasta el
río, iniciándose entonces la ascensión. El recorrido está muy
bien preparado y se baja a cada poco, por una escalera hecha en la
piedra, hasta las pozas, donde está prohibido bañarse. Al final las
dos rutas acaban cansando y regresamos buscando sitios dónde
conseguir agua fresca, pues aunque nos previmos de líquido, no fue
suficiente: la ruta sale de una altura de unos 500 metros y se nota
más calor que en las que se hacen por Urbasa.
Sería
por el calor o no, el caso es que al atardecer calló una tormenta
intensa, aunque breve que no nos estropeó nuestras andanzas de aquel
día, que ya estaban cumplidas.
11
DE SEPTIEMBRE.
El
jueves decidimos hacer “la ruta de los pastores”, que se inicia a
un kilómetro del camping y se adentra en lo que dicen que fue una
calzada romana. Ciertamente el bosque de hayas se abre en una amplia
galería por la que discurre la ruta, un camino magnífico aunque la
lluvia de la tarde anterior nos obligaba a caminar con más cuidado
de lo habitual. La ruta termina en una venta junto al centro de
interpretación. Se trata de una construcción muy rústica, de
madera, con unos cierres al público que la ventera va abriendo según
aumenta la clientela y donde unos paisanos estaban tomándose unos
vinos peleones, al tiempo que hablaban de lo bonito que era su pueblo
y de lo absurdo que era irse de vacaciones a Benidorm, que es la
mayor ilusión de los navarros en verano. Después de tomar un
refresco, hicimos la vuelta por la carretera porque pasan pocos
coches, el paisaje es hermoso y es agradable caminar por allí,
aunque muy atentos a los coches que se oían llegar desde la lejanía
en medio del silencio de Urbasa.
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