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lunes, 15 de septiembre de 2014

Caminos de Urbasa (Navarra)

6 DE SEPTIEMBRE
A pesar de ser sábado, tuvimos que ir a Mérida a solventar un asunto administrativo por la tarde. Después salimos hacia Segovia con el tiempo algo justo para llegar a cenar. Camino de Plasencia reventó una rueda de la caravana, lo cual es siempre un incordio y tiene cierto peligro, pero en una autovía aún más. Menos mal que nosotros tenemos a la Guardia Civil como ángeles de la guarda civiles (como su propio nombre indica) y estaban justo enfrente de donde se nos produjo la avería.

7 DE SEPTIEMBRE.
El domingo discurrió casi en su totalidad entre comer y beber con los amigos y familiares.



8 DE SEPTIEMBRE
El lunes 8 tuvimos que empezar buscando quien nos proveyera de neumáticos para la caravana, lo que no es tan fácil ya que se necesitan de unas medidas que no son las habituales en los coches. Una vez que llegamos a Alsasua y compramos algunas provisiones nos subimos esa carretera que parece una cuerda guardada en un bolsillo. Y menos mal que compramos, porque en todo el Parque Natural de las sierras de Urbasa y Andía, no hay ningún sitio donde hacerlo. Ni en el camping. Eso sí, el camping cuenta con buen restaurante y no muy caro. Lo que no tiene son comunicaciones. A este paraje idílico no llegan ni las ondas del teléfono móvil. El sitio es una extensión de 11.300 hectáreas de tierras elevadas, una especie de pequeña meseta rodeada de un borde más elevado, como si fuera un volcán, aunque este origen no lo menciona ninguna de nuestras fuentes.
El camping es magnífico. En esta época del año y en días de diario no hay casi nadie acampado. Algún turista solitario, alguna pareja que se deja caer por aquí un par de días. Las instalaciones son muy buenas, pero sobre todo nos gusta el paisaje. No les han permitido parcelar para no afear un entorno que es parque natural y la sensación es como si estuvieras en acampada libre.



9 DE SEPTIEMBRE.
La primera ruta que hicimos por Urbasa fue la que sale del Centro de Recepción y se encamina hacia el hayedo encantado, que llaman. Y es verdad que es hayedo y que parece encantado, pero es un espacio de los ganaderos que cuidan los rebaños de vacas y de caballos autóctonos, como pudimos comprobar visitando una pequeña cabaña de madera que los pastores utilizarán para protegerse de las tormentas, supongo. Siguiendo el camino bien señalizado, se llega a un punto en que se inicia la ascensión. No es un ascenso muy prolongado, pero sí intenso. En media hora se hace cima y se llega a la cresta de la sierra que cierra Urbasa, cerca del pico del mismo nombre. Desde ahí se divisa todo el valle del río Arakil, incluyendo Alsasua y las montañas que lo cierran en frente de nosotros. Por allí vimos esos cardos planos que son tan típicos de la zona y que la gente pone en sus casas, ya sea para alejar a los malos espíritus, o algo por el estilo.
Esa tarde aún nos quedaron fuerzas para salir a dar un paseo por las inmediaciones del camping, la zona de Bidoiza. Unas cabañas ganaderas y luego otro inmenso hayedo que nos protegió del sol de la tarde.
Después bajamos a Alsasua para hacernos con un kilo de chuletón de la zona, al que pasamos por la lumbre colocándolo en vertical, sobre el hueso, que es una forma muy recomendable de hacer esta carne.





10 DE SEPTIEMBRE.
Amanece en Urbasa con una gran cantidad de bancos de nieblas, pero al poco se levantan y luce el sol en todo el valle. El miércoles decidimos hacer una de las rutas más interesantes, (o la que más), no fuera a ser que el tiempo se estropeara y al final no pudiéramos. La ruta del Nacedero del Urederra la iniciamos por arriba. El río nace en lo alto de la meseta de Urbasa y ha horadado una garganta por la que bajan sus aguas saltando en cascadas y remansándose en pozas transparentes. Al poco de salir del aparcamiento ubicado al efecto, la ruta lleva hasta lo alto de la garganta, al lugar conocido como “el balcón de Pilatos”, desde donde te asomas a unas paredes verticales que impresionan al más pintado. De repente, del inmenso agujero que tenemos delante emerge un buitre que durante un instante está a nuestra altura. Divisamos los dos metros de envergadura que tienen estas aves y le vemos elevarse sin apenas mover las alas, planeando majestuoso.
Desde el pueblo de Baquedano se sube un repecho y luego se baja hasta el río, iniciándose entonces la ascensión. El recorrido está muy bien preparado y se baja a cada poco, por una escalera hecha en la piedra, hasta las pozas, donde está prohibido bañarse. Al final las dos rutas acaban cansando y regresamos buscando sitios dónde conseguir agua fresca, pues aunque nos previmos de líquido, no fue suficiente: la ruta sale de una altura de unos 500 metros y se nota más calor que en las que se hacen por Urbasa.
Sería por el calor o no, el caso es que al atardecer calló una tormenta intensa, aunque breve que no nos estropeó nuestras andanzas de aquel día, que ya estaban cumplidas.



11 DE SEPTIEMBRE.
El jueves decidimos hacer “la ruta de los pastores”, que se inicia a un kilómetro del camping y se adentra en lo que dicen que fue una calzada romana. Ciertamente el bosque de hayas se abre en una amplia galería por la que discurre la ruta, un camino magnífico aunque la lluvia de la tarde anterior nos obligaba a caminar con más cuidado de lo habitual. La ruta termina en una venta junto al centro de interpretación. Se trata de una construcción muy rústica, de madera, con unos cierres al público que la ventera va abriendo según aumenta la clientela y donde unos paisanos estaban tomándose unos vinos peleones, al tiempo que hablaban de lo bonito que era su pueblo y de lo absurdo que era irse de vacaciones a Benidorm, que es la mayor ilusión de los navarros en verano. Después de tomar un refresco, hicimos la vuelta por la carretera porque pasan pocos coches, el paisaje es hermoso y es agradable caminar por allí, aunque muy atentos a los coches que se oían llegar desde la lejanía en medio del silencio de Urbasa.



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