Una forma sociológica de entender España sería mediante la analogía de los tercios. No me refiero a los Tercios de Flandes del Duque de Alba, sino a que la población española se divide, entendiéndolo de forma simplista, en tres tercios: la derecha, el PSOE y el resto, donde entran los restos de la izquierda que quedan en IU, los nacionalistas, ecologistas y otros. El impulso centrífugo de la política hace que, en la práctica, esto tienda hacia el bipartidismo, pero esto no es real, está motivado por la ley electoral: en mi provincia nunca ha salido ningún diputado a Cortes que no fuera candidato de los grandes partidos y no parece que esto vaya a cambiar, para qué voy a votar a otro que sé que no va a salir. Quedarse en casa o votar a uno de los dos parecen las únicas alternativas.
España tiene un problema con la derecha que representa el PP. Este grupo que en la transición era un grupo minoritario que nunca consiguió hacer frente al reformismo de Suárez, se quedó con toda la herencia de la derecha de la noche a la mañana por culpa del desmoronamiento que sufrió la UCD. Pero existe una incompatibilidad entre la gente de derechas que promueve la democracia, la libertad, la participación de la gente en los asuntos públicos, que no son pocos y la gente de derechas que es simple y llanamente franquista. Conozco gente de derechas (incluso militantes del PP) que reconocen en privado que no soportan a estos franquistas y que echan de menos los tiempos de la UCD.
Después de encontrarse con los beneficios derivados del hundimiento de la UCD, el PP se encontró con los restos del naufragio del PSOE del tándem González-Guerra. Eso fue en las elecciones de 1996, las que dieron el triunfo al candidato franquista del PP, José María Aznar. Ahí vieron que podían ganar practicando una política de derecha dura, en el límite de lo democrático (con unas bases claramente franquistas que aceptan la democracia porque no les queda otro remedio pero a la que maldicen todos los días), aunque la primera legislatura tuvieron que ponerse la piel de cordero para gobernar con apoyos de CiU (cuando hablaban catalán en la intimidad).
Pero no ganaron por esa política, ganaron porque el electorado de izquierdas estaba asqueado de los episodios de corrupción y no acudía a las urnas. El 11-M no fue lo que hizo cambiar la intención de voto, fue la actitud del gobierno Aznar y de su beato ministro del interior, el abulense Acebes, mintiendo a todo el país, preocupados con no perder las elecciones, en lugar de enfrentarse al gran problema que su falta de previsión para frenar el terrorismo islámico había producido. Después de la infamia de la guerra de Irak, aquello fue bastante para que la gente fuera a votar. Lo de la abstención de la izquierda es endémico en España. En la república la izquierda ganó siempre que los anarquistas de la CNT-FAI no pidieron la abstención.
El error Rajoy ha sido seguir en esa línea dura, no admitir su derrota del 2004 y practicar una política intransigente y al borde de lo democrático. Sostener durante cuatro años que ETA estaba detrás de los atentados con toda su armada mediática detrás, vilipendiar al presidente porque negociaba con la banda, como había hecho Aznar en su etapa de gobierno, la guerra que han montado con Cataluña, para decir ahora que lo único que les interesa es la economía, toda vez que han visto con alegría como se desmoronan los indicadores económicos. Pero aún tenían una última baza de extrema derecha para ofrecer a su tropa: la inmigración. Sólo por esto último se merecen perder estas elecciones y que el electorado vaya a votar.
Desde aquí pedimos a nuestros miles de lectores que el próximo domingo vayan a votar. Que voten a lo que quieran, al PSOE, a IU, a los distintos nacionalismos, a los ecologistas o al Partido Anti-taurino (que también existe), a cualquier cosa con tal de no votar a ningún partido reaccionario y xenófobo como el PP.
Y el que no quiera votar a ningún partido que regale su voto a un inmigrante.
España tiene un problema con la derecha que representa el PP. Este grupo que en la transición era un grupo minoritario que nunca consiguió hacer frente al reformismo de Suárez, se quedó con toda la herencia de la derecha de la noche a la mañana por culpa del desmoronamiento que sufrió la UCD. Pero existe una incompatibilidad entre la gente de derechas que promueve la democracia, la libertad, la participación de la gente en los asuntos públicos, que no son pocos y la gente de derechas que es simple y llanamente franquista. Conozco gente de derechas (incluso militantes del PP) que reconocen en privado que no soportan a estos franquistas y que echan de menos los tiempos de la UCD.
Después de encontrarse con los beneficios derivados del hundimiento de la UCD, el PP se encontró con los restos del naufragio del PSOE del tándem González-Guerra. Eso fue en las elecciones de 1996, las que dieron el triunfo al candidato franquista del PP, José María Aznar. Ahí vieron que podían ganar practicando una política de derecha dura, en el límite de lo democrático (con unas bases claramente franquistas que aceptan la democracia porque no les queda otro remedio pero a la que maldicen todos los días), aunque la primera legislatura tuvieron que ponerse la piel de cordero para gobernar con apoyos de CiU (cuando hablaban catalán en la intimidad).
Pero no ganaron por esa política, ganaron porque el electorado de izquierdas estaba asqueado de los episodios de corrupción y no acudía a las urnas. El 11-M no fue lo que hizo cambiar la intención de voto, fue la actitud del gobierno Aznar y de su beato ministro del interior, el abulense Acebes, mintiendo a todo el país, preocupados con no perder las elecciones, en lugar de enfrentarse al gran problema que su falta de previsión para frenar el terrorismo islámico había producido. Después de la infamia de la guerra de Irak, aquello fue bastante para que la gente fuera a votar. Lo de la abstención de la izquierda es endémico en España. En la república la izquierda ganó siempre que los anarquistas de la CNT-FAI no pidieron la abstención.
El error Rajoy ha sido seguir en esa línea dura, no admitir su derrota del 2004 y practicar una política intransigente y al borde de lo democrático. Sostener durante cuatro años que ETA estaba detrás de los atentados con toda su armada mediática detrás, vilipendiar al presidente porque negociaba con la banda, como había hecho Aznar en su etapa de gobierno, la guerra que han montado con Cataluña, para decir ahora que lo único que les interesa es la economía, toda vez que han visto con alegría como se desmoronan los indicadores económicos. Pero aún tenían una última baza de extrema derecha para ofrecer a su tropa: la inmigración. Sólo por esto último se merecen perder estas elecciones y que el electorado vaya a votar.
Desde aquí pedimos a nuestros miles de lectores que el próximo domingo vayan a votar. Que voten a lo que quieran, al PSOE, a IU, a los distintos nacionalismos, a los ecologistas o al Partido Anti-taurino (que también existe), a cualquier cosa con tal de no votar a ningún partido reaccionario y xenófobo como el PP.
Y el que no quiera votar a ningún partido que regale su voto a un inmigrante.
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