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jueves, 27 de marzo de 2008

En el lago Malawi (2)



Caía una lluvia que parecía no tener fin. Tras los cristales se veían las pistas del aeropuerto Internacional de Kamuzu como si fuera un lago natural. Los vuelos de Madrid a Londres y de Londres a Kinshasa habían sido bastante buenos. No había habido incidencias y todo se desarrolló según las previsiones, pero de Kinshasa a Kamuzu me había sentido desolado. En medio de las turbulencias y montado en ese antiguo avión ruso me había preguntado qué pintaba yo en todo esto. Cuando, por fín, llegamos aquí pensé que nos habíamos ganado una ducha y un buen descanso pero las cosas no iban a ser como yo pensaba.
Cuando Lorenzo me presentó a Maggie, nada hacía prever que a nuestra Odisea le faltara un último episodio, aún más difícil de superar que los anteriores. Maggie era una joven keniata, de Nairobi, que al quedarse huérfana de madre se propuso hacerse piloto de helicópteros y no paró hasta conseguirlo. Era puro nervio y pura acción. Un ejemplo de optimismo y espíritu de superación de esa nueva África que no se plantea el futuro en base a la resignación, sino que quiere coger la vida por los cuernos y no se arredra por nada. Maggie era todo un ejemplo de superación.
La mala noticia era que el viaje no había terminado. La expedición era al lago Malawi pero en la orilla del mismo en Mozambique. El lago sirve de frontera entre los dos países, el homónimo del lago y la antigua colonia portuguesa. Descubrí por fin el interés de mi amigo para que le acompañara en esta aventura: quería aprovecharse de mi conocimiento de la lengua de Camões.

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