Durante años los promotores del desarrollo a cualquier
precio han venido diciendo que todo esto del cambio climático era una patraña
de cuatro ecologistas hippies trasnochados. Lo decían sin rubor: "quieren que
volvamos a las cavernas", decían. Incluso eso que los americanos llaman los líderes,
como Geroge W. Bush o José María Aznar, afirmaban tal cosa. Por eso no es de extrañar que los
políticos cuando acaban su vida pública pasen a formar parte de las grandes
empresas, y muy a menudo de las energéticas: Aznar, Felipe González, Javier Solana, Elena Salgado,
Miguel Roca, Luis de Guindos, (cuando dejó su puesto de secretario de estado en el gobierno
Aznar), Pedro Solbes, Miguel Boyer, y un inmenso etcétera, ganan sueldos de vértigo en estas empresas. No es que lo diga
yo, lo dice el diario Expansión, que es una fuente cualificada.
¿Para qué pagan sueldos astronómicos estas empresas a
todos estos políticos? Para que estos líderes, que tienen una gran influencia
entre sus electorados, ya sean de izquierdas o de derechas, defiendan las
premisas de éstas: para que nieguen el cambio climático, alaben el
aumento en el consumo de combustibles, apoyen la energía nuclear y nieguen sus
riesgos, minimicen las ventajas de las energías renovables, creando en los
medios de comunicación, (que lógicamente también están implicados en esta
guerra de propaganda), el caldo de cultivo para sus intereses.
Pero el planeta no está implicado en esta campaña y nadie
puede callarlo. Cualquiera que tenga un poco de sensibilidad puede escucharlo,
puede ver que el cambio ya es notable y que sus afectos se aprecian si uno pone
atención y no solo mira el tiempo para ver lo que va a hacer con su familia el
fin de semana. Un organismo tan poco manipulable por los ecologistas como es la
NASA lo dice en un informe con toda claridad, bien alto, para que se le entienda.
A partir de ahora les va a costar, cada vez más, defender
sus posturas, pero ya suponemos lo que nos van a decir los defensores de las
empresas energéticas: como ya no podemos
solucionarlo, como no tiene remedio, sigamos consumiendo energía.
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