Nuestros problemas económicos tienen un origen muy claro: para enmascarar la auténtica verdad nos crearon una ilusión vana. La auténtica verdad es que el dinero es, cada vez más, para menos personas. El grupo de personas que verdaderamente gana dinero, todas ellas dedicadas a la improductiva industria de la especulación, es cada vez más pequeño. La ilusión vana con la que fuimos aducidos fue la cultura del consumismo a crédito. La auténtica verdad que ahora ya sabemos es que, en realidad, no teníamos dinero para comprar BMWs. No es que no lo tuviéramos, es que el consumismo era una forma de despilfarro que no nos podíamos permitir. Además de ser la gran horterada con la que transitamos de un siglo a otro. Comprar un coche a crédito es una ruina porque cuando el préstamos devuelto empieza a ser significativo el coche empieza a ser insignificante. Pero es que, aun teniendo dinero para comprar al contado ese BMW con el que nos habrían de fundir a multas con los radares, ese dinero tenía muchas finalidades posibles que nosotros limitamos a esa compra. El engaño consistía en que ese consumismo nos hacía también sentirnos ricos. Cuando la gente que tiene dinero (de verdad) se compra un coche de alta gama, lo hace teniendo capacidad de compra suficiente para hacerlo cien veces, mil veces. Y sin pedir créditos.
Ahora ya sabemos lo que toca. Devolverles a los ricos todo el dinero que nos prestaron (y con cuyos intereses se hicieron aún más ricos), financiarles los impagos previsibles a través de los rescates bancarios y pasar calamidades sin fin. ¡Vamos!, un griego.
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