El tema de los novatos es, como todo, un tema complejo que tiene muchas caras, por eso cada cual tiene su opinión sobre estas cosas. Voy a esbozar un poco la mía y para ello me centraré en tres aspectos de la cuestión: el social y cultural, el personal y el académico.
Todas las culturas primitivas tienen ceremonias de iniciación. Le ceremonia de iniciación señala un tránsito entre un estado y otro. El tránsito es un proceso y a menudo requiere tiempo. Mientras que el oficiante se encuentra en esta situación se produce lo que Michael Foucault llamaba una heterotopía, un lugar sin lugar, un espacio heterogéneo y ambiguo. Aún no son universitarios, pero ya han dejado de ser escolares.
Al hablar de culturas primitivas nos estamos refiriendo a una situación anterior al mundo moderno. En éste, las ceremonias de iniciación no existen o están tan reducidas que apenas se significan. El mundo post-moderno en que vivimos ha promovido la recuperación de aspectos de nuestra cultura que la modernidad había negado, pero uno tienen serias dudas de que esa crítica a la modernidad no oculte un regreso a situaciones sociales que la modernidad había superado, es decir que la post-modernidad acabe siendo un estado reaccionario, que diría un marxista. En efecto, señalar el carácter de novato puede tener varios significados, pero tiene uno que es consustancial: remarcar y hacer patente la estratificación social. De ahí su carácter fundamentalmente reaccionario. Así, al lado de una supuesta “recuperación” de significados simbólicos culturales, lo que se está haciendo es establecer de forma clara y diáfana la existencia y preeminencia de “una sociedad de clases”. El alegre universitario pensará que no hay nada de esto, que de lo que se trata es de pasar un rato agradable y sobre todo buscar algo que hacer para no tener que enfrentarse al vacío de abrir un libro y ponerse a trabajar, pero no es así, la novatada está hecha para transmitir culturalmente los valores más reaccionarios, para imponer una estratificación social cuya desaparición fue otrora el objetivo de las distintas modernidades que impusieron un cierto progreso social. Por eso hasta fechas recientes, los rituales de novatadas han estado limitados a estamentos como el militar, donde siempre tuvieron una gran consideración y fueron muy aplaudidos por mandos y oficiales. De hecho, lo más llamativo de la novatada universitaria reside en comprobar como un estamento que siempre se ha caracterizado por su visión progresista de la sociedad ha podido caer tan bajo, sin olvidarnos de las dudas que plantean sobre su capacidad que personas entregadas a lo científico, el rigor académico y la excelencia, realicen prácticas tan degradantes para ellos y para los demás.
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Porque si social y culturalmente la novatada universitaria nos parece impropia, a nivel de relaciones personales plantea aspectos que llegan a poner en cuestión la calidad moral de quienes las realizan. El novato es una persona que llega a un entorno nuevo que le plantea retos muy difíciles y lo que necesita es que alguien del estamento recién alcanzado le ayude a solventar estos retos. En ese sentido, el veterano tiene un papel fundamental que puede aportar una gran ayuda. Ni la administración universitaria ni ninguna autoridad académica está tan cerca del novato como el veterano, que debería ser quien resolviera los muchos pequeños asuntos que le impiden su objetivo fundamental en la universidad que no puede ser otro que realizar los estudios para los que se ha matriculado.
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Esto nos lleva a la tercera de las consideraciones que hemos apuntado, ¿cuál es el objetivo académico que se plantean los alumnos? En una situación de crisis económica, en la que los países ricos de Europa nos escupen a la cara a los mediterráneos que están hartos de rescatarnos de nuestras propias irresponsabilidades, de nuestros despilfarros de recursos y de nuestra desidia, la imagen que dan estos comportamientos me parece vergonzosa. El objetivo principal de las novatadas es, no nos engañemos, pasar un mes o mes y medio sin plantearse siquiera abrir un libro. Como ese futuro científico que afirma en el periódico: ¡Quiero novatadas todo el año! Cada uno puede orientar su vida como mejor le parezca, pero no con mi dinero. Quiero decir que esos universitarios están utilizando, en su mayoría, una universidad pública que pagamos todos con nuestros impuestos, pues ni lejanamente la pagan ellos con el importe de sus matrículas, así que deberían responder de la utilidad que dan a esos dineros ahora que nos están recortando hasta los servicios más necesarios del estado. La irresponsabilidad, el despilfarro de recursos y la desidia que muestran quienes deberían optar a ser lo más preparado de nuestra sociedad, suponen una vergüenza tan grande que sería mejor que se alejaran del centro de las ciudades y escondieran su comportamiento donde no sea visto por la gente que madruga por las mañanas para ir a trabajar. No me extraña que el vicerrector anime a” denunciar a los estudiantes que se hayan sentido agredidos, humillados o que hayan sufrido alguna práctica que genere inquietud en su derecho a la libre asistencia a clase”. Desde luego, quienes se entregan a estas bromas no defienden el respecto a las libertades personales.
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