Tiene razón Juan José Millás en su artículo de hoy de El País: ahora comprendemos la metáfora de Saramago en su “ensayo sobre la ceguera”. Primero, porque estamos constando sorprendidos que nadie sabe ver la crisis económica actual y en segundo lugar, porque tampoco nadie sabe ver una alternativa a un discurso de izquierdas. ¿Cómo hemos podido llegar a esto? Millás no sólo es un gran escritor sino que además se ha mostrado ya como un buen pedagogo literario, como demuestra en los programas que hace en “la ventana” de la SER donde comenta relatos que el público le envía.
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La ceguera actual debe de tener alguna causa. Tal vez la primera es el miedo a pensar que últimamente nos ha entrado. En esta sociedad post-moderna está permitido hacer bromas, ser irónico, satírico, ver la realidad con distanciamiento. Se puede adoptar una actitud aprobatoria o de rechazo sobre cualquier tema pero siempre que se haga de una manera superficial. La frivolidad es una obligación, no una opción. En definitiva, un análisis medianamente profundo de algo, hecho con rigor, con fundamento histórico y razonado es un trabajo condenado al fracaso por pedante e improcedente. No nos está permitido, en los tiempos que corren, hacer cosas con apasionada dedicación. Venimos del fracaso de las grandes ideologías del siglo XX y nadie quiere volver a meter la pata, en especial en la izquierda. Solamente los que siempre fuimos de izquierdas pero estuvimos a salvo de tentaciones marxistas, (en cuanto a estalinistas y totalitarias), seguimos aquí, donde siempre, si bien algo desconcertados también por el propio hundimiento de los demás.
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Hay más razones que nos han llevado a la ceguera actual. Uno de los pilares sagrados de nuestra cultura burguesa es la división del trabajo. Históricamente, cuando los burgueses arrebatan el poder a la aristocracia (en el siglo XVIII), sienten muy próxima la posibilidad de que las clases desaparezcan, asunto que los divide. Unos apoyan esta posibilidad y dan lugar al nacimiento del pensamiento socialista y el anarquismo. Los demás se sienten horrorizados y son los que promueven una revisión conservadora de la “Revolución Francesa”, los que procuran la restauración monárquica en Francia y actitudes parecidas en el resto de Europa. Pues bien, para la sociedad burguesa resultante, la división del trabajo es el fundamento de una sociedad de clases. Según esto, la reflexión y el análisis de lo que sucede en la sociedad está reservado a unos pocos que tienen la facultad reconocida para ello. Son los intelectuales que perteneciendo a una clase dirigente han adquirido, dicen, una capacidad para el análisis de la que los demás no estamos dotados. ¿Dónde estaban estos preparados analistas cuando la economía se vino abajo? Son los mismos que proponen como solución para la crisis que nos bajen los sueldos. Y ya está. Dice Noam Chomsky que en nuestras sociedades podemos opinar sobre baseball (en EE.UU.) o sobre futbol (en Europa), pero no nos está permitido opinar sobre política, sobre las cuestiones públicas que en realidad nos incumben, a pesar de que “nos va la vida en ello”.
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¿Qué podemos hacer para salir de la ceguera? Yo empezaría por leer a Saramago o a Jose Luís Sampedro, que además es también economista.
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P.D. Perdón por la inmodestia.
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La ceguera actual debe de tener alguna causa. Tal vez la primera es el miedo a pensar que últimamente nos ha entrado. En esta sociedad post-moderna está permitido hacer bromas, ser irónico, satírico, ver la realidad con distanciamiento. Se puede adoptar una actitud aprobatoria o de rechazo sobre cualquier tema pero siempre que se haga de una manera superficial. La frivolidad es una obligación, no una opción. En definitiva, un análisis medianamente profundo de algo, hecho con rigor, con fundamento histórico y razonado es un trabajo condenado al fracaso por pedante e improcedente. No nos está permitido, en los tiempos que corren, hacer cosas con apasionada dedicación. Venimos del fracaso de las grandes ideologías del siglo XX y nadie quiere volver a meter la pata, en especial en la izquierda. Solamente los que siempre fuimos de izquierdas pero estuvimos a salvo de tentaciones marxistas, (en cuanto a estalinistas y totalitarias), seguimos aquí, donde siempre, si bien algo desconcertados también por el propio hundimiento de los demás.
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Hay más razones que nos han llevado a la ceguera actual. Uno de los pilares sagrados de nuestra cultura burguesa es la división del trabajo. Históricamente, cuando los burgueses arrebatan el poder a la aristocracia (en el siglo XVIII), sienten muy próxima la posibilidad de que las clases desaparezcan, asunto que los divide. Unos apoyan esta posibilidad y dan lugar al nacimiento del pensamiento socialista y el anarquismo. Los demás se sienten horrorizados y son los que promueven una revisión conservadora de la “Revolución Francesa”, los que procuran la restauración monárquica en Francia y actitudes parecidas en el resto de Europa. Pues bien, para la sociedad burguesa resultante, la división del trabajo es el fundamento de una sociedad de clases. Según esto, la reflexión y el análisis de lo que sucede en la sociedad está reservado a unos pocos que tienen la facultad reconocida para ello. Son los intelectuales que perteneciendo a una clase dirigente han adquirido, dicen, una capacidad para el análisis de la que los demás no estamos dotados. ¿Dónde estaban estos preparados analistas cuando la economía se vino abajo? Son los mismos que proponen como solución para la crisis que nos bajen los sueldos. Y ya está. Dice Noam Chomsky que en nuestras sociedades podemos opinar sobre baseball (en EE.UU.) o sobre futbol (en Europa), pero no nos está permitido opinar sobre política, sobre las cuestiones públicas que en realidad nos incumben, a pesar de que “nos va la vida en ello”.
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¿Qué podemos hacer para salir de la ceguera? Yo empezaría por leer a Saramago o a Jose Luís Sampedro, que además es también economista.
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P.D. Perdón por la inmodestia.
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