Hace unos días acudimos al MEIAC de Badajoz, (Museo Español e Iberoamericano de Arte Contemporáneo), a la inauguración de una exposición sobre arte de vanguardia y flamenco, asunto que empieza a ser moda porque a principios del 2008 vimos otra sobre ese tema en el “Reina Sofía”, si bien en aquella ocasión se refería a las vanguardias históricas y ahora a autores en activo. En la inauguración nos encontramos con mi vecino Emilio que se ha jubilado recientemente y acude (jubiloso) a estos acontecimientos. Había allí una “instalación” consistente en un montón de guitarras españolas colocadas sobre unos soportes y boca abajo, una obra de Javier Codesal. En la presentación de la muestra se dice que es una representación de lo masculino (al invertir las guitarras), que es un homenaje a Much (El Grito), etc. Mi amigo me lo enseña con enfado, como diciendo ya están aquí otra vez los embaucadores del arte contándonos sus patrañas. Yo un poco molesto de estas cosas le doy razón. Patrañas.
Pero después la imagen se grava en la memoria y vuelve en alguna ocasión. En efecto, tiene reminiscencias de esa cabeza deforme que pintó Munch. Nos recuerda un coro de furias en una tragedia griega. Es una imagen que tiene cierta fuerza, esas guitarras allí puestas sobre un soporte, con el mástil hacia abajo, adquieren una autenticidad de algo que nos cuesta explicar. Mantiene además un diálogo con una tradición cultural que va del teatro griego a los orígenes de las vanguardias del siglo XX. Pero además son guitarras. Todo ello crea una cierta confusión y la confusión empieza a dotar a la imagen de una cierta autenticidad. Se vuelve inquietante y por eso mismo portadora de mensajes ambiguos.
No sabemos qué cosa es el arte. La pintura no tiene por qué consistir en representar fielmente los objetos con el engaño de una técnica pictórica. ¿Para qué? Personalmente no tengo una gran formación estética, pero si puedo decir que cuanto más leo de estética, menos certezas tengo al respecto. El arte no es algo medible, algo que trasmite un mensaje obvio. Ni aún en un mundo tan obvio como el de nuestra cultura burguesa. Si fuera así, no sería arte, sería ingeniería o derecho civil.
Pero después la imagen se grava en la memoria y vuelve en alguna ocasión. En efecto, tiene reminiscencias de esa cabeza deforme que pintó Munch. Nos recuerda un coro de furias en una tragedia griega. Es una imagen que tiene cierta fuerza, esas guitarras allí puestas sobre un soporte, con el mástil hacia abajo, adquieren una autenticidad de algo que nos cuesta explicar. Mantiene además un diálogo con una tradición cultural que va del teatro griego a los orígenes de las vanguardias del siglo XX. Pero además son guitarras. Todo ello crea una cierta confusión y la confusión empieza a dotar a la imagen de una cierta autenticidad. Se vuelve inquietante y por eso mismo portadora de mensajes ambiguos.
No sabemos qué cosa es el arte. La pintura no tiene por qué consistir en representar fielmente los objetos con el engaño de una técnica pictórica. ¿Para qué? Personalmente no tengo una gran formación estética, pero si puedo decir que cuanto más leo de estética, menos certezas tengo al respecto. El arte no es algo medible, algo que trasmite un mensaje obvio. Ni aún en un mundo tan obvio como el de nuestra cultura burguesa. Si fuera así, no sería arte, sería ingeniería o derecho civil.
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