España es un proyecto fallido. Se
podrá decir que habiendo una crisis económica y política, los que fuimos
críticos con el proyecto constitucional aprovechamos ahora para llevar el tema
al terreno que nos importa. Puede ser. Se podrá decir lo que se quiera sobre
las opiniones que cada uno tenga y es probable que en cierta medida sea cierto,
pero lo que no me puede negar nadie es que nuestra actual España es un proyecto
fallido porque lo es por muchas razones. Algunos seguimos pensando que nuestra
ejemplar transición democrática fue un fracaso porque en síntesis consistió en
cambiar las reglas del juego pero no el juego. Hemos seguido jugando a lo mismo
que venimos haciendo desde hace mucho tiempo y ese juego no vale. Es la conocida frase del personaje de Burt
Lancaster en el Gatopardo, la película de Visconti: hay que cambiarlo todo para que no cambie nada. Eso es lo que hizo
la transición. Este personaje propio del esperpento de Valle-Inclán, con el
pelo cano, al que siempre se le ve
embutido en un traje caro y que trae de cabeza al actual gobierno de España,
pertenece a la misma clase dirigente que se instauró con el franquismo, lo
mismo que los miembros de ese gobierno que compartió con el personaje
despachos, mesa y mantel. Es una clase alejada de los refinamientos de la alta
burguesía. Son gente que no va a la ópera, van a los toros. No juegan al golf
sino que van de cacería. Se me podrá decir que el ser humano evoluciona, que
cambia, pero para que eso suceda hay que hacer un propósito de la enmienda y,
con dolor de contrición, hay que tratar de cambiar las bases de nuestro
pensamiento y el objeto de nuestra ambición. Los alemanes lo hicieron, después
de los crímenes cometidos contra la humanidad por el III Reich. En España
pasamos del franquismo a la democracia por arte de birlibirloque en una
magnífica maniobra supuestamente dirigida por el ingenio real. Nadie ha dicho
que el franquismo fue un sistema político criminal, decir eso era de mal gusto
y sólo servía para poner de manifiesto el resentimiento y el odio de quien lo hacía.
Por ese motivo, muchos de nuestros abuelos siguen enterrados en las cunetas de nuestra
querida España y un juez que quiso ponerle fin a esa ignominia lo quisieron
meter en la cárcel y si no pudieron hacerlo entonces lo hicieron luego de
manera aún más infame: por tratar de juzgar, entre otros, a ese personaje
propio del esperpento de Valle-Inclán, con el pelo cano, al que siempre se le ve embutido en un traje
caro y que trae de cabeza al actual gobierno de España y al resto de sus
compañeros.
España es un proyecto fallido
porque sus bases están podridas. No sólo porque haya corrupción política: se
podrá decir que hay políticos honestos y es cierto que los hay, como esos
concejales del P.P. que han dimitido esta semana. Pero han sido dos y sin
embargo la corrupción alcanza a un abanico inmenso de partidos, de organismos
públicos, etc. Esto es grave, pero lo
peor está debajo de esto. Lo peor es que España y los países que viven con
cierto nivel de corrupción arruinan las reglas del juego que hacen que un país
sea eficaz. Me han comentado recientemente que un estudio señala a la
corrupción como la causa del atraso de algunos países pobres de África, más
allá de otras causas posibles como la falta de créditos, los abusos neocolonialistas
de los países ricos, la falta de recursos naturales y cualquier otra. En un
sistema corrupto, las empresas, los profesionales, todo el mundo alcanza sus
beneficios a través de la corrupción. Esto es injusto puesto que en esa
situación el que más se corrompe es el que más gana, pero resulta que además
eso supone que las empresas, los profesionales, todo el sistema económico deje
de basarse en la competencia, base de la eficacia del sistema capitalista de
mercado, (la cual, por cierto, tratan de evitar de la forma que sea los más liberales
defensores del capitalismo). Si el éxito no depende de la eficacia, ¿para qué
ser eficaces? Tu empresa puede ser de lo más ineficaz tanto para gestionar el
producto que ofreces al mercado como para gestionar tus propios beneficios,
pero si disfrutas de las mieles de la corrupción, nada de esto tendrá
importancia. Trata bien a tus benefactores, unta bien a los políticos y a los
que por estar obligados a defender lo público (que no es de nadie) se avienen a
defender lo tuyo y lo demás no tendrá la más mínima importancia: ¡qué inventen
ellos! Nosotros para qué vamos a innovar. Si tenemos créditos ponemos todos los
recursos del estado a disposición de las obras faraónicas que más que por su
eficacia interesan por la cantidad de dinero que mueven y lo que sale de ahí
para todos. En caso contrario haremos negocio con la sanidad pública que es lo
último que queda en la caja. Y el que no pueda que se aguante y si no que se
vaya a trabajar a Alemania que están pidiendo profesionales cualificados. A ver
qué hacen allí sin el sol de España, sin las cañas en las terrazas y en los
chiringuitos de las playas, con lo aburrido y triste que es el norte.
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