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miércoles, 13 de febrero de 2013

Defendiendo el optimismo.



Aunque pueda pensarse lo contrario, algunos desde el pesimismo defendemos con valentía el mayor de los optimismos. Esto es así porque los que hemos sido tildados durante años de pesimistas somos los más optimistas del corral porque aún creemos que se pueden cambiar las cosas para mejorarlas.

El País semanal se cierra hoy, como es costumbre, con el artículo de Javier Marías que en esta ocasión dedica a los indultos. El artículo empieza así: “Les ruego que reconozcan sinceramente que, como me pasaba a mí, hasta hace muy poco no le habían dedicado un pensamiento a la Ley del Indulto ni a su aplicación en España”. Parece que tal cosa sea cierta, pero oculta un hecho muy grave. En este país se han producido, según Marías, 17.059 indultos, que se dice pronto, suponen casi dos diarios desde que vivimos en una democracia, o para hablar con algo de propiedad, desde que vivimos en una democracia formal, (que no real). Estos indultos, como ahora sabemos, han sido promulgados en beneficio en su gran mayoría de numerosos políticos de cualquiera de los partidos llamados democráticos, de algunos servidores fieles de los mismos, (como esos mossos de escuadra que ahora conoce todo el mundo), para gente muy poderosa, como el Sr. Sáenz del Banco de Santander y otros, elegidos en función del carácter discrecional de la propia figura del indulto, como menciona en su artículo Marías.

El que sólo unos infatigables pesimistas fuéramos conscientes de este hecho puede suponer dos cosas, tal vez ambas ciertas.

- En primer lugar que la gente no ha querido saber. Hasta que las garras de la crisis nos han arrancado la piel y nos han dejado con el cuerpo social sangrando, nadie quería perder el buen humor pensando en que este tipo de cosas estuvieran pasando y que nuestra supuesta democracia ejemplar fuera una engañifa para tontos.

- En segundo lugar, porque, si bien es cierto que estas informaciones aparecían en los medios, no recibían tanta atención por éstos como lo hacían el discurso anual del Jefe del Estado y las previsiones económicas del gobierno para el ejercicio siguiente, (previsiones que ningún gobierno llegó a cumplir pero que llenaban las portadas de los periódicos y habrían los telediarios).

Cada cual que saque ahora sus consecuencias.

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