Domingo, 5 de septiembre.
Viajar por Alemania es fácil, pero hay que ir con cuidado. Con un tamaño algo menor que España, un urbanismo disperso en pequeños núcleos residenciales de viviendas casi siempre unifamiliares y el doble de población, las carreteras son una intrincada red de autopistas llenas de cruces que te llevan a otras autopistas. Pasarse uno de esos cruces supone hacer un montón de kilómetros caer en el pecado de la blasfemia y perder mucho tiempo, por eso lo mejor es comprarse en cuanto que se entra en la República Federal un mapa de carreteras a una escala de 1/300.000 o aún mayor, como 1/200.000 y estar muy atento a las salidas y cruces de autopistas.
Llamo a mi hija a Barcelona y me dicen que se ha ido a la playa. Aquí hemos tenido 5 grados por la mañana y hemos encendido la calefacción de la caravana. ¡Qué contraste tan grande!
Hemos cruzado el país del oeste al este y además hemos subido hacia el norte. Estamos en Dresde, (Dresden en alemán), qué estuvo en la Alemania del Este, (DDR), ya sabes, aquella que ganaba todas las medallas olímpicas en atletismo femenino porque atiborraban a las mujeres de testosteronas. Se ven los bloques de viviendas, tan escasos en la occidental, que se construyeron durante la dictadura estalinista. Hay aún edificios con la huella innegable de la dictadura. ¡Con qué facilidad apreciamos esa huella! Todas las dictaduras hacían la misma arquitectura, la misma decoración, con motivos alegóricos al trabajo, una estúpida pasión por los bajorrelieves, (como en el imperio romano), y una inexplicable ansia por imitar el diseño más burgués. En el centro aún están las casas elegantes de la clase alta de aquel régimen, los altos cargos del Partido Comunista, construidos sin recato en medio del centro histórico. Hoy con el mismo descaro se han llenado de modernísimos comercios y se están haciendo apartamentos de lujo, exclusivos, según reza la publicidad.
Lunes, 6 de septiembre.
El patrimonio histórico de Dresde es impresionante. Antes de caer del otro lado del Telón de Acero, fue un centro importantísimo de industria y, a consecuencia de ello, la ciudad estuvo dominada por una gran burguesía que construyó grandes edificios públicos y privados. Anteriormente ya había sido la sede del importante gobierno de Sajonia y la nobleza había creado palacios, catedrales e iglesias imponentes. Destaca el conjunto del Zwinger, con palacios y jardines rococós, la Kreutzkirche, el palacio real, la ópera romántica construida por Semper un arquitecto amigo de Wagner y la Iglesia de Nuestra Señora, Frauenkirche. Como quiera que casi todo el conjunto edificado de Dresde quedó arruinado una noche de 1945 por un inmisericorde bombardeo anglo americano, esta última iglesia quedó sin reconstruir, como muestra de la insensatez de la guerra, dijeron las autoridades de entonces. Pues bien, a partir de los años noventa se ha reconstruido en su totalidad, inaugurándose de nuevo en el año 2005.
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