José Vidal-Beneyto es un sujeto residual de lo que en tiempos fueron los intelectuales de izquierdas. Aunque esto pueda sonar peyorativo no lo digo con ánimo de ofender. En el caso de Vidal-Beneyto, (filósofo, sociólogo y politólogo de reconocida carrera europea), estamos ante uno de los pocos pensadores que realizan análisis y publican conclusiones sin ser correa de transmisión de las ideas de un partido, aunque su proximidad al Partido Socialista es por otra parte innegable. Si no véase este párrafo de un artículo suyo aparecido en diciembre de 2007, cuando por cierto aún no se habían desatado las alarmas de los fondos basura:
"Nadie puede escandalizarse de que José María Aznar haya puesto sus capacidades al servicio de las actividades especulativas del capitalismo financiero mundial, ni siquiera en su versión más abrupta, la de los fondos que se califican de basura, los hedge funds, a los que se ha vinculado con su incorporación a la Sociedad Centaurus. Ni tampoco de que Rodrigo Rato haya abandonado su posición rectora en el Fondo Monetario Internacional, tan importante para España, y se haya enrolado, evidentemente, con el único propósito de aumentar su patrimonio en el grupo Lazard, uno de los grandes especialistas mundiales en el montaje de operaciones de financiación especulativa. Pues estos comportamientos son menos incongruentes con las convicciones políticas de sus protagonistas que la función de consejo de las grandes empresas de nuestro país del antiguo ministro socialista de Economía Carlos Solchaga; y sobre todo que la práctica asesora que ejerce Felipe González, la figura más emblemática de la socialdemocracia española, para con el magnate de la comunicación Carlos Slim y uno de los hombres más ricos de América Latina así como las intervenciones que según la prensa, ha realizado a petición de éste a favor de algunos líderes políticos conservadores latinoamericanos como Vicente Fox".
Pues bien, este lúcido analista avisa ahora del peligro que supone para Europa y su sistema político la extensión de un modelo de gobierno que podemos denominar de “grosera demagogia mediática” lo que ejemplifica en la figura de una hidra con dos cabezas que se empieza a conocer en Europa con el nombre de Berluscozy, en clara referencia a los mandatarios italiano y francés. Se trata de un sistema político que ha renunciado al debate para terminar con la televisión como única fuente de opinión pública.
El abandono de la cultura tradicional basada en el libro como medio de transmisión de datos, conocimientos, análisis y discusiones, a menudo llenos de interesantes puntos de vista y lúcidos razonamientos, no tenía por qué ser inevitablemente perjudicial para una cultura con el grado de madurez alcanzado en los países desarrollados. Sin embargo, la sustitución de este instrumento cultural por los “media” no se ha producido de forma inocente. El triunfo de la televisión, entendida como el campo de cultivo de la vulgaridad, no está encaminado solamente a qué la gente se divierta evitándoles el mal trago de tener que aguantar las peroratas de supuestos intelectuales que nos obligan a un ejercicio continuo de confesión y propósito de la enmienda, según la manida tradición judeo-cristiana. El triunfo de la televisión como el ágora donde hoy día se dirimen los problemas de lo que es público, (lo que no está en la televisión no existe), no es una casualidad. ¿Hay alguien tan inocente para no darse cuenta de que una gran parte de la televisión europea y la mayor parte de las cadenas italianas están en manos de Berlusconi? ¿Es que esto no tiene ninguna lectura política? No creo que la ceguera europea haya llegado a tales extremos, pues estaríamos más cerca ya de la ceguera de la novela de José Saramago que de otra cosa. En el caso francés Sarkozy ha conseguido su dominio político no por medios de comunicación propios, sino porque se ha postulado como el representante de esos medios, contando con la amistad de muchos de los magnates franceses de la comunicación.
"Nadie puede escandalizarse de que José María Aznar haya puesto sus capacidades al servicio de las actividades especulativas del capitalismo financiero mundial, ni siquiera en su versión más abrupta, la de los fondos que se califican de basura, los hedge funds, a los que se ha vinculado con su incorporación a la Sociedad Centaurus. Ni tampoco de que Rodrigo Rato haya abandonado su posición rectora en el Fondo Monetario Internacional, tan importante para España, y se haya enrolado, evidentemente, con el único propósito de aumentar su patrimonio en el grupo Lazard, uno de los grandes especialistas mundiales en el montaje de operaciones de financiación especulativa. Pues estos comportamientos son menos incongruentes con las convicciones políticas de sus protagonistas que la función de consejo de las grandes empresas de nuestro país del antiguo ministro socialista de Economía Carlos Solchaga; y sobre todo que la práctica asesora que ejerce Felipe González, la figura más emblemática de la socialdemocracia española, para con el magnate de la comunicación Carlos Slim y uno de los hombres más ricos de América Latina así como las intervenciones que según la prensa, ha realizado a petición de éste a favor de algunos líderes políticos conservadores latinoamericanos como Vicente Fox".
Pues bien, este lúcido analista avisa ahora del peligro que supone para Europa y su sistema político la extensión de un modelo de gobierno que podemos denominar de “grosera demagogia mediática” lo que ejemplifica en la figura de una hidra con dos cabezas que se empieza a conocer en Europa con el nombre de Berluscozy, en clara referencia a los mandatarios italiano y francés. Se trata de un sistema político que ha renunciado al debate para terminar con la televisión como única fuente de opinión pública.
El abandono de la cultura tradicional basada en el libro como medio de transmisión de datos, conocimientos, análisis y discusiones, a menudo llenos de interesantes puntos de vista y lúcidos razonamientos, no tenía por qué ser inevitablemente perjudicial para una cultura con el grado de madurez alcanzado en los países desarrollados. Sin embargo, la sustitución de este instrumento cultural por los “media” no se ha producido de forma inocente. El triunfo de la televisión, entendida como el campo de cultivo de la vulgaridad, no está encaminado solamente a qué la gente se divierta evitándoles el mal trago de tener que aguantar las peroratas de supuestos intelectuales que nos obligan a un ejercicio continuo de confesión y propósito de la enmienda, según la manida tradición judeo-cristiana. El triunfo de la televisión como el ágora donde hoy día se dirimen los problemas de lo que es público, (lo que no está en la televisión no existe), no es una casualidad. ¿Hay alguien tan inocente para no darse cuenta de que una gran parte de la televisión europea y la mayor parte de las cadenas italianas están en manos de Berlusconi? ¿Es que esto no tiene ninguna lectura política? No creo que la ceguera europea haya llegado a tales extremos, pues estaríamos más cerca ya de la ceguera de la novela de José Saramago que de otra cosa. En el caso francés Sarkozy ha conseguido su dominio político no por medios de comunicación propios, sino porque se ha postulado como el representante de esos medios, contando con la amistad de muchos de los magnates franceses de la comunicación.
El caso es que estos personajes ya aparecen reflejados en una de las primeras películas que alcanzaron la categoría de clásicos en el cine, me refiero al Ciudadano Kein de Orson Welles. La cosa viene de lejos.
Una vez conseguido el poder ¿qué es lo que hacen los demagogos mediáticos con él? De momento lo estamos viendo en Italia y lo que vemos no es muy esperanzador. El barco Italiano se aleja de las posturas conservadoras para acariciar las costas de lo que en tiempos (cuando había aún análisis político) se llamaba pura y simplemente fascismo. Ya veremos, dijo un ciego.
Una vez conseguido el poder ¿qué es lo que hacen los demagogos mediáticos con él? De momento lo estamos viendo en Italia y lo que vemos no es muy esperanzador. El barco Italiano se aleja de las posturas conservadoras para acariciar las costas de lo que en tiempos (cuando había aún análisis político) se llamaba pura y simplemente fascismo. Ya veremos, dijo un ciego.
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