Bueno, llegó el momento: voy a explicar la crisis económica. Desde hace tiempo he desoído las miles de voces que me pedían a diario que lo hiciera porque tenía otras cosas que contar, pero hoy ya toca.
No voy a explicar la crisis como experto, que no lo soy. Ni siquiera he leído las páginas de economía que trae el periódico El País los domingos: han ido siempre directamente al contenedor de reciclaje de papel o las he reutilizado para pelar patatas y echar las mondas en esas páginas color sepia que luego iban al cubo de la basura, aunque últimamente comemos pocas patatas porque engordan, (pero no hay que olvidar que es una comida muy de crisis en otros países de Europa).
Tampoco lo voy a hacer con carácter pedagógico, esto de la-crisis-explicada-a-los-tontos. Hay una página muy buena que salió al principio y que casi todo el mundo conoce. Es la de Leopoldo Abadía y se puede ver en formato doc pinchando en esta dirección:
http://www.elconfidencial.com/fotos/diccionario.doc
Simplemente voy a dar la explicación de “un cualquiera”. Por una razón muy sencilla, porque los expertos son los que nos han metido en esto, no nos advirtieron de lo que iba a pasar y ahora se están llevando nuestro dinero sin solucionarnos nada. Así que: que les vayan dando. De modo que lo único que pretendo es dar voz a las víctimas. Dice un chiste de El Roto que ha tenido bastante éxito: No os preocupéis, el sistema capitalista volverá a renacer de vuestras cenizas.
Lo primero que hay que considerar para entender esta crisis es que, en nuestro país, no hay una sino dos: la internacional y la nuestra. Así que iremos por partes.
PRIMERA CRISIS.
La crisis internacional era inevitable porque es propia del capitalismo que tiene como forma de funcionamiento el crecimiento continuado. Hace unos años los ecologistas defendíamos por razones medioambientales el crecimiento cero, pero esto hoy día ya no lo plantea nadie porque el sistema no lo permite. El capitalismo es como una bicicleta, se ha dicho. En una bicicleta si paras de dar pedales es muy fácil que te caigas. Pero el problema no es que haya que estar siempre dando pedales, el problema es que hay que ir aumentando de velocidad constantemente. En el capitalismo no se habla de ganancias sino de incremento de ganancias. No consiste en un sistema que proporciona beneficios y con el cual la gente puede vivir bien. Se trata de hacer negocios cada vez más lucrativos y para ello si es preciso se acaba con el planeta, se le declara la guerra a un país que no nos ha hecho nada o matamos a quien haga falta para poder conseguir que los ricos dupliquen sus ingresos cada poco tiempo. Porque no nos engañemos, a la gente normal nos va bien con el sistema, pero no en la esfera de lo que acabo de relatar. De hecho yo calculé, partiendo de lo que ganaba cuando empecé en mi trabajo actual, lo que ha aumentado mi sueldo en comparación con los precios de las cosas (el IPC), y ahora gano un tercio menos de lo que ganaba en la primera mitad de los años ochenta. Claro que, mientras, mucha gente como Bill Gates ha acumulado una cantidad de dinero que ni él, ni sus hijos ni sus nietos podrán gastar jamás, (por mucho que despilfarren), y otros que ya eran ricos lo son ahora mucho más. Por el contrario yo caí en las garras de una administración pública y éstas desde los ochenta no han hecho más que ir para abajo: menos impuestos para garantizar más beneficios a los ricos.
Este crecimiento ilimitado y continuo es inviable. Al menor contratiempo la economía se contrae porque la gente que invierte su dinero para que funcionen las empresas lo retira si ve que puede haber problemas (crisis de confianza). En otras ocasiones la cosa está tan alegre que todo el mundo compra, los precios se ponen por las nubes y la inflación se dispara, creando una crisis económica debido a que el propio dinero pierde su valor. Pero hay otras en que nada de esto sucede y sin embargo la bicicleta se estrella, precisamente debido a la velocidad que llevaba. Si todo el mundo hace buenos negocios, todo el mundo invierte, compra pisos, coches y vacaciones, llega un momento en que estamos moviendo una cantidad de dinero tan ingente que en la realidad no existe. Estamos en una economía ficticia. La gente compra pisos con dineros que no tiene, que le prestan bancos que tampoco tienen para prestar tanto pero que siguen haciéndolo para duplicar sus beneficios en poco tiempo, estos bancos se lo piden prestado a otros (crédito interbancario), que están garantizados en última instancia por los propios gobiernos, que a su vez están endeudados, (bonos del estado), para hacer más cosas de las que pueden y poder ganar las elecciones de nuevo … Y así hasta que cualquier fallo pone en evidencia las debilidades del sistema. Ya sabemos que en este caso ha sido que se han concedido créditos de alto riesgo que no se debían haber concedido, pero que los bancos americanos hicieron para duplicar sus ingresos en poco tiempo. Cuando esto trasciende, los inversores saben que va a haber impagados y que la cosa va ir para abajo, con lo cual retiran su confianza (y sus dineros) y la crisis está servida.
SEGUNDA CRISIS.
También la crisis española era inevitable porque somos españoles. Quiero decir que los españoles somos cigarras, no somos hormigas como la gente del centro y norte de Europa, somos mucho más simpáticos, más alegres, divertidos y dicharacheros, pero no hacemos previsiones para el invierno. Es lo que tenemos. Un pueblo de toreros, como el nuestro, no puede ser previsor. Si eres previsor no te pones delante de un toro que prevés que te puede cornear. Así que los toreros somos así.
Como España es un país muy grande, había una minoría de españoles que sí eran previsores, eran los conocidos como “aguafiestas”, los que veníamos diciendo desde hace unos años que esto no podía seguir así. “No seas aguafiestas e invierte tus ahorros en un piso”, nos decían nuestros compatriotas, mientras todo el mundo hacía la misma inversión: comprar pisos o inmuebles. Cuando todo el mundo hace el mismo negocio, eso deja de ser negocio. ¿Quién es el tonto que va a comprar el piso con el que todo el mundo está especulando? Ese supuesto tonto era mi hijo que se fue a vivir con su novia, pero que, afortunadamente, tuvo la buena idea de no invertir en un piso que, en cualquier caso, le iba a costar una fortuna que necesitaría toda su vida para llegar a pagar. Así que la cosa se vino abajo. En parte por la crisis mundial, en parte por culpa de mi hijo, pero en parte porque nuestra economía no puede basarse, de forma casi exclusiva, en la industria de la construcción. Un sistema basado en la ambición y que busca duplicar los ingresos en poco tiempo, si se centra en exclusiva en una industria, llega a colapsarla totalmente. En principio no hubo problemas, la gente compraba un piso y, sin empezar a pagarlo, lo vendía en dos meses y se ganaba 20.000 euros sin hacer nada y casi sin arriesgar dinero. Hubo que traer emigrantes para que trabajaran en la construcción mientras que la parte más cigarra de nuestra clase obrera dormía la siesta en el paro, (en pleno boom no faltaba un 10% de parados). Incluso estos emigrantes demandaban pisos para vivir y el negocio seguía creciendo. Toda la costa española estaba en construcción y debatíamos si los últimos resquicios que quedaban, los Parques Naturales y Espacios Naturales Protegidos, debían ser talados y edificados para dar asilo a los jubilados de todo el centro y norte de Europa. ¿Debe un país sacrificar su riqueza para que una pareja de cigüeñas negras hagan sus guarrerías y procreen en unos solares magníficos, con la mayor rentabilidad urbanística de toda Europa? Antes que esas cigüeñas, (que además son negras), están el futuro de nuestros hijos, digo yo. Pero como este ZP quiso acabar con España poniéndonos frente a los fusiles de los etarras y no pudo, se dedicó entonces a fastidiar la economía nacional. El caso es que la burbuja inmobiliaria nos estalló en las narices y nos puso perdidos. Países que habían tenido un desarrollo parecido al nuestro, como Irlanda y Finlandia lo habían basado en dos cosas: un sistema educativo ejemplar e inversiones en industrias de nuevas tecnologías. Microsoft instaló su central para Europa en Irlanda, mientras todo el mundo se compraba un móvil Nokia. Nosotros mientras tanto haciendo apartamentos en la playa.
Ya sea por culpa de las cigüeñas negras, de ZP, o de mi hijo, esto se ha terminado. España ya no puede basar su economía en la construcción. Si la crisis mundial se acabara mañana, ¿a qué íbamos a dedicar nuestros esfuerzos y nuestros dineros los españoles?
No voy a explicar la crisis como experto, que no lo soy. Ni siquiera he leído las páginas de economía que trae el periódico El País los domingos: han ido siempre directamente al contenedor de reciclaje de papel o las he reutilizado para pelar patatas y echar las mondas en esas páginas color sepia que luego iban al cubo de la basura, aunque últimamente comemos pocas patatas porque engordan, (pero no hay que olvidar que es una comida muy de crisis en otros países de Europa).
Tampoco lo voy a hacer con carácter pedagógico, esto de la-crisis-explicada-a-los-tontos. Hay una página muy buena que salió al principio y que casi todo el mundo conoce. Es la de Leopoldo Abadía y se puede ver en formato doc pinchando en esta dirección:
http://www.elconfidencial.com/fotos/diccionario.doc
Simplemente voy a dar la explicación de “un cualquiera”. Por una razón muy sencilla, porque los expertos son los que nos han metido en esto, no nos advirtieron de lo que iba a pasar y ahora se están llevando nuestro dinero sin solucionarnos nada. Así que: que les vayan dando. De modo que lo único que pretendo es dar voz a las víctimas. Dice un chiste de El Roto que ha tenido bastante éxito: No os preocupéis, el sistema capitalista volverá a renacer de vuestras cenizas.
Lo primero que hay que considerar para entender esta crisis es que, en nuestro país, no hay una sino dos: la internacional y la nuestra. Así que iremos por partes.
PRIMERA CRISIS.
La crisis internacional era inevitable porque es propia del capitalismo que tiene como forma de funcionamiento el crecimiento continuado. Hace unos años los ecologistas defendíamos por razones medioambientales el crecimiento cero, pero esto hoy día ya no lo plantea nadie porque el sistema no lo permite. El capitalismo es como una bicicleta, se ha dicho. En una bicicleta si paras de dar pedales es muy fácil que te caigas. Pero el problema no es que haya que estar siempre dando pedales, el problema es que hay que ir aumentando de velocidad constantemente. En el capitalismo no se habla de ganancias sino de incremento de ganancias. No consiste en un sistema que proporciona beneficios y con el cual la gente puede vivir bien. Se trata de hacer negocios cada vez más lucrativos y para ello si es preciso se acaba con el planeta, se le declara la guerra a un país que no nos ha hecho nada o matamos a quien haga falta para poder conseguir que los ricos dupliquen sus ingresos cada poco tiempo. Porque no nos engañemos, a la gente normal nos va bien con el sistema, pero no en la esfera de lo que acabo de relatar. De hecho yo calculé, partiendo de lo que ganaba cuando empecé en mi trabajo actual, lo que ha aumentado mi sueldo en comparación con los precios de las cosas (el IPC), y ahora gano un tercio menos de lo que ganaba en la primera mitad de los años ochenta. Claro que, mientras, mucha gente como Bill Gates ha acumulado una cantidad de dinero que ni él, ni sus hijos ni sus nietos podrán gastar jamás, (por mucho que despilfarren), y otros que ya eran ricos lo son ahora mucho más. Por el contrario yo caí en las garras de una administración pública y éstas desde los ochenta no han hecho más que ir para abajo: menos impuestos para garantizar más beneficios a los ricos.
Este crecimiento ilimitado y continuo es inviable. Al menor contratiempo la economía se contrae porque la gente que invierte su dinero para que funcionen las empresas lo retira si ve que puede haber problemas (crisis de confianza). En otras ocasiones la cosa está tan alegre que todo el mundo compra, los precios se ponen por las nubes y la inflación se dispara, creando una crisis económica debido a que el propio dinero pierde su valor. Pero hay otras en que nada de esto sucede y sin embargo la bicicleta se estrella, precisamente debido a la velocidad que llevaba. Si todo el mundo hace buenos negocios, todo el mundo invierte, compra pisos, coches y vacaciones, llega un momento en que estamos moviendo una cantidad de dinero tan ingente que en la realidad no existe. Estamos en una economía ficticia. La gente compra pisos con dineros que no tiene, que le prestan bancos que tampoco tienen para prestar tanto pero que siguen haciéndolo para duplicar sus beneficios en poco tiempo, estos bancos se lo piden prestado a otros (crédito interbancario), que están garantizados en última instancia por los propios gobiernos, que a su vez están endeudados, (bonos del estado), para hacer más cosas de las que pueden y poder ganar las elecciones de nuevo … Y así hasta que cualquier fallo pone en evidencia las debilidades del sistema. Ya sabemos que en este caso ha sido que se han concedido créditos de alto riesgo que no se debían haber concedido, pero que los bancos americanos hicieron para duplicar sus ingresos en poco tiempo. Cuando esto trasciende, los inversores saben que va a haber impagados y que la cosa va ir para abajo, con lo cual retiran su confianza (y sus dineros) y la crisis está servida.
SEGUNDA CRISIS.
También la crisis española era inevitable porque somos españoles. Quiero decir que los españoles somos cigarras, no somos hormigas como la gente del centro y norte de Europa, somos mucho más simpáticos, más alegres, divertidos y dicharacheros, pero no hacemos previsiones para el invierno. Es lo que tenemos. Un pueblo de toreros, como el nuestro, no puede ser previsor. Si eres previsor no te pones delante de un toro que prevés que te puede cornear. Así que los toreros somos así.
Como España es un país muy grande, había una minoría de españoles que sí eran previsores, eran los conocidos como “aguafiestas”, los que veníamos diciendo desde hace unos años que esto no podía seguir así. “No seas aguafiestas e invierte tus ahorros en un piso”, nos decían nuestros compatriotas, mientras todo el mundo hacía la misma inversión: comprar pisos o inmuebles. Cuando todo el mundo hace el mismo negocio, eso deja de ser negocio. ¿Quién es el tonto que va a comprar el piso con el que todo el mundo está especulando? Ese supuesto tonto era mi hijo que se fue a vivir con su novia, pero que, afortunadamente, tuvo la buena idea de no invertir en un piso que, en cualquier caso, le iba a costar una fortuna que necesitaría toda su vida para llegar a pagar. Así que la cosa se vino abajo. En parte por la crisis mundial, en parte por culpa de mi hijo, pero en parte porque nuestra economía no puede basarse, de forma casi exclusiva, en la industria de la construcción. Un sistema basado en la ambición y que busca duplicar los ingresos en poco tiempo, si se centra en exclusiva en una industria, llega a colapsarla totalmente. En principio no hubo problemas, la gente compraba un piso y, sin empezar a pagarlo, lo vendía en dos meses y se ganaba 20.000 euros sin hacer nada y casi sin arriesgar dinero. Hubo que traer emigrantes para que trabajaran en la construcción mientras que la parte más cigarra de nuestra clase obrera dormía la siesta en el paro, (en pleno boom no faltaba un 10% de parados). Incluso estos emigrantes demandaban pisos para vivir y el negocio seguía creciendo. Toda la costa española estaba en construcción y debatíamos si los últimos resquicios que quedaban, los Parques Naturales y Espacios Naturales Protegidos, debían ser talados y edificados para dar asilo a los jubilados de todo el centro y norte de Europa. ¿Debe un país sacrificar su riqueza para que una pareja de cigüeñas negras hagan sus guarrerías y procreen en unos solares magníficos, con la mayor rentabilidad urbanística de toda Europa? Antes que esas cigüeñas, (que además son negras), están el futuro de nuestros hijos, digo yo. Pero como este ZP quiso acabar con España poniéndonos frente a los fusiles de los etarras y no pudo, se dedicó entonces a fastidiar la economía nacional. El caso es que la burbuja inmobiliaria nos estalló en las narices y nos puso perdidos. Países que habían tenido un desarrollo parecido al nuestro, como Irlanda y Finlandia lo habían basado en dos cosas: un sistema educativo ejemplar e inversiones en industrias de nuevas tecnologías. Microsoft instaló su central para Europa en Irlanda, mientras todo el mundo se compraba un móvil Nokia. Nosotros mientras tanto haciendo apartamentos en la playa.
Ya sea por culpa de las cigüeñas negras, de ZP, o de mi hijo, esto se ha terminado. España ya no puede basar su economía en la construcción. Si la crisis mundial se acabara mañana, ¿a qué íbamos a dedicar nuestros esfuerzos y nuestros dineros los españoles?
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