Es un honor dirigirme a ustedes
para presentar mi candidatura a la presidencia de esta cámara. Este parlamento
está llamado a representar la soberanía de Europa y debemos, señorías, estar a
la altura de lo que ello significa hoy.
El sueño de Europa ha sido
sepultado muchas veces pero siempre consiguió despertar de nuevo. Así sucedió
hace casi 70 años: Europa volvió a despertar en la resistencia de sus pueblos
contra el fascismo, en los supervivientes de los campos de exterminio, en
quienes dieron su vida por la justicia y la libertad. Millares de compatriotas
míos, que habían luchado defendiendo la democracia en España, participaron en
esa lucha y en ese sueño de justicia. No se imaginan el orgullo que me produce
como español que los primeros tanques que entraron a liberar Paris fueran
guiados por combatientes españoles. Hoy, cuando la intolerancia y la xenofobia
vuelven a amenazarnos, quiero reivindicar la memoria europea del antifascismo y
la de todos los pueblos amantes de la libertad y la democracia.
Señorías, lo mejor de nuestro
continente y de nuestra historia común se forjó en las revoluciones que
hicieron al pueblo sujeto de derechos, por encima de reyes, de dioses, de
nobles y de grandes propietarios. El mejor patrimonio de Europa es la voluntad
de sus ciudadanos de ser libres y no ser siervos de nadie. No ser siervos de
nadie, señorías, eso es la democracia.
Por eso hoy debo decirles que los
pueblos a los que debemos las libertades y los derechos sociales no lucharon
por una Europa en la que sus gentes vivan en el miedo a la pobreza, a la
exclusión, al desempleo o al desamparo frente a la enfermedad. La expropiación
de la soberanía y el sometimiento al gobierno de las élites financieras,
amenazan el presente y el futuro de Europa, amenazan nuestra dignidad, amenazan
la igualdad, la libertad y la fraternidad, amenazan nuestra vida en común.
La creación de nuevas instancias
supranacionales no tiene que pagarse al precio de incapacitar a la ciudadanía.
Nuestros pueblos no son menores de edad, ni colonias de ningún fondo de
inversiones, no conquistaron y defendieron su libertad para entregársela a una
oligarquía financiera. No son términos abstractos, señorías, todos ustedes
conocen bien el problema. Es escandalosa la facilidad con que se mueven aquí los
lobbies al servicio de grandes corporaciones así como las puertas giratorias
que convierten a los representantes de la ciudadanía en millonarios a sueldo de
grandes empresas. Hay que decirlo alto y claro: esta manera de funcionar hurta
la soberanía de los pueblos, atenta contra la democracia y convierte a los
representantes políticos en casta.
Señorías, la democracia en Europa
ha sido víctima de una deriva autoritaria. En la periferia europea la situación
es trágica: nuestros países se han convertido casi en protectorados, en nuevas
colonias, donde poderes que nadie ha elegido están destruyendo los derechos
sociales y amenazando la cohesión social y política de nuestras sociedades.
De América Latina aprendimos que
la deuda externa está diseñada para ser impagable, y que los países que más han
crecido lo hicieron con una quita sustancial y una auditoría pública de su
deuda. Todos conocen en esta cámara la deuda perdonada hace no tanto tiempo a
Alemania. No es sólo una cuestión de justicia, tiene que ver con la integración
europea y con la democracia: la deuda es hoy un mecanismo de mando y saqueo de
los pueblos del sur. Eso es lo que está sucediendo en esos países que, con
marcado racismo, algunos denominan PIGS. Pero supongo que son ustedes
conscientes de que no hay Europa sin sus pueblos del Sur, como no la hay sin
sus pueblos del Este, sometidos también a duras condiciones de la Troika, cuyo
rumbo amenaza con destruir el proyecto europeo dejando un rastro de miseria,
pobreza y violencia.
Pero hay otro camino. Hay
alternativa a las políticas de empobrecimiento y al secuestro de la soberanía.
Este Parlamento, en esta hora crítica para Europa, debe estar a la altura, debe
demostrar sensibilidad y convertirse en el epicentro de una sacudida
democrática en la Unión Europea, una sacudida que frene la deriva autoritaria
de la Troika. Este Parlamento debe expresar la legitimidad democrática de
origen que a todos nos reúne, la voz de los ciudadanos, y no los arreglos entre
élites. El Parlamento Europeo no puede ser un premio de consolación, ni una
jubilación dorada.
Señorías, Hoy yo no me dirijo a
una cámara de cinco, seis o siete grupos parlamentarios. Tampoco me dirijo a
las maquinarias de partido. Me dirijo a ustedes, señoras y señores
eurodiputados, porque ustedes tienen un contrato de responsabilidad política
firmado con sus pueblos. Me dirijo a los demócratas y a sus conciencias.
Nuestra primera fidelidad, a la que todas las demás deben supeditarse, es con
los ciudadanos que nos han elegido. Ellos no están en los pasillos de este
edificio, ni en los hoteles que rodean esta cámara. Pero recuerden: ellos son
los soberanos y tarde o temprano pedirán cuentas de lo que se ha hecho en su
nombre.
Me dirijo también y muy
especialmente a mis colegas eurodiputados de los países del sur de Europa.
Ustedes han visto las consecuencias reales que tienen las políticas impuestas
por la Troika. Ustedes saben que las políticas de austeridad han fracasado:
nuestros países son hoy más pobres, con economías destruidas, con sociedades
heridas de injusticia e instituciones cuarteadas por la corrupción y el
descrédito. Ustedes saben que es hora de ayudar a nuestros países a ponerse de
nuevo en pie. Les pido que al menos hoy voten como griegos, como irlandeses,
como portugueses, como italianos, como checos, como polacos, como rumanos, como
españoles. No sólo para que puedan mirar a la cara a su gente cuando vuelvan a
casa, sino porque así estarán defendiendo Europa. Les pido su voto consciente
de que muchos de ustedes no comparten este secuestro de la democracia, sabiendo
que muchos de ustedes están sinceramente comprometidos con el bienestar de sus
pueblos. Les pido el voto para frenar a la gran coalición que impone la
austeridad y el totalitarismo financiero.
Quiero dirigir mis últimas palabras
a la ciudadanía y a los pueblos de Europa que han salido a la calle en estos
años para defender justicia social y la democracia. A los millones que habéis
dicho basta en las plazas europeas, quiero deciros que sois el orgullo, el
corazón democrático de Europa. Mantened alta la bandera de la dignidad. Los
pueblos de Europa hemos pasado por peores situaciones y nos hemos sacudido a
los déspotas. No sé si hoy podremos arrebatarle la presidencia de este
parlamento a la gran coalición pero si nos seguís empujando os aseguro que
venceremos. El mañana es nuestro.
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