Un amigo mío socialista me
dijo una vez que una de las personas que más odiaba en el mundo era el juez Garzón. Digo esto porque los
socialistas no tienen motivos para estarle agradecido: investigó la corrupción
socialista y se negó a seguir en el gobierno de González.
Garzón será un juez estrella,
pero también es un juez infatigable. Sus colegas que tanta envidia le tienen
podían haber hecho más contra el narcotráfico de lo que hicieron, contra el
terrorismo, contra la corrupción, contra las mafias… Y no lo hicieron.
Pero cuando Garzón investigó
la trama de corrupción del partido de la derecha la cosa se puso fea. Ahí se
acabó el estado de derecho, ¡hasta ahí podíamos
llegar! El partido de Fraga saltó a la caza del juez como un solo hombre. Los
jueces, los medios de comunicación, los hombres y mujeres de la cultura de
derechas, (si es que cultura y derechas pueden ir juntos), fueron a por él en
cuestión de horas, en cuanto tocó la trama Gürtel. Ya sabes niño, con el P.P.
no se juega.
Esa es la democracia española,
no muy distinta de otras democracias vecinas, pero muy lejana del concepto
original de democracia:
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