En Europa se han producido muchas de las grandes revoluciones del pensamiento habidas en la humanidad. Primero fue el mito, en las primeras culturas mediterráneas servía para explicar lo que no se veía, lo que se ignoraba. Posteriormente, una segunda revolución fue el nacimiento de la filosofía en Grecia, es lo que se ha llamado resumiendo, el paso del mito al logos. Con la caída del Imperio Romano, Europa se transforma en una sociedad teocrática hasta la llegada del humanismo renacentista que viene a recuperar la tradición clásica. La Ilustración del siglo XVIII da lugar a la ciencia tal como la hemos conocido. La mecánica clásica de Newton sienta las bases de una revolución científica que pretende explicar el mundo averiguando las causas que están detrás de los hechos, después de establecer una relación causal (causa-efecto) para todos los fenómenos físicos. Este cientificismo se traslada a otras ciencias, dentro de lo que la tradición había incluido en las humanidades, hasta que la postmodernidad trata de poner coto a los logros de la modernidad.
Pero las transformaciones habidas tras la postmodernidad son aprovechadas por los sectores más reaccionarios, con importante apoyo político a partir de 1.980, para acabar con muchos de los axiomas en que se basaba nuestra cultura. Entre estos se ha puesto de moda recientemente poner en crisis algunos tan importantes como el de la causalidad. Esto es lo que podríamos llamar el paso del logos al topos. El pensamiento tópico, instaurado para hacer frente a todo lo que pueda suponer un pensamiento utópico, por ser de alguna manera su contrario, se ha apoderado de la sociedad europea de forma aplastante. El culmen de este proceso se da cuando instituciones supuestamente científicas, renuncian al paradigma científico causal para adoptar el tópico.
Toda esta absurda perorata viene a cuento, para ilustrar las causas de lo que ha pasado esta semana con los pepinos españoles en Alemania. Las autoridades sanitarias de Hamburgo y el laboratorio oficial, tras analizar unos pepinos recogidos en el mercado encuentran la bacteria E-coli en unas piezas procedentes de Almería. No se analiza el hecho de que en España no se haya dado caso alguno de contaminación alimentaria (salvo dos que habían estado en Alemania), ni siquiera se analiza el hecho de que esta bacteria sea de origen animal y el hecho de que la infección de las hortalizas se tenga que haber producido por alguna causa extraña que habrá que determinar. ¿Por qué un laboratorio oficial y una institución pública como el Gobierno de Hamburgo llegan a una conclusión tan peregrina? La respuesta es porque se han basado en un tópico: el tópico de que España es un país descuidado y sucio y el de que en La República Federal no pueden pasar estas cosas.
Es tan fuerte la carga del prejuicio en la mentalidad europea actual que, el último bastión de la racionalidad, es decir el mundo científico, se ha contaminado y no por una bacteria sino por la falaz mentalidad del prejuicio tópico.
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