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lunes, 3 de enero de 2011

Infelicidad de año nuevo.

Todos estamos llamados a desaparecer, es una de las servidumbres que tiene la vida. Morimos porque estamos vivos, en última instancia no hay otra explicación. A pesar de ello, cuando sucede, nos fastidia.
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Decía Berlanga que pensar en la muerte no le daba miedo, le cabreaba. A muchos nos cabrea que haya muerto el director de cine que nos hizo pensar España en tono de comedia, que sustituyó el sentimiento trágico de la vida por la visión lúcida de la condición humana, con precisa disección, pero no exenta de ternura. Va a ser difícil sustituir el cine y sobre todo esa visión de la realidad, máxime cuando el año pasado llorábamos la muerte del guionista certero por excelencia, Rafael Azcona.
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José Saramago no era español pero era uno de esos hombres que nos echaban una mano para entender el mundo. A través de su literatura sencilla, como el hombre sencillo que nació José, veíamos lo que no podíamos o no queríamos ver, nos curaba de la ceguera, de esa extraña ceguera que se había apoderado del mundo y que era la causa de que cada vez más gente se quedara sin poder ver la realidad. Para tener una esperanza hay que conocer primero el dolor. No hay atajos.
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El dolor era una de las herramientas que utilizaba magistralmente Enrique Morente. El dolor de todo un pueblo que él usaba sin engaños, sin exageración falsa. Y también la alegría y el amor, la amistad y el goce. Ahora nos hemos quedado sin todo ello, cuando más lo disfrutábamos. Cuando mejor estábamos, viéndole triunfar con su hija, convertida en verdadera Estrella. Otros tendrán que venir a sustituir a todos estos genios: Miguel Poveda, Estrella Morente. Están llamados a sorprendernos como hacia Enrique cada vez que abría su boca y de su garganta salía el canto dolido y los melismas que, como decía Camarón, nos serenan.
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El último de los grandes desaparecidos en el 2010 no es un artista. Ni siquiera es un ser humano, es un medio de comunicación. Desde el lejano tiempo en que apareció la televisión en España y siendo niño disfruté de su descubrimiento, cada vez más, he ido perdiendo el interés por el medio. Uno es así de esnob. No obstante, espero que aún no esté prohibido tener este tipo de opiniones. Últimamente casi lo único que veía era la cadena CNN+. En cualquier momento la conectaba para ver las noticias, el tiempo o cualquier información. Los únicos programas que seguía asiduamente eran casi exclusivamente “hoy” de Iñaki Gabilondo, ocasionalmente “cara a cara” de Antonio San José y Leticia Iglesias y, a menudo, “El debate” de Jose María Calleja.
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Ahora pongo la televisión y me sale una pareja de retrasados mentales que duermen juntos en una cama. Lo han hecho para hacernos más daños: ¡24 horas de Gran Hermano!. Pueden hacerlo porque la cadena la han comprado pero creo que no nos pueden obligar a ver la tele. Me parece que aún no es obligatorio.
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Entre los propósitos de año nuevo tal vez incluya el de no ver más la televisión. Si fui capaz de dejar el tabaco…




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