Se suele decir que sólo son noticias las malas noticias. Pues esta vez no es así. Todos los periódicos del mundo han abierto sus ediciones con una muy buena noticia: el salvamento de los 33 mineros atrapados en la mina de Chile. Desde Aljazeera en Oriente Medio hasta el Süddeutsche Zeitung de Munich, desde la prensa inglesa a la española, todos los medios informan de esta gran noticia. Me alegro por los mineros y me alegro por Chile. Éste es un país que ha sufrido mucho y que se merecía lo que le está pasando ahora: lleva varios años en una recuperación económica que le está colocando entre los países más desarrollados del mundo. Lugar que le corresponde porque Chile fue, hasta la llegada del criminal dictador, la democracia más antigua de América Latina.
Dice la prensa que el salvamento va a costar entre 10 y 20 millones de euros. El editorial de El País afirma que con menos dinero se hubiera evitado el derrumbe. No estoy de acuerdo, hubiera costado más porque las medidas de seguridad que hay que tomar deberían de imponerse en todas las minas del país, lo que, a la larga, costará más de 20 millones de euros. Pero eso es lo más importante. Este rescate es espectacular y hay que felicitar a los responsables chilenos por su eficacia, pero la verdadera eficacia consiste en que no vuelvan a suceder derrumbes y accidentes como el que acaba de terminar. Cueste lo que cueste.
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