Refiere Juan José Millás una de esas imágenes célebres en que aparece el Presidente Rodríguez Zapatero reunido con un grupo de inversores. La conclusión a la que llega el articulista es que si en lugar de inversores fueran militares todos entenderíamos que nuestro país ha sufrido un golpe de estado y eso es lo que ha pasado, según nos dice el escritor, pues da igual que sean militares o banqueros, el caso es que hemos perdido la soberanía sobre los asuntos de la patria. Llevamos décadas negociando unas leves cesiones de soberanía a la autoridad europea sin que hayamos avanzado poco más que en los asuntos relativos a la liberalización del comercio y de los capitales y ahora resulta que, de la noche a la mañana, toda una política económica y social que el presidente había enunciado a bombo y platillo durante meses y que muchos habíamos aplaudido como muy acertada se desmonta un día porque le han dicho que esto no puede seguir así.
Uno es tan bruto, que se mantiene en sus trece al sostener que no tenemos que seguir la política que nos marque el mundo financiero que son esos que nos guardan nuestro dinero, lo invierten donde les da la gana, incluso en operaciones muy rentables pero arriesgadas y nos cobran por ir a sacarlo o por hacer cualquier gestión con él y a los que, para colmo, hemos tenido que salvar poniendo los recursos de todos a su disposición.
Ante este estado de cosas, uno decide ir a la huelga y se encuentra al día siguiente con que no ha ido ni el Tato, es decir, ni los representantes sindicales que viven de esto. Me dicen que el problema está en que no entiendo cómo funciona la cosa, que hay que ser realista. Yo contesto que no, que lo que quieren es robarnos la cartera una vez más.
Cuando empiezo a pensar si me estaré volviendo loco, porque no puede ser que sea el único cuerdo en esta historia, aparecen los franceses y vienen a decir conmigo que la política económica, como todo en la vida, es negociable y que no van a dejarse amedrentar por los mercados que, además, en lugar de sacarnos de la crisis nos están metiendo en ella. Claro que allí tienen un Presidente de derechas y, además, menguante, como ya hemos dicho aquí, que ha perdido su crédito entre la clase media con el asunto de arrimarse a la extrema derecha a costa de los pobres gitanos rumanos y nosotros tenemos más miedo a que cambie el gobierno que a un nublado. Los jóvenes franceses han entendido muy bien que si se aumenta la edad de jubilación disminuyen sus posibilidades de encontrar trabajo.
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El presidente del gobierno me baja el sueldo más de un 5% y mi madre se preocupa más del futuro de éste que del de su hijo.
¿Alguien entiende esto?
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