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jueves, 28 de mayo de 2009

Sobre Jacinto Peñaranda (y III)

A veces uno se mete en averiguaciones y averigua cosas que no hubiera querido.
Me ha pasado con unas citas que encontré en el artículo de Suárez Rastrojo en Revista de Occidente sobre Jacinto Peñaranda. Resulta que menciona el filólogo la amistad de nuestro escritor, (digamos diletante), con Ruiz Velasco. Ruiz Velasco era, a la sazón, presidente de la Cámara de Comercio de Madrid y persona de cierto peso en la vida económica y política de la capital. Sin embargo varios autores han apuntado las relaciones que mantuvo este fabricante de jabones con el dictador Primo de Rivera y Orbaneja y de manera especial, las que tuvo después, una vez instaurada la república, con su hijo, José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia. Según menciona Rafael de Juanes en su Historia de las dictaduras Ibéricas, Ruiz Velasco fue el soporte económico de José Antonio en los momentos difíciles previos a la fundación de Falange Española. En efecto, hasta que el joven abogado consiguiera convencer a las clases dirigentes madrileñas de la necesidad de hacer frente a la, cada vez mayor, influencia de las organizaciones obreras entre el proletariado español con la “dialéctica de los puños y las pistolas”, José Antonio pasaba algunos apuros económicos intentando mantener el Movimiento Español Sindicalista junto con Julio Ruiz de Alda y otros “valientes camaradas” dispuestos a no dejarse amedrentar por el comunismo internacional. En este periodo, la ayuda económica de Ruiz Velasco y las amistades que este proporcionaba al futuro fundador de la Falange eran fundamentales. En la monografía de de Juanes, se señala la amistad del presidente de la Cámara de Comercio con nuestro escritor, refiriéndose a éste no en su calidad de fabulador sino como representante de la embajada que tenía que tratar asuntos relativos a las inversiones de Ruiz Velasco en las minas de cobre chilenas.
Pero cuando el empresario es apresado por el Gobierno de la República en los días posteriores al alzamiento y se le toma declaración, éste menciona al chileno como el enlace efectivo de la ultraderecha española con sus correligionarios al otro lado de la mar océano. Gestiones estas que, desde luego, no hacía como diplomático, (en realidad como simple empleado de la embajada), sino como fascista convencido dispuesto a ayudar a los empresarios y comerciantes españoles y a los chilenos en su lucha contra la amenaza roja.
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Ante estos tristes descubrimientos no me queda otra cosa que retractarme de mis recomendaciones y censurar los escritos de Jacinto Peñaranda por ser obra de un fascista confeso y nunca arrepentido, al menos en lo que hemos llegado a conocer de su existencia.

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