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viernes, 17 de octubre de 2008

Funcionarios...

La gente que menos hace es la que más se queja de que las cosas no vayan bien. (Yo me quejo mucho de cómo van las cosas…).
Ayer decía Lula da Silva, el presidente del Brasil, que esto de la crisis es una cosa de los ricos, que los pobres no tienen crisis. Entiendo que lo dice porque no se han metido en los berenjenales propios de brokers, bancos y demás estirpes de chupasangres. Se han tenido que conformar con crecer a base de trabajo y esfuerzo. Los pobres. Aquí en el mundo avanzado, no se progresa por el esfuerzo se progresa porque somos más listos que los demás. Tampoco queremos compartir nuestro progreso con nadie que haya sido tan tonto de ganarse la vida trabajando. Ayer criticaba un empresario, bueno lo que aquí entendemos por un empresario, que una administración regional que había estado detrás de la promoción de unas viviendas, (promovidas y construidas por empresas, no por esa administración), no había hecho nada para conseguir que los trabajadores de la obra fueran españoles. Este mismo empresario, bueno lo que aquí entendemos por un empresario, estaba construyendo unas viviendas con la inestimable participación de albañiles bolivianos, muy buenos, por cierto manejando la pasta de yeso, mejores que cualquier especialista español.
Hablando de esfuerzo hablaremos de funcionarios. Los funcionarios en este país, están, (estamos), para ganarnos el pan sin el sudor de la frente. Que un funcionario trabaje es algo que saca de quicio a todos. Primero al propio funcionario, que por falta de costumbre, puede llegar a sufrir episodios psicóticos si se ve obligado a ganarse el pan de manera tan mala para las glándulas sudoríparas. En segundo lugar a los funcionarios que le rodean, los cuales podrían llegar a retirarle el saludo y denunciarlo al CESIF. Pero aparte de estos efectos inmediatos que todo el mundo entiende, hay que señalar otro que no siempre es visto por la población no funcionaria, esa que disfruta poniendo a los empleados públicos en el microscopio de sus análisis, me refiero a la mala consideración que tiene para el conjunto del país el hecho de que un funcionario trabaje. Es un deporte nacional quejarse de lo poco que trabajan los funcionarios, pero si, por un casual, lo hacen (me refiero a trabajar), el universo poblacional español salta de inmediato con claras intenciones de sublevación o amotinamiento. Si uno ve las aceras abarrotadas de vehículos que impiden el paso a los peatones acusa de inmediato al cuerpo de la policía local por su desidia. No se le ocurre pensar que tal vez los mandos políticos que controlan el cuerpo desde alturas insignes le han ordenado a sus miembros que sean tolerantes con el comportamiento incívico de los ciudadanos. Al fin y al cabo, a esos políticos los he votado yo. Si por el contrario el policía local multa nuestro coche por haberse subido a la acera, la indignación del afectado es más grande que la cólera de Dios.
Hay en España un funcionario que tiene la maldita manía de trabajar. Todo el mundo sabe que me estoy refiriendo al juez Garzón. Ahora mismo le odia todo el país. Le odia la derecha y la izquierda, le odian los funcionarios y los empresarios, los trabajadores y los nobles, la iglesia y los musulmanes, los etarras y los “manguis”. Es lo único que nos une como nación: el odio a Garzón. El tío se pone a investigar la muerte de Lorca y sale acusando al Caudillo y 34 generales más de la desaparición de 114.266 personas, que hasta las debe de haber contado. Incluso
El País califica la medida de, cuando menos original.
Pues sí que es original. Tan original como investigar los crímenes de Pinochet o de los militares argentinos. Ahora resulta que es una extravagancia decir que el Caudillo cometió crímenes contra la humanidad por dedicarse a exterminar a sus oponentes hasta que los americanos le pararon la mano en el año 1952 (para proceder a lavar su imagen y así poder colocarnos sus bases en el solar patrio). Vaya con el Garzón éste, sí que es original.

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