Tal vez lo que más me ha
sorprendido, por desconocimiento propio, es lo “vendida” que está la economía
española. Estos patriotas del P.P., estos defensores de las esencias patrias,
(defensa que llega hasta cosas tan casposas como el nacional-catolicismo o el
franquismo), son los que han vendido la mitad de la economía que estaba en
manos españolas a inversores extranjeros, en concreto americanos del norte. Esa
operación dirigida por nuestro ministro de economía, Luis de Guindos, es lo más
significativo de las consecuencias que ha tenido la crisis. Les hemos entregado
la parte del león de nuestra economía. Recordamos ahora cómo le decían los
alemanes a los griegos: vale, si estáis en bancarrota, vendernos vuestras islas
del Egeo.
Era de esperar, ¿por qué iban a
poner si no al director de Lehman Brothers en Europa como ministro de economía?
Uno de los responsables de la crisis económica que nos hundió en la miseria, según
parece “ad eternum”, es el elegido para sacar adelante nuestra economía patria.
Ahora vemos que no iba a colaborar en rescatar nuestra economía sino la
“econosuya”. Naturalmente. Tal vez, si hablamos con propiedad no deberíamos
usar la expresión “nuestro ministro de economía”, sino la de “su ministro de
economía”. “Su” de ellos, de los americanos del norte.
Los que no somos expertos en
economía, (ni en sociología, ni en nada), adoptamos una visión simplista de los
problemas. Pero a veces esa visión simplista ayuda a comprender la realidad,
junto con trabajos como los de Juste, por supuesto, que son los que aportan los
datos. Personalmente, comparto la expresión de que la economía española se basa
en un “capitalismo de amiguetes”. Así, con diminutivo informal.
En España, podemos decir con Max
Weber, que el capitalismo es algo que no ha calado nunca en nuestra mentalidad,
(sólo el capitalismo de amiguetes). Según el sociólogo, son virtudes
protestantes, (ellos dicen evangélicas): la profesionalidad, la racionalidad,
la austeridad, el ascetismo y, en base a sus creencias religiosas, el
enriquecimiento como señal de predestinación a la salvación eterna. Aquí no
creemos mucho en todas esas cosas. Nuestra relación con el poder está basada en
los postulados de la Iglesia Católica a la que hemos pertenecido en exclusiva.
El poder en la Iglesia Católica se concentraba en las redes clientelares, (una
herencia de la Roma imperial), y en el nepotismo, (una palabra italiana que viene
de la Roma católica). Ahí está la raíz
del “capitalismo de amiguetes”.
¿Qué es lo primero que tiene que
hacer un padre que quiere ver triunfar a su hijo convertido en millonario?
¿Meterle en un equipo de fútbol? Bueno…, sí; pero también, llevarlo a la
iglesia, que estudie en un colegio religioso. Eso lo saben todos los padres en
España, (y supongo que también en Italia, en Irlanda o en la Argentina). La
base de esto reside en un hecho irrefutable: aunque un alto ejecutivo pueda
llegar a ganar doscientas veces nuestro sueldo, en el fondo los seres humanos
tenemos, todos, unas capacidades muy parecidas. De manera que si tú “estás ahí”
y tienes algo de talento, es fácil que seas elegido para un cargo adecuado a
tus ambiciones.
Por eso, en España, lo más
importante para triunfar es estar ahí. Rubén Juste nos cuenta cómo han estado
ahí los hombres del rey emérito (Colón de Carvajal y los Albertos), los de la
UCD (Martín Villa y Abril Martorell), los del PSOE de Felipe (Carlos Solchaga y
Miguel Boyer), los del P.P. de Aznar (Rato, Blesa y Alierta), los de Zapatero
(Miguel Sebastián) y, finalmente, los de Rajoy (los inversores americanos de
BlackRock).
Estos grupos que se convierten en
poderosos, son los que controlan el país. La trama formada por empresarios,
políticos con puertas giratorias, medios de comunicación (en manos de
empresarios y políticos), y funcionarios corruptibles, son la quita esencia de
lo que antes se llamó, por mal nombre, “la casta”. Esta trama toma nuestro dinero, (a partir de
los bancos y cajas de ahorro), y se enriquece con ello cobrando sueldos
astronómicos por pertenecer a la directiva de las empresas poderosas, mientras
nosotros pagamos la luz, el agua y las telecomunicaciones más caras de Europa,
nuestros sueldos están congelados permanentemente (en la práctica disminuyen),
y nuestro estado del bienestar, que nunca llegó a ser completo, está cada día
más escuchimizado. Sin mencionar los millones de parados y los millones de
subempleados que no pueden salir de esa situación.
Todo esto no tiene nada que ver
con el capitalismo, (más bien parece relacionado con la mafia siciliana).
Capitalismo es lo que hacen los pequeños empresarios, los autónomos, los
pequeños comerciantes, los profesionales liberales, que arriesgan su dinero
todos los días y ponen su trabajo y su esfuerzo para crear empleo y hacer
economía de verdad. Ahí sí hay emprendedores, pero están tan machacados que
apenas pueden salir adelante.
Todos los males que nos acucian
vienen de estas grandes empresas que manejan los hilos del poder y se nos
ocurre pensar que si ese poder estuviera en manos públicas, bajo control
democrático de verdad, si al tiempo descentralizáramos el mundo económico y
nuestra sociedad, tal vez podríamos empezar a vivir bien, con los inmensos
recursos y los magníficos medios de que se dispone, y que hoy día está en manos
de ese famoso 1% de la humanidad.
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