En mi infancia, (los mayores volvemos mucho
a la infancia), a la mayoría de los niños no nos gustaba comer los platos de
lentejas que nos ponían en casa para comer. Era un plato poco atractivo, con
esa masa de cositas de color marrón oscuro, con un caldo que era una pasta
licuada y un poco de chacinas que me parece a mí que no venían a cuento. El
colmo era que tu madre le echara cebolla y te la encontraras cocida en trozos
grandes que producían arcadas de vómito.
Hoy día es uno de mis platos favoritos,
especialmente si están preparadas sin carne y acompañadas de hortalizas,
(cebolla, pimiento verde y zanahoria pasados por la batidora y aliñado todo con
un poco de pimentón). El truco está en el hecho de echar las hortalizas en
trozos grandes para luego poder cogerlas con una cuchara y meterlas en el vaso
de la batidora, y, además, dejarlas un poco caldosas para que no se tornen
pastosas.
En aquellos días en que rechazábamos con
gran inquina esa legumbre, nos contaban en clase (de religión) la historia de
Jacob que, según el Libro del Génesis, compró a su hermano Esaú su
primogenitura, (con todos los privilegios que conlleva tal cosa en el mundo
rural) ¡por un plato de lentejas! Dice el Antiguo Testamento que Jacob era de
carácter templado y estudioso. Parece ser, entonces, que Esaú era todo lo
contrario, un impaciente y un gran ignorante, además de un mal inversor. A
veces pasan estas cosas: que cada hermano se lleva una parte de la herencia
genética.
Recuerdo que cuando estudiábamos (religión)
nos costaba mucho entender estas cosas. Pero más aún nos costaba entender otras
como la inmaculada concepción; dificultad que resolvíamos aprendiéndonos de
memoria un larguísimo texto escrito por el obispo de Roma que había redactado
el Catecismo Católico. Pero de todas las dificultades, la mayor, sin lugar a
dudas, era entender la Santísima Trinidad, que afirma la existencia de “tres
personas distintas y un solo Dios verdadero”. En el colegio de los padres
agustinos donde estudié, había, por entonces, frailes jóvenes que, por ser muy
dialogantes, (veníamos del mayo del 68), pretendían explicarnos el “misterio”,
sin que nadie lograra jamás superar tal dificultad. Pero había otros frailes
mayores, más engarzados en la tradición eclesiástica que nos decían: “¿entender?,
¿entender? Aquí no hay nada que entender, es una cuestión de fe y nada más. Hay
que creerlo porque así lo afirma la Santa Madre Iglesia.”
Y hétenos aquí. Una generación conocida como
“mayores de cincuenta y cinco años” en las encuestas sociológicas, que se ha
educado en la aceptación acrítica de la ortodoxia. Es un mecanismo mental
aprendido. El problema es que se trata de una generación que tiene ciertas
dificultades para entender el mundo, sobre todo, porque acepta una cierta
renuncia a entender las cosas y haciendo caso a aquellos frailes, cuando se les
plantea una cuestión escuchan aún aquello de: “¿entender?, ¿entender? Aquí no
hay nada que entender, es una cuestión de fe y nada más".
En Francia ha habido elecciones
presidenciales y han salido elegidos dos candidatos. Uno, es el que el escritor
Enric Bonet llama, haciéndose merecedor del premio al “oxímoron del año”, el
“banquero antisistema”. El otro es el candidato de la extrema derecha, la
candidata Marine Le Pen, la hija menor de Jean-Marie Le Pen, una especie de
“fascista simpática”.
Gracias al artículo de Enric Bonet nos
enteramos de que mi tocayo Emmanuel Macron, estudió filosofía en Nanterre,
siendo, nada menos que, asistente de Paul Ricoeur. ¡Estos franceses! Al menos
tienen la virtud de sorprendernos. En España tal cosa sería imposible. El
personaje es bien simpático. Nos cuenta Bonet que con diecisiete años se
enamoró de su profesora, veinticuatro años mayor que él, casada y con tres
hijos; y que con veintinueve se casó con ella. Este tipo tan simpático fue
elegido por ese socialista terminal que fue François Hollande para dirigir el
Ministerio de Economía. Allí aplicó las leyes del liberalismo y promovió una
rebaja fiscal de 40.000 millones de euros a las empresas, liberalizó los
horarios comerciales y promovió una reforma laboral que, según dice Bonet, “negoció
con la patronal la introducción de una cláusula que facilitara el despido por
motivos económicos”. ¡Vaya!, en España ya habíamos hecho todo eso sin necesidad
de estudiar con Paul Ricoeur. Este ultraliberal ha enamorado a la derecha
gaullista y a la izquierda ficticia del P.S.F. Dice Bonet que en Francia les
encantaría encontrar un personaje centrista capaz de salvar la Patria. Los
franceses, como católicos que son, anhelan un salvador como De Gaulle o
Napoleón. Suspiran con que este banquero de la Casa Rosthschild, (un linaje de
banqueros judíos que dominan las finanzas mundiales desde el siglo XVIII),
libere a la patria de los males que la acechan. ¡Qué tengan suerte en el
intento! La van a necesitar.
Pero los franceses tienen otra opción: la
candidata de la extrema derecha, la niña mimada de Jean-Marie Le Pen, Marine.
Analizaremos, con nuestra habitual falta de rigor, las posiciones políticas de la
nueva “Juana de Arco” a través de una entrevista que concedió a París-Match en
2010 y que cita la Wikipedia, (ya haremos una pequeña donación a Jimmy Wales,
como nos tiene solicitado). Entre estas medidas hay algunas que, realmente no
suenan mal:
- La posibilidad de los ciudadanos de recurrir a la Iniciativa
legislativa popular (Referéndum).
-
Un referéndum por el abandono del euro.
-
Respecto al aborto, declaró para la revista France Inter “Yo dije muy
claramente que no estaba por la derogación de la Ley Veil", ley que ya
establece un sistema de plazos para poder abortar. Pero añade a continuación: Aboga
además por establecer medidas que permitan que las mujeres que no deseen
abortar pero que no puedan ocuparse del nascitur puedan dejarlo en adopción,
evitando así la muerte del no-nato. Esto puede servir para enmascarar
un robo de bebés legalizado.
-
En política exterior aboga por sacar a Francia de la OTAN, de la que dice
no saber su utilidad puesto que la "URSS ya no existe, y las naciones
occidentales no se ven amenazadas por las que en su día firmaron el pacto de
Varsovia". Eso
es obvio.
-
También se opone a la existencia misma del FMI, el Banco
Mundial y la OMC por considerarlo una "máquina infernal al
servicio de la ideología ultraliberal". Totalmente de acuerdo.
-
En su opinión, Francia debe negociar en forma conjunta una "salida
agrupada" del euro. Esta salida debería tener lugar en el mismo momento en
que lo hicieran otros países europeos (como Irlanda, Grecia, Italia, España,
Portugal y Bélgica), que están sufriendo a causa de la moneda única, aunque
dice que en el momento en el que salga Francia de la zona euro, ésta "ya
no podrá seguir existiendo".
Personalmente estoy de acuerdo con todo
esto, Le Pen hace una lectura correcta de los problemas por los que atravesamos
todos, tanto Francia como España y el resto de Europa. Ahora bien, en su caso
lo que pretende con todo esto es afianzar la imagen de Francia frente a una
Europa Unida. Su nacionalismo está escondido en estas opciones que pueden
parecer tan razonables. Nosotros podemos estar a favor de “otra Europa”
diferente de la que han institucionalizado los bancos, los especuladores y los
ladrones de cuello duro; pero ella no está a favor de ninguna Europa (sólo lo
estaría a favor de una Europa bajo el dominio absoluto francés).
Pero veamos cómo lleva las cosas a su
terreno. Si habla de Iniciativa legislativa popular es para proponer a
continuación:
-Un
referéndum para que los franceses elijan entre la cadena perpetua
"real", es decir, sin posibilidad de anulación, y la pena de muerte,
con el objetivo de restablecer una gradación de las penas en el sistema
judicial.
-Controlar
las fronteras mediante el abandono de Schengen.
-Restablecer
un "proteccionismo inteligente" con el objetivo de contrarrestar el
"dumping socio-económico-ambiental" ejercido por algunas naciones
emergentes, en los que los trabajadores no gozan de cobertura sanitaria,
educativa, laboral, y en el que generalmente no existen medidas de protección
medioambiental. Marine Le Pen aduce que no es justo ni legítimo poner en
competencia desleal a un trabajador francés que cobra un salario mínimo
superior a 1000 euros y un trabajador que cobre 20 euros al mes.
Son las tesis fascistas de que los problemas
son culpa de los pobres y los más débiles y que hay que acabar con ellos.
Que un trabajador cobre 20 euros es una
“competencia desleal”, de manera que la culpa no es de las empresas europeas,
ni de las empresas locales de los terceros países, la culpa es del trabajador
que realiza una “competencia desleal”. Goebels no se habría atrevido a llegar
tan lejos. En todo caso, cerramos fronteras y que ellos se sigan muriendo en
sus países que no es culpa nuestra. Nosotros sólo nos llevamos sus materias
primas, les imponemos nuestras normas que incluyen nuestros créditos, les
obligamos a producir lo que a nosotros nos interesa y luego, si tienen
problemas, que los resuelvan ellos, que no estamos para hacer caridad. Su
mensaje es más ultraliberal que ninguno, lo que pasa es que lo disfraza para
ganar elecciones.
Derrotados los gaullistas y hundido el
P.S.F. en el 6% de los votos, había otras opciones, estaba la “Francia insumisa”
de Melenchon, un progresista de izquierdas y ecologista. ¡Cáspita! habría sido
una buena elección, de hecho, es el político mejor valorado de Francia, pero
claro, no es un político ortodoxo. Nos gustan los políticos ortodoxos: los que
nos roban todos los días.
Pues esto es lo que tienen los franceses ante sí: lentejas, que si quieren las toman y si no las dejan. Yo pienso que han vendido su dignidad por un plato de ellas. Un mal negocio. No lo entiendo.
“¿Entender?, ¿entender? Aquí no hay nada que entender, es una cuestión de fe y nada más".
Pues esto es lo que tienen los franceses ante sí: lentejas, que si quieren las toman y si no las dejan. Yo pienso que han vendido su dignidad por un plato de ellas. Un mal negocio. No lo entiendo.
“¿Entender?, ¿entender? Aquí no hay nada que entender, es una cuestión de fe y nada más".
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