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lunes, 24 de abril de 2017

Lentejas en Francia: el banquero antisistema y la fascista simpática.

   En mi infancia, (los mayores volvemos mucho a la infancia), a la mayoría de los niños no nos gustaba comer los platos de lentejas que nos ponían en casa para comer. Era un plato poco atractivo, con esa masa de cositas de color marrón oscuro, con un caldo que era una pasta licuada y un poco de chacinas que me parece a mí que no venían a cuento. El colmo era que tu madre le echara cebolla y te la encontraras cocida en trozos grandes que producían arcadas de vómito.
   Hoy día es uno de mis platos favoritos, especialmente si están preparadas sin carne y acompañadas de hortalizas, (cebolla, pimiento verde y zanahoria pasados por la batidora y aliñado todo con un poco de pimentón). El truco está en el hecho de echar las hortalizas en trozos grandes para luego poder cogerlas con una cuchara y meterlas en el vaso de la batidora, y, además, dejarlas un poco caldosas para que no se tornen pastosas. 
   En aquellos días en que rechazábamos con gran inquina esa legumbre, nos contaban en clase (de religión) la historia de Jacob que, según el Libro del Génesis, compró a su hermano Esaú su primogenitura, (con todos los privilegios que conlleva tal cosa en el mundo rural) ¡por un plato de lentejas! Dice el Antiguo Testamento que Jacob era de carácter templado y estudioso. Parece ser, entonces, que Esaú era todo lo contrario, un impaciente y un gran ignorante, además de un mal inversor. A veces pasan estas cosas: que cada hermano se lleva una parte de la herencia genética.
   Recuerdo que cuando estudiábamos (religión) nos costaba mucho entender estas cosas. Pero más aún nos costaba entender otras como la inmaculada concepción; dificultad que resolvíamos aprendiéndonos de memoria un larguísimo texto escrito por el obispo de Roma que había redactado el Catecismo Católico. Pero de todas las dificultades, la mayor, sin lugar a dudas, era entender la Santísima Trinidad, que afirma la existencia de “tres personas distintas y un solo Dios verdadero”. En el colegio de los padres agustinos donde estudié, había, por entonces, frailes jóvenes que, por ser muy dialogantes, (veníamos del mayo del 68), pretendían explicarnos el “misterio”, sin que nadie lograra jamás superar tal dificultad. Pero había otros frailes mayores, más engarzados en la tradición eclesiástica que nos decían: “¿entender?, ¿entender? Aquí no hay nada que entender, es una cuestión de fe y nada más. Hay que creerlo porque así lo afirma la Santa Madre Iglesia.”    
   Y hétenos aquí. Una generación conocida como “mayores de cincuenta y cinco años” en las encuestas sociológicas, que se ha educado en la aceptación acrítica de la ortodoxia. Es un mecanismo mental aprendido. El problema es que se trata de una generación que tiene ciertas dificultades para entender el mundo, sobre todo, porque acepta una cierta renuncia a entender las cosas y haciendo caso a aquellos frailes, cuando se les plantea una cuestión escuchan aún aquello de: “¿entender?, ¿entender? Aquí no hay nada que entender, es una cuestión de fe y nada más".
   En Francia ha habido elecciones presidenciales y han salido elegidos dos candidatos. Uno, es el que el escritor Enric Bonet llama, haciéndose merecedor del premio al “oxímoron del año”, el “banquero antisistema”. El otro es el candidato de la extrema derecha, la candidata Marine Le Pen, la hija menor de Jean-Marie Le Pen, una especie de “fascista simpática”.
   Gracias al artículo de Enric Bonet nos enteramos de que mi tocayo Emmanuel Macron, estudió filosofía en Nanterre, siendo, nada menos que, asistente de Paul Ricoeur. ¡Estos franceses! Al menos tienen la virtud de sorprendernos. En España tal cosa sería imposible. El personaje es bien simpático. Nos cuenta Bonet que con diecisiete años se enamoró de su profesora, veinticuatro años mayor que él, casada y con tres hijos; y que con veintinueve se casó con ella. Este tipo tan simpático fue elegido por ese socialista terminal que fue François Hollande para dirigir el Ministerio de Economía. Allí aplicó las leyes del liberalismo y promovió una rebaja fiscal de 40.000 millones de euros a las empresas, liberalizó los horarios comerciales y promovió una reforma laboral que, según dice Bonet, “negoció con la patronal la introducción de una cláusula que facilitara el despido por motivos económicos”. ¡Vaya!, en España ya habíamos hecho todo eso sin necesidad de estudiar con Paul Ricoeur. Este ultraliberal ha enamorado a la derecha gaullista y a la izquierda ficticia del P.S.F. Dice Bonet que en Francia les encantaría encontrar un personaje centrista capaz de salvar la Patria. Los franceses, como católicos que son, anhelan un salvador como De Gaulle o Napoleón. Suspiran con que este banquero de la Casa Rosthschild, (un linaje de banqueros judíos que dominan las finanzas mundiales desde el siglo XVIII), libere a la patria de los males que la acechan. ¡Qué tengan suerte en el intento! La van a necesitar.
   Pero los franceses tienen otra opción: la candidata de la extrema derecha, la niña mimada de Jean-Marie Le Pen, Marine. Analizaremos, con nuestra habitual falta de rigor, las posiciones políticas de la nueva “Juana de Arco” a través de una entrevista que concedió a París-Match en 2010 y que cita la Wikipedia, (ya haremos una pequeña donación a Jimmy Wales, como nos tiene solicitado). Entre estas medidas hay algunas que, realmente no suenan mal:
- La posibilidad de los ciudadanos de recurrir a la Iniciativa legislativa popular (Referéndum).
- Un referéndum por el abandono del euro.       
- Respecto al aborto, declaró para la revista France Inter “Yo dije muy claramente que no estaba por la derogación de la Ley Veil", ley que ya establece un sistema de plazos para poder abortar. Pero añade a continuación: Aboga además por establecer medidas que permitan que las mujeres que no deseen abortar pero que no puedan ocuparse del nascitur puedan dejarlo en adopción, evitando así la muerte del no-nato. Esto puede servir para enmascarar un robo de bebés legalizado.
- En política exterior aboga por sacar a Francia de la OTAN, de la que dice no saber su utilidad puesto que la "URSS ya no existe, y las naciones occidentales no se ven amenazadas por las que en su día firmaron el pacto de Varsovia". Eso es obvio.
- También se opone a la existencia misma del FMI, el Banco Mundial y la OMC por considerarlo una "máquina infernal al servicio de la ideología ultraliberal". Totalmente de acuerdo.
- En su opinión, Francia debe negociar en forma conjunta una "salida agrupada" del euro. Esta salida debería tener lugar en el mismo momento en que lo hicieran otros países europeos (como Irlanda, Grecia, Italia, España, Portugal y Bélgica), que están sufriendo a causa de la moneda única, aunque dice que en el momento en el que salga Francia de la zona euro, ésta "ya no podrá seguir existiendo".

   Personalmente estoy de acuerdo con todo esto, Le Pen hace una lectura correcta de los problemas por los que atravesamos todos, tanto Francia como España y el resto de Europa. Ahora bien, en su caso lo que pretende con todo esto es afianzar la imagen de Francia frente a una Europa Unida. Su nacionalismo está escondido en estas opciones que pueden parecer tan razonables. Nosotros podemos estar a favor de “otra Europa” diferente de la que han institucionalizado los bancos, los especuladores y los ladrones de cuello duro; pero ella no está a favor de ninguna Europa (sólo lo estaría a favor de una Europa bajo el dominio absoluto francés).
   Pero veamos cómo lleva las cosas a su terreno. Si habla de Iniciativa legislativa popular es para proponer a continuación:
-Un referéndum para que los franceses elijan entre la cadena perpetua "real", es decir, sin posibilidad de anulación, y la pena de muerte, con el objetivo de restablecer una gradación de las penas en el sistema judicial.
-Controlar las fronteras mediante el abandono de Schengen.
-Restablecer un "proteccionismo inteligente" con el objetivo de contrarrestar el "dumping socio-económico-ambiental" ejercido por algunas naciones emergentes, en los que los trabajadores no gozan de cobertura sanitaria, educativa, laboral, y en el que generalmente no existen medidas de protección medioambiental. Marine Le Pen aduce que no es justo ni legítimo poner en competencia desleal a un trabajador francés que cobra un salario mínimo superior a 1000 euros y un trabajador que cobre 20 euros al mes.

   Son las tesis fascistas de que los problemas son culpa de los pobres y los más débiles y que hay que acabar con ellos.
   Que un trabajador cobre 20 euros es una “competencia desleal”, de manera que la culpa no es de las empresas europeas, ni de las empresas locales de los terceros países, la culpa es del trabajador que realiza una “competencia desleal”. Goebels no se habría atrevido a llegar tan lejos. En todo caso, cerramos fronteras y que ellos se sigan muriendo en sus países que no es culpa nuestra. Nosotros sólo nos llevamos sus materias primas, les imponemos nuestras normas que incluyen nuestros créditos, les obligamos a producir lo que a nosotros nos interesa y luego, si tienen problemas, que los resuelvan ellos, que no estamos para hacer caridad. Su mensaje es más ultraliberal que ninguno, lo que pasa es que lo disfraza para ganar elecciones.
   Derrotados los gaullistas y hundido el P.S.F. en el 6% de los votos, había otras opciones, estaba la “Francia insumisa” de Melenchon, un progresista de izquierdas y ecologista. ¡Cáspita! habría sido una buena elección, de hecho, es el político mejor valorado de Francia, pero claro, no es un político ortodoxo. Nos gustan los políticos ortodoxos: los que nos roban todos los días.
   Pues esto es lo que tienen los franceses ante sí: lentejas, que si quieren las toman y si no las dejan. Yo pienso que han vendido su dignidad por un plato de ellas. Un mal negocio. No lo entiendo. 

“¿Entender?, ¿entender? Aquí no hay nada que entender, es una cuestión de fe y nada más". 

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