Como viene siendo habitual, Jesús Maraña,
que tiene la extraña costumbre de usar la cabeza para pensar lo que dice y lo
que escribe, tiene razón cuando hace un análisis a bote pronto de lo de
Vistalegre o cómo él lo llama de Vistatriste.
Lo que ha sucedido en la
superficie lo ha contado ya todo el mundo, en especial la cúpula de Podemos:
Pablo Iglesias ha ganado. Pues muy bien. Me alegro. El problema no es ese,
llegado el caso me hubiera alegrado igual si hubiera ganado Íñigo Errejón, o
los anticapitalistas; el problema es: ¿ha ganado Podemos?
A mí me parece, con toda
humildad, que Podemos ha perdido mucho.
En primer lugar ha perdido mucho
por el espectáculo que han dado. Prefiero que las cosas se digan con sinceridad
a que se tapen las diferencias en hipócritas actitudes falsamente conciliadoras,
como las de la Sra. Cospedal y la vicepresidenta, dos personas que no se
dirigen la palabra la una a la otra. Ya sabemos que Aznar está muchísimo más
lejos de Rajoy que Iglesias de Errejón. Ya sabemos que casi ningún medio,
mientras se dedicaban a airear las diferencias podemitas, ha mencionado la
enorme división de los dos presidentes populares. Ya sabemos que las formas (y
los fondos) de la mayoría de los medios españoles son una vergüenza cuando está
Podemos por medio y que si nos fijamos en los medios públicos la cosa es de
juzgado de guardia, como la entrevista que le hicieron el lunes día 6 por la
tarde a Pablo Echenique en la radio del gobierno, (que no es la radio pública).
Pero siendo todo esto cierto, no lo es menos el hecho de que para no perjudicar
a la formación sería mejor que hubieran evitado, cuando menos, las frases mal
sonantes y mal intencionadas que se han dedicado unos a otros. Una cosa es
hacer primarias y otra muy distinta es la lucha libre, aunque sea pressing
catch.
En segundo lugar, me parece que
Podemos ha perdido porque aumentar la unanimidad ante el líder es menguar la
diversidad. Se mire como se mire.
Pero lo más grave de todo lo que
ha sucedido es que ha triunfado la visión más perjudicial de Podemos de cara al
electorado. Pablo Iglesias ha conseguido convertir el congreso de Vistalegre en
un plebiscito a su favor y, es sabido, que la imagen del líder no sale bien
parada en las encuestas de valoración de líderes. Como bien dice Maraña, el
líder más valorado por la militancia no suele coincidir con el más valorado por
los votantes.
Veamos las consecuencias del
congreso en lo que se refiere a la estrategia a corto y a medio plazo. La
derecha tradicional mantiene un gran porcentaje de apoyos porque la operación
“ciudadanos” no ha conseguido mucho éxito de momento, aunque se irá
consolidando como la opción de derechas más joven, más adaptada a los nuevos
tiempos. En todo caso, la derecha siempre se une porque lo hace por razones
pragmáticas. La izquierda tiene fama de materialista, pero la derecha lo es
mucho más. Ellos creen más en la lucha de clases que los marxistas más
convencidos y no van a dejar de votarles ni por la corrupción ni por nada. Debemos
mirar, entonces, qué pasa en la izquierda. Si cerramos todas las puertas a un
pacto con la izquierda centrista del P.S.O.E. tendremos que valernos sólo de
nuestras fuerzas. ¿Pensamos que vamos a poder copar todo el espacio de la
izquierda? En el mejor de los casos, podemos asestarle un gran sorpaso al P.S.O.E.,
incluso conseguir que una gran parte de los socialistas apoye a Podemos, pero,
¿no quedará siempre un porcentaje de, digamos, un 15% de militantes
recalcitrantes que nunca van a apoyar el cambio? Cualquier división en la
izquierda es una garantía de que Mariano Rajoy seguirá gobernando hasta que se
harte y ponga a un sucesor al frente del P.P., en cuyo caso su sucesor seguirá
gobernando porque la izquierda va a seguir dividida, por lo menos hasta que
desaparezca por muerte natural toda la generación que ahora tiene cincuenta y
cinco años o más. Es decir, hasta dentro de unos treinta años.
Además, la cosa puede
ir a peor. Si en las últimas elecciones la izquierda se ha dividido casi en dos
mitades, ¿no podría ser que el triunfo de la línea más “pablista” en el
congreso haga que el electorado huya de Podemos? Por la izquierda sólo se
pueden ganar votos que fueron a la abstención, pero la mayoría del posible
nuevo electorado habrá de venir del espacio situado a la derecha de la
formación y el resultado del congreso no va a animar a ese posible electorado a
cambiar de opinión. Además, el desgaste de los días previos al congreso se va a
cobrar su tasa de nuevos disidentes que dejarán de votar a la formación.
Estratégicamente veo difícil el
futuro de Podemos, pero hay aún más razones de preocupación si miramos a los
objetivos a cumplir a largo plazo. La propia definición del proyecto de Podemos
supone establecer una clara distinción entre lo que podríamos llamar la vieja
izquierda, representada, en el mejor de los casos, por Alberto Garzón, (que se
presenta a sí mismo diciendo: “yo soy comunista”); y la nueva izquierda que,
pienso que es el espacio natural de Podemos. ¿Cuál es ese espacio? La vieja
izquierda representa a la clase trabajadora, pero solamente a esa clase
trabajadora que dispone de un puesto de trabajo y que quiere defender sus
intereses frente al empleador que le paga, la misma que apoya a los sindicatos
tradicionales. La nueva izquierda apoya igualmente a esos trabajadores, pero es
mucho más. Es la izquierda que se preocupa por los derechos civiles de todos,
los de las mujeres (el 50% de la población) y la población L.G.T.B.I., los de
los inmigrantes, los ciudadanos de los países pobres que viven los efectos más
nefastos de la globalización. Es la izquierda que se preocupa por la paz, por
el desarme y la negociación para conseguir espacios de consenso y la que se
opone a la proliferación de armamentos de todo tipo. Es la de los que entienden
que el mayor problema de nuestro tiempo es el medio ambiente, el cambio
climático, los peligros nucleares y todo lo que afecta a la salud del planeta
que es nuestra salud. Es la de la gente que, cada día en mayor porcentaje, se
preocupa por el bienestar de los animales. La izquierda de aquellos que piensan
que la lucha de clases no se dirime hoy contra las empresas en sí, sino fundamentalmente
contra las grandes corporaciones monopolísticas que dominan el mundo de la
economía y también el de la política, las que están en manos del 1% de la
población mundial que tiene la mitad de la riqueza del planeta. Los que creen
firmemente en la democracia. Los que creen en el progreso y en la educación.
Los que creen que si no cambiamos nuestra forma de pensar estamos condenados al
abismo.
Esa es la nueva izquierda que
debe de triunfar en España para triunfar después en Europa y en el mundo. La
vieja izquierda ya sabemos a lo que ha llegado: a tener una docena de diputados
en el congreso y casi nula presencia política en el país.
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