Mi hija ha contado en su blog los avatares de la inmensa lucha que está manteniendo para recuperar la propiedad de su casa que ahora mismo está en manos de una colonia de roedores urbanos. Yo, (lo cuento ahora), estoy llevando a cabo la misma lucha pero en mi caso contra las cucarachas americanas, esas cucarachas que están colonizando el país desde el sur y el mediterráneo y que son de color y tamaño como los de una gamba roja, esas gambas de Denia que Quique Dacosta muestra en su blog.
Resulta que estamos preparando
unas plácidas vacaciones a la gran urbe imperial, (N.Y.), y veo ayer en el
blog de Antonio Muñoz Molina que allí el problema que tienen es doble: ratas
(que no ratones) y cucarachas, o como ellos dicen rats & cockroaches.
Estamos aviados.
En muchos casos, yo diría en la
mayoría de ellos, estos inquilinos, (mejor diría okupas), provienen del
submundo urbano de las alcantarillas y hacen su entrada en nuestros hogares a
través de la conexión que nuestros desagües tienen con el alcantarillado
municipal a través del colector principal de la casa o bloque de viviendas.
Esto ha sido así desde siempre. De tal manera que ya los romanos, que fueron
unos constructores difícilmente superables, crearon la solución a este problema: la arqueta sifónica. La arqueta sifónica impide el paso de los
olores del alcantarillado, pero también de su fauna. El concepto de civilización
viene de civitas, de ciudad, y se refiere a los sofisticados sistemas que
utilizaban para vivir agradablemente en núcleos de población.
Mi abuelo que, (como yo mismo),
se dedicó a la construcción, era un hombre que no había ido a la Universidad,
cosa muy frecuente a principios del siglo pasado si no pertenecías a las clases
más altas del país, lo que no era su caso. Mi abuelo tenía unos libros de
construcción y de arquitectura que yo heredé en los que el hombre se había
hecho una pequeña cultura teórica sobre el oficio. Pues bien, con su escasa
cultura, él sabía como había que construir porque aplicaba esas técnicas que
venían de la antigüedad greco-romana o del buen oficio de los albañiles
musulmanes. Por eso, estoy seguro que nunca hizo una instalación de desagües
que no terminara en una arqueta sifónica.
Hoy día tenemos unos adelantos
que hubieran llenado de admiración la curiosidad de mi abuelo, pero no en menor
medida el alto grado de ignorancia que hemos alcanzado. En efecto, en la época
de los llamados “edificios inteligentes”, (ya saben ustedes, en el telediario
hablan de ello todos los días), ya nadie sabe lo que es una arqueta sifónica.
De hecho el corrector ortográfico que estoy usando me está llenando la página
de subrayados rojos porque se ha empeñado en que ponga arqueta “sinfónica”, lo
cual es un oxímoron, (RAE: Combinación en una misma estructura sintáctica de
dos palabras o expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo
sentido; p. ej., un silencio atronador), porque nunca he visto que ambas cosas puedan darse juntas. ¿Tal vez en el edificio del Musikverein de Viena? No creo. De manera que
tenemos viviendas inteligentes llenas de cucarachas y ratones.
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