No debería gustarme la Navidad, pero me gusta. Me gusta la
nieve, o el tiempo seco y frío, el reencuentro con la familia y los amigos que
tenías un poco olvidados, me gusta comer y beber bien, ¿por qué no habrían de
gustarme estas fiestas? Es verdad que algunas de las personas que más quería
desaparecieron por estas fechas, pero no las recuerdo porque
sea Navidad, siempre las tengo en mi recuerdo, así que eso no es suficiente
para que odie estas fiestas. El año se acaba y eso hace que uno haga nuevos
propósitos y las ciudades están llenas de gente, sus calles iluminadas y hay
muchos niños que van con sus padres a ver los reyes (o el Papá Noel). ¿Por qué
no habría de gustarme?
Sí, la Navidad no es el aniversario del nacimiento de Jesús,
es la fiesta, la orgía del consumismo. Bueno, eso tiene fácil arreglo: no
salgas a comprar quédate en casa. Como me gusta la Navidad me gusta esa canción
de Wham, Last Christmas; es mi preferida, me produce una cierta emoción
escucharla. Pongo el video en YouTube y disfruto viendo a George Michael, (que
entonces aún no había salido del armario), con ese grupo de amigos muy ingleses
que celebran las fiestas yéndose a esquiar, (seguramente a Suiza), y hacen una
cena en una enorme Gasthof que disfrutan ellos solos.
¡Ah, la música pop inglesa! ¡Me encanta! Pero de repente te
das cuenta. Esa canción es del año 1984. Los hippies han muerto, el Punk se ha
extendido por toda Europa y América, la juventud se revela agriamente contra lo
establecido, pero, en esto, aparece el héroe que va a acabar con todo ello, el
cawboy se llama Ronald Reagan y su escudero es la dama inglesa, la Dama de
Hierro, esa hija de la clase media burguesa, de un padre propietario de
supermercado que los domingos era pastor metodista que llegó a ser Baronesa de
Thatcher Kesteven por razón de los servicios prestados a los muy ricos.
Llevaban cuatro años tratando de derrumbar los valores
consensuados en la posguerra para darle todo el poder al oro y allí estaban:
aprovechando el entretenimiento para inculcar nuevos valores. Los jóvenes ya no
debían ser solidarios, no tenían que ser como sus padres, no debían ser auténticos,
debían ser nuevos ricos. Ahora todos íbamos a ser nuevos ricos. Y nos lo creímos.
Eso mismo tardó un poco más en llegar a España, hubo que culminar la transición,
el ingreso en Europa, pero también se hizo y, como dice Iñaki Gabilondo, un
pueblo como el nuestro que se había caracterizado por la austeridad y el saber
vivir sin alharacas, también se embebió de ese sueño y ese sueño nos ha llevado
aquí.
Oigo esa canción y veo ese vídeo y me produce una extraña
mezcla de melancolía y de lúcida actualidad, de alegría y tristeza.
Last Christmas I gave you my heart
But the very next day you gave it away
This year to save me from tears
I'll give it to someone special
But the very next day you gave it away
This year to save me from tears
I'll give it to someone special
Pues eso, yo
me quedo haciendo esas rosquillas que hacía mi madre, que no es que sean las
mejores del mundo, pero son las de siempre, y, además, no llevan más que
harina, huevos, azúcar y poco más.
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