Vistas de página en total

martes, 9 de julio de 2013

Las cosas por su nombre.



Tiene mucha razón el sociólogo Vinçent Navarro cuando afirma que el régimen anterior no fue franquista, como suele recordársele, sino pura y llanamente fascista. Pero en lo que más acierta es en destacar el hecho de que la izquierda haya caído en la trampa y haya aceptado  definirlo también como tal.

Nuestra actual monarquía parlamentaria no es un régimen enteramente democrático. De hecho la democracia es más una aspiración eterna que una realidad que se haya consumado ya en ningún país del mundo. Pero pese a ello, hay que reconocer que el sistema político actual de España tiene mucho de herencia franquista y por lo tanto deberíamos decir que fascista.

¿Cómo se puede calificar aquella famosa expresión del otrora todopoderoso vicepresidente socialista que decía que quien se mueve no sale en la foto? ¿Qué ética de la izquierda representaba el presidente del gobierno que aseguraba que gato blanco o gato negro daba igual si cazaba ratones? Con esos mimbres se hizo el sistema político que ahora se nos ha muerto en  las manos aquejado de una terrible podredumbre que nadie parecía vislumbrar en todo este tiempo.

Lo que se nos manifiesta ahora en toda su crudeza es, precisamente, que no es lo mismo que el gato sea blanco o que sea negro. No es lo mismo que el régimen anterior sea calificado de franquista o que lo sea de fascista. Se trata en definitiva, de que hemos perdido la guerra de las palabras y nuestra derrota nos ha hundido en un gran fracaso histórico. Las palabras importan y mucho. Que se lo digan a los humillados. Que se lo digan a las mujeres, que se han revuelto indignadas contra el lenguaje machista que las ha tenido subyugadas. O a los inmigrantes, (sudacas, moros y negros), que denuncian sin parar el lenguaje racista. Si insultar a los santos de la Iglesia es una blasfemia, ¿qué será decir que los desahuciados han agredido a los hijitos del diputado González Pons, olvidándose de que a los hijos de los desahuciados les han puesto en la calle sin ningún miramiento? Qué adjetivo le podemos poner a una persona que hace un uso tan canalla del lenguaje. Creo que ya lo sé: fascista.


No hay comentarios: