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lunes, 6 de febrero de 2012

Textos cómplices: Isabel Gamero. La rosa roja.


Traemos un nuevo texto de Isabel Gamero, en este caso se trata de “La rosa roja”, un relato corto dramatizado de serie negra.
Lo ofrecemos aquí por si algún productor cinematográfico o teatral quiere pedirle a Isabel algo para una película o un montaje. En ese caso no tiene más que ponerse en contacto con este blog.
La rosa roja es un corto muy bueno.



LA ROSA ROJA

Caroline          - la inspectora que resuelve el crimen
Lydia               -  la víctima
Jane                - la única amiga de Lydia según el director del internado
Natalie            - la mejor amiga de Lydia
Leo                  - Novio de Natalie
Irene               - niña de 12 años, amiga de Natalie
Matt                - hermano de Jane, amigo de Lydia y su amante no reconocido.


¿Cómo alguien podía haberle hecho aquello? La chica había aparecido en el fondo del barranco con una rosa roja en la mano. Era muy guapa, de ojos verdes azulados y pelo rojo oscuro. Ahora que estaba muera, su piel estaba mucho más pálida. Incluso después de muerta seguía siendo bella. No tenía más de 17 años. El cuerpo de la joven Lydia Weiss era en ese momento el centro de atención de todos sus compañeros y amigos que se miraban entre sí con dolor y desconcierto. Las investigaciones de la inspectora Caroline apuntaban más a un homicidio que a un suicidio. Tras hablar con el director del internado, anotó a los primeros sospechosos. Jane Roswell era la única amiga de Lydia, según el director. Por tanto, era la principal sospechosa. Pronto empezó a interrogarla.
-       Usted era una gran contrincante de Lydia, ¿no es cierto?
-       Sí, pero eso no significa que la matara yo. Lydia no era tan buena como parecía.
-       ¿Qué quiere decir eso?
-       Pues que le hacía la vida imposible a mucha gente. Todos la veían como una santa, y ella en realidad sólo pensaba en sí misma.
-       ¿Qué estabas haciendo tú la noche en que murió?
-       Estaba en mi cuarto, durmiendo.
Su tono era muy borde.
-       Mire, ya sé que tengo todas las papeletas para ser acusada, pero no soy una asesina.
Aquella muchacha de ojos negros y pelo rubio platino, aunque pudiese parecer la principal sospechosa de un relato de homicidios, no tenía cara de matar a nadie. Fue entonces cuando la inspectora decidió hablar con Natalie Doyle, la mejor amiga de Lydia, para saber a qué se refería Jane con lo de que “no era tan buena como parecía”.
-       ¿Tenía más enemigos? ¿Alguien a quien hubiese hecho algo malo?
Le preguntó a aquella muchacha rubia de ojos azules.
-       No. Todos la querían mucho. Los últimos días estuvo muy distante.
-       ¿En qué sentido?
-       Apenas la pude ver. Estaba muy inquieta y no paraba de ver su móvil a ver si tenía mensajes.
-       ¿Crees que recibía amenazas?
-       No. No lo sé.
-       ¿Por qué se llevaban mal ella y Jane?
-       Bueno, Jane decía que Lydia jugaba con su hermano y le dejaba en ridículo.
-       ¿Eran novios ella y su hermano?
-       No. De ser así, me lo hubiese dicho. Sí que había rumores, pero ya sabe cómo es de cotilla la gente.
-       ¿Dónde estabas tú esa noche?
-       Estuve con Leo, mi novio, en la biblioteca.
-       ¿A qué hora os fuisteis?
-       Sobre las 11. No lo recuerdo muy bien.
“Si estuvo con ese chico, él dirá lo mismo”, pensó. Un día después decidió interrogarle. Cuando llegó a la puerta de su habitación, le encontró discutiendo con una niña de unos 12 años (más o menos). También era rubia como Natalie y Jane pero, al contrario que ellas, su pelo estaba muy alborotado, como si viniera de haber jugado en el bosque y se le hubiese despeinado todo.
-       Ejem.
Interrumpió Caroline.
-       ¡Vete!
Le dijo él a la niña. Era un chico tan guapo como Lydia, pero tenía los ojos marrones al igual que el pelo y un aire de naturalidad en su rostro.
-       ¿Eres Leo McKenzie?
-       Y usted la inspectora Caroline. Natalie me ha hablado de usted.
-       Un chico muy atento. ¿Qué te pasaba con esa niña?
-       Supongo que es mejor que responda, ¿no?
Dijo con una agradable sonrisa.
-       Sí.
Contestó ella.
-       Era Irene, una amiga de Natalie. Se ha empeñado en que le hago poco caso a mi novia y, a parte de que es mentira, no me gusta que la gente se meta entre Nat y yo, y menos ahora que está tan sensible.
-       ¿Te va mal con tu novia?
-       ¿Viene a interesarse por mi relación con mi novia?
Preguntó sonriendo de nuevo.
-       No. En realidad venía a preguntarte por tu relación con Lydia. ¿La conocías?
-       ¿Está de coña? A Lydia la conocía todo el mundo.
-       ¿Y hablabas con ella?
-       Eso era inevitable. Era la mejor amiga de mi novia. Fue un golpe muy duro perderla.
Esta vez su tono de voz era más agitado.
-       ¿Qué hacías la noche en que ella…?
-       Creo que eso ya se lo ha dicho Natalie.
Le dijo cortante.
-       Sí, pero no tú.
-       ¿Qué insinúa? ¿Que escondo a mi novia de un crimen?
-       No, claro que no. Eso es ridículo. Pero me preguntaba si tú te acuerdas hasta qué hora estuvisteis juntos.
-       Hasta las 10.
-       Vaya. ¿Seguro?
-       Sí.
-       Muchas gracias por tu tiempo, Leo.
Algo estaba claro. Uno de los dos mentía. O quizá ambos. Cuando salía de la habitación, Caroline se encontró con Irene, la cual estaba tras una esquina observándolo todo y creyó conveniente acercarse a ella.
-       ¿Qué te ha pasado con Leo?
Le preguntó cariñosamente.
-       Nada. Adiós.
-       ¡Espera! Tengo que hablar contigo.
-       ¿Conmigo? ¿Por qué?
Se la veía muy nerviosa.
-       Quiero saber si conocías a Lydia.
-       Ah, eso. Sí. La conocía. ¿Es todo?
Lo más lógico hubiera sido que la inspectora le hiciera preguntas sobre lo que hacía aquella noche, pero la vio tan pequeña y asustada que la dejó marchar, pues sabía que tendría poco que ver con algo así.
-       Sí. Es todo. Puedes irte.
Esa misma tarde, se dirigió en busca de Matt, hermano de Jane y amigo de Lydia. Se encontraba en la pista de baloncesto, echando unas canastas. Estaba solo, como alejado del resto de compañeros.
-       ¿Cómo es que siendo hermano de Jane conseguías ser amigo de Lydia?
Matt se giró bruscamente al oír aquello. Era rubio, como su hermana y también de ojos negros.
-       ¿Siempre es tan directa? ¡Jó! Supongo que ya habrá oído que era muy difícil no ser amigo suyo.
Contestó mientras paraba de jugar.
-       No para tu hermana. ¿Por qué tú no?
-       Porque Lydia y yo congeniábamos muy bien. Nos entendíamos y lo pasábamos muy bien juntos.
-       Dicen que ella y tú erais algo más que amigos.
-       ¿Qué? ¿De dónde saca eso? ¿Se lo ha dicho Jane acaso?
-       ¿Era cierto?
-       Supongo que ya da igual admitirlo.
No tuvo más remedio que admitir.
-       ¿Quién más lo sabía?
-       Aparte de Jane, nadie más, que yo sepa.
-       ¿Dónde estuvo Lydia esa noche? ¿Estuviste con ella?
-       Sí, estuve un rato con ella, pero me fui a dormir pronto.
-       ¿Le regalaste tú la rosa?
-       ¿Qué?
Ahora parecía bastante molesto.
-       Ah sí. ¿Por qué?
-       No nada. Solo intento ordenar los hechos. Gracias por tu tiempo, Matt. Por cierto, ¿a qué hora dices que fuiste?
-       A las 11.
-       De acuerdo. Adiós Matt.
Al entrar de nuevo en el internado, Irene se cruzó en su camino. Esta vez si parecía querer hablar.
-       Vi algo esa noche.
-       ¿Qué viste?
-       Leo le daba la rosa.
-       ¿A quien se la daba?
-       A Lydia.
-       ¿Leo? ¿No fue Matt?
-       No. Matt es rubio. Leo es moreno. Estoy segura.
-       ¿Por qué iba Leo a regalarle una rosa a Lydia?
-       No sé. Les vi juntos muchas veces, pero esa noche se estaban besando.
-       ¿Por eso discutíais él y tú esta mañana? ¿Por qué les vistes juntos?
-       Yo quería mucho a Lydia, pero a Natalie también. Eso no era justo para ella.
-       ¿Te vio alguien?
-       No nadie. No le diga a Leo que se lo he contado, ¿vale?
-       Por supuesto
Cada vez se volvía todo más difícil de entender. Así que Caroline fue a hablar con Natalie una vez más.
-       ¿Por qué tu novio dice que estuvisteis hasta las 11?
-       No lo sé, no se acordará.
-       O tal vez no estuvo contigo. ¿Por qué le proteges Natalie?
-       Porque a pesar de todo confío en él.
-       ¿En serio? Pues eso es un gran logro ¿Cuánto le esperaste?
-       Estuve hasta las 10, pero él no vino. Me dijo que había estado con Matt.
-       ¿Y tú le creíste?
-        ¡Sólo quería creer que no estaba con mi amiga!
-       ¿Y por eso mentiste?
Carolina no esperó más y fue a hablar con Leo.
-       Tú le regalaste esa rosa roja, ¿verdad?
-       Sí.
-       ¿Por qué me mentiste?
-       Porque de habérselo contado hubiese creído que había sido yo.
-       No. Eso es lo que me haces pensar ahora.
-       ¡Yo la quería mucho! ¡Quería lo mejor para ella! ¡Era ese capullo de Matt el que no la dejaba ser feliz! Siempre estaba mal por su culpa. Siempre era yo el que la consolaba, porque él se avergonzaba de ella. Yo no la maté, se lo aseguro.
-       ¿Y entonces quién fue Leo?
-       No lo sé. Le di la rosa y me fui porque creí que llegaba Matt. Sé que cree ahora que fui yo, pero yo no fui.
Las cosas empezaban a tener sentido. La inspectora se dirigió a Matt. Quería preguntarle algo.
-       Tú no fuiste quien le dio la rosa a Lydia, ¿no?
-       ¿Otra vez usted?
-       Responde, Matt.
-       No.
-       ¿Sabes quién fue?
Pero él no respondió a eso. Así que le hizo otra pregunta.
-       ¿Por qué te avergonzabas de ella?
-       ¡Yo no me avergonzaba de ella! Era ella quien me ponía en ridículo con ese idiota de Leo.
-       ¿Qué pasó esa noche, Matt?
-       Que les vi juntos. Él le daba la rosa, ¡y la muy perra se le echó encima! Estaba harto de que me mintiera. Y cuando él se fue, me fui a ella y le pregunté cómo era capaz. ¿Y sabe que contestó? ¡Que conmigo no era feliz! Pero yo no quería hacerle daño.
-       ¡Pero se lo hiciste!
-       Si, pero ya da igual, porque ella era todo para mí y ya no está.
La inspectora tuvo que llevárselo esposado. Todos estaban allí, de nuevo, y otra vez surgía la misma pregunta: ¿Cómo alguien podía haberle hecho aquello?

Isabel Gamero Larios.


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