La sociedad del espectáculo, (que es el mundo en que vivimos, al menos en esta parte en que cenamos todas las noches), tiene varias consecuencias para el normal desarrollo del análisis de los acontecimientos. Habiendo sustituido la realidad por las imágenes que aparecen en los medios parece como si la crítica se realizara de manera incompleta. El problema está en que, muy frecuentemente, ese falseamiento miope de las cosas parece que fuera algo dirigido por quienes ostentan el poder. Sin embargo, sucede como si, en otras ocasiones, el tiro les saliera por la culata y las conclusiones que saca la gente se volvieran contra los que otrora manipularon, ahora que la realidad impone su tozuda razón. Viene esto a colación de los acontecimientos sucedidos en los últimos días, concretamente la ola de revoluciones que se están dando en el norte de África y parte de la península arábica y que han terminado, de momento, con una intervención militar, fundamentalmente de las potencias europeas y norteamericanas, bajo el mandato de las Naciones Unidas y con cierto apoyo de algún país árabe. Lo más llamativo de todo es que son precisamente los que se posicionan desde posturas éticas y políticas críticas los que más están desbarrando en estos días.
El dirigente heredero de esa ruina descabezada que es Izquierda Unida ha salido a los medios a tomar posiciones en contra de la intervención militar. En primer lugar, hay que reconocerles que la única estrategia con que cuentan, hoy por hoy, es hacerse oír en asuntos en los que su propia soledad les hace visibles. Son un punto rojo en un fondo blanco. Bueno, en realidad ya no son rojos, ahora mismo no sabría decir qué color les define, tal vez el morado. “Gadafi es un dictador pero lo era también ayer cuando era amigo”, ha dicho el astuto dirigente. Sin embargo, no recuerdo que dijera nada el coordinador general cuando aquello sucedía. El apoyo de Cayo Lara parece que va en la dirección del que ha ofrecido Hugo Chávez a los dictadores magrebís y recuerda a la vergonzante simpatía con que el secretario general de los comunistas españoles, (a la sazón don Santiago Carrillo, hoy militante socialista), hablaba de Ceaucescu a la vuelta de las vacaciones de verano que pasaba en las playas rumanas invitado por el dictador local todos los años. Por otra parte la frase de Cayo Lara no es nueva: la decíamos todos referida a Sadam Hussein cuando se invadió Irak. En definitiva lo que pretende el astuto dirigente es comparar lo que ha pasado en Libia con la invasión de Irak y eso es una falacia, se mire como se mire.
Pero no está solo el coordinador general en su lucha por… Bueno, en su lucha. Hoy mismo publica una viñeta el otrora simpático dibujante Forges, con una frase pintada en el aíre que dice que “no hay guerras justas y guerras injustas: sólo hay malditas guerras”. Sin embargo, este émulo del gran Perogrullo no se da cuenta de que cuando hay que decir estas cosas es cuando nuestro gobierno vende armas a estos países. Ahora no sirve de nada decir eso. Porque aunque estos defensores de la paz universal no se acuerden ya, el jueves pasado Gadafi estaba masacrando a su pueblo y le quedaba muy poco para culminar su sangrienta venganza. Mientras que en el resto del Magreb las revueltas están teniendo un fin, hasta el momento, ampliamente democrático, deponiendo dictaduras para iniciar procesos de cambio democrático, que a uno le recuerdan lo que hicimos en España después de 1975 y que tanto hemos alabado, entre tanto, digo, el dictador de las jaimas y la guardia personal de 100 vírgenes libias, bombardeaba las manifestaciones y reprimía el país como siempre lo ha hecho.
¿No se acuerdan estos señores de lo que pasaba anteayer? Tal vez no sentían desesperación cuando veían al dictador oponerse al derecho de manifestación a cañonazos.
El control aéreo de Libia no debe confundirse con una invasión de los occidentales en defensa del sacrosanto petróleo del desierto. Eso aún no ha sucedido. Harían mejor los críticos en estar atentos a la realidad, que con sus acontecimientos nos llama continuamente a tomar posiciones y no a la demagogia.
También han salido a comparar lo de Libia con lo de Irak los militantes del P.P., pero a esos no les queda otro remedio, estratégicamente hablando, que hacerlo para limpiar la mala prensa que tuvieron cuando se hicieron aquella foto de las Azores.
Todo esto nos lleva a lo que Soledad Gallego-Díaz decía en un magnífico artículo de El País de El Domingo, que titulaba: discutimos cosas irrelevantes. El artículo es magnífico, si bien, me parece que se queda corto. Porque se refiere la periodista al poco interés que ponemos y que ponen los políticos en lo que sucede en la Unión Europea que es donde se decide nuestro futuro, de manera más específica que en ningún otro ámbito, mientras estamos aquí distraídos en asuntos más o menos banales, como echar la culpa a ZP de todo lo que sucede, los unos, o marear la perdiz con la dichosa sucesión del ya fracasado dirigente socialista, los otros. Digo que se queda corta la periodista de El País porque esto se puede hacer extensivo a muchísimos asuntos que ahora mismo nos deberían de preocupar a todos. Porque se ciernen sobre nuestras cabezas delicados temas que a nadie parecen preocupar, de momento. Ya lo harán cuando salten a los medios y se hagan asuntos “mediáticos”, aunque quizás para entonces ya no tengan remedio. La múltiple crisis que asola a nuestro mundo, crisis económica, crisis ambiental, crisis del sistema que hemos venido empleando hasta ahora, en definitiva, y que nos ha saltado delante de nuestras narices sin que parezca importar, no está en la agenda de nadie pese a tener en este país más de cuatro millones de parados que no sabemos cuándo podrán encontrar trabajo, cuando tenemos una generación que no tiene bases de empleo futuras y cuando no sabemos si el sistema que hemos creado es sostenible o se va a ir al garete llevándose consigo nuestra estabilidad y nuestra burguesa parsimonia.
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