No vale todo para ganar unas
elecciones, o para arrancar unos pocos votos que pueden ser decisivos. Que el día
de reflexión de las elecciones andaluzas titule en portada el que fuera el
mejor periódico de España durante décadas (El País) una información que dice
textualmente: el fiscal pide investigar a Monedero por insultar a la policía; es
una maniobra de tal bajeza que da asco.
Resulta que un determinado
fiscal, (que pronto logrará mejorar su posición en la carrera profesional), se
aviene a seguirle el juego al partido del gobierno y acusa a Monedero de unas
declaraciones que hizo hace dos años y que fueron denunciadas por un sindicato
policial. Esa denuncia fue archivada por el juez y, ahora, dos años después y
el día antes de las elecciones andaluzas, al astuto fiscal las saca de nuevo a
la palestra y pide a la judicatura que se vuelva a investigar.
Las declaraciones, que fueron
hechas cuando aún no existía Podemos, se refieren a la opinión del catedrático
de ciencias políticas de que la policía introdujo la heroína a gran escala en
el País Vasco y luego en el resto del estado, en un momento en el que la
movilización de los jóvenes era muy fuerte, con la intención de neutralizarla.
Curiosamente, esa opinión y la
sospecha de que en su país también sucedió así es un clásico entre la nueva
izquierda de los Estados Unidos y uno recuerda habérselo leído a muchos
autores, que por cierto no fueron procesados por defender esas opiniones. Aquí,
lo ha afirmado Pepe Ribas en su libro “Los 70 a destajo”, en el que cuenta la
historia de la mítica revista libertaria Ajoblanco, sin que ningún fiscal haya
tratado de limitar su libertad de expresión, por afirmar que, también en
Barcelona, era la policía la que introducía la heroína en los barrios
marginales y entre los grupos alternativos de la época.
Yo, señor fiscal, me uno a esa
opinión aunque no tengo pruebas que lo demuestren, pero cada uno puede opinar
lo que quiera y yo opino que usted no tiene la dignidad necesaria para
desempeñar el encargo que ha recibido de la sociedad, que no es otro que vigilar que se cumple la ley y no el de bailarle el agua a sus superiores.
Es indecoroso por parte del
gobierno promover esta acción. Indecoroso de la fiscalía por aceptar
defenderla. Indecoroso de la vieja izquierda por aprovechar sus viejos medios
de comunicación, (hoy vendidos a extraños intereses oligárquicos), para
airearla en el momento oportuno.
O acabamos pronto con ellos, o
ellos acaban pronto con nosotros y todo lo nuestro.
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