Me acuerdo de ellos. Hace muchos
años, cuando yo aún era un estudiante, (por cierto como ahora, ¡qué poco he
progresado!), allá por los años setenta eran una auténtica plaga. Te cogían en
cualquier sitio y te machacaban con el libro rojo de Mao. La tecnología actual
me permite citarlo en chino, ahí va: 红宝书,
紅寶書,(Es un
gustazo). Aprovechaban cualquier ocasión que se presentase y te daban la brasa.
Por ejemplo, coincidías en el autobús con un vecino que se había caído del
caballo y había descubierto las maravillas del maoísmo y, como no te podías
tirar por la ventana, te soltaba el rollo de las transformaciones que se
estaban produciendo en el gran país comunista, hasta que en la primera parada
te bajabas mientras le decías: “Adios, que he quedado aquí con mi novia”. Esas transformaciones
consistían en cosas como que si un chino conservaba algún resto de pensamiento
religioso lo cogían y lo metían en un manicomio para reeducarlo. O si cultivaba
melones y, en lugar de llevarlos a la cooperativa, se comía uno, pues lo
colgaban en la plaza del pueblo para instruir a la población que aún conservase
restos burgueses. Era un sistema magnífico: mataban a la gente por escuchar
ópera, por ejemplo. Pero ¿quiénes eran esos maoístas europeos? Pues unos eran
estudiantes que hacía pocas semanas habían abandonado el seminario diocesano, otros
acababan de ser abandonados por su novia, pero todos, en cualquier caso, habían
recibido por entonces la iluminación salvífica del Libro Rojo de Mao. En
aquellos tiempos, a mis amigos y a mí nos gustaba ir a la sierra a pasar los
fines de semana subiendo y bajando montañas. Un maoísta de nuestro barrio,
militante de la O.R.T., dispuesto a solucionar la ignorancia que de esa
doctrina padecíamos, optó por venirse con nosotros a una de nuestras salidas
montañeras. Subiendo un pico en El Guadarrama por poco le da un infarto: sufrió
un desmayo que nos dejó helados pensando que se nos moría. Todo por la causa.
Uno de aquellos rojos era, como
su propio nombre indica, Alfonso Rojo, actualmente convertido a la verdadera
fe. Se ha vuelto a caer del caballo y ahora ha tenido una revelación en la
doctrina de las FAES. Es un ultra liberal que no duerme acosando a los
antisistema, a los malditos izquierdistas, a los pobres y demás gentuza que
enturbia este brillante país que asombra al mundo entero con una recuperación
económica que es la envidia de toda Europa.
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