La profesora de Historia de la
Filosofía Antigua de la UNED, Teresa Oñate, establece el punto de inflexión en
un momento determinado del pensar humano. Tras los primeros filósofos, los
llamados presocráticos, (Vorsocratiker, según Diels), se va imponiendo una forma
de comprender el mundo que trata de alejarse de las visiones míticas. El mito
es una narración literaria que pretende explicar las cosas mediante procesos,
normalmente procesos que tienen dos características: se refieren a actos humanos,
cotidianos, que todos conocemos, pero que están realizados por seres con
poderes o cualidades extraordinarios. Todas las narraciones míticas tienen esas
características: explicar lo inexplicable a partir de cosas que todos
entendemos, para lo cual no queda más remedio que hacer intervenir a personajes
antropomorfos (con forma humana o parecida), pero con esos poderes.
Dejar de pensar en forma mítica y empezar a hacerlo racionalmente no es algo
que se produzca de golpe, no existe lo que se ha llamado el paso “del mito al
logos”, lo que existe es una evolución que adopta diferentes modelos según las
épocas y según las personas implicadas.
La profesora Oñate señala a los
pitagóricos como los autores de la “desviación” desde la filosofía hacia formas
de pensamiento mitológico, en su caso con base en los mitos órficos, que tienen
una gran influencia en la Grecia clásica. Esta desviación hacia procesos
mentales que se habían desechado por los filósofos les lleva a sostener el
dualismo, (la existencia separada de cuerpo y alma), y a partir de aquí a
plantear la salvación de las almas, para lo cual se precisarían dos cosas: obedecer
a los iniciados que tienen los conocimientos necesarios para ello, (los propios
pitagóricos en ese momento) y seguir una serie de normas supuestamente
“higiénicas” del alma, entre las que se incluirían algunas como la de no comer
carne, (podría ser la de un pariente cuya alma se ha reencarnado en un animal),
pero además, no se sabe por qué extraña razón, los pitagóricos prohibían
consumir habas, laurel o vino. Creían en la existencia de un único Dios de
forma más o menos humana. Esta falta de racionalidad que se aprecia ya en los
seguidores de Pitágoras es parcialmente asumida por Platón y éste, (junto con
Sócrates), está en la base de una moral y una forma de entender el mundo que
luego se ha transmitido a través del cristianismo, con algunas modificaciones, aunque
muy próxima en lo sustancial.
Pero más allá de lo anecdótico,
más allá de la equivocada interpretación de la realidad que se produce
siguiendo estos vericuetos del pensamiento, existe una base en la que la
profesora Oñate, encuentra la raíz del problema: la no asunción del límite. No
se puede pensar el mundo si no se asumen los límites que incumben al ser humano
(y al mundo) y el primero y principal de todos ellos es el de la muerte. Todas
estas historias que nos contamos los humanos tienen por objeto ocultar la
realidad primordial de nuestra existencia: que somos mortales. Para Oñate, si
no aceptamos este hecho incuestionable no podemos hacer filosofía. Aristóteles
no se dejó llevar nunca por estas ideas, pero la Historia escrita por los
autores cristianos ha querido unirlo al carro de Platón para hacerle
copartícipe de sus errores.
En resumen, tenemos unos primeros
filósofos (presocráticos) que separan el pensamiento racional (logos) de las
narraciones intencionales (mitos). Tenemos una corriente de supuestos filósofos
que se aparta posteriormente de este principio racionalizador: los pitagóricos,
que influyen en Platón y posteriormente en el neoplatonismo. Tenemos un
pensamiento cristiano que, con estas bases, se extiende por todo el mundo,
pensamiento que coincide en lo esencial con el de los judíos y los musulmanes.
Y tenemos un filósofo que se mantiene firme en el pensamiento racional de los
presocráticos y critica los errores del pitagorismo, pitagorismo que ha caído en el
pensamiento mítico y ha negado la existencia del límite, este filósofo es Aristóteles. De manera
que para Oñate, cualquier pensamiento liberador que podamos plantear en el
presente pasa por retomar la figura de Aristóteles y el pensamiento
presocrático, pero de una manera hermenéutica: volviendo a leer a los griegos; al objeto de superar los errores que acarrean las historias
mitológicas, es decir : los que discuten sin fin y sin dejarse legislar por
las leyes-límites de la phýsis y el lógos que
no saben encontrar (Aristóteles, Metafísica IV-2, 1004b 17-25).
A partir de aquí podemos
preguntarnos si existe un pensamiento mítico en nuestros días. En primer lugar
hay que contestar que una gran parte de la gente sigue doctrinas cristianas (o
hebraicas o musulmanas), que implican la no aceptación de la muerte y la
creencia en que el alma, separada del cuerpo mortal, podrá alcanzar la
inmortalidad si se siguen los preceptos, es decir si se le obedece a los
sacerdotes de cualquiera de estas tres religiones que hablan de un Dios con
forma humana, (antropomórfico). Si la felicidad eterna depende de estos
asuntos, será bueno que estemos a bien con la Iglesia Católica, (o con los
ulemas o los rabinos), de nuestra diócesis. Se podrá pensar que en nuestro
mundo materialista la religión tiene poco que decir. Esto es opinable y varía
de unos países a otros. Sin embargo, existe un pensamiento mítico más allá de
las religiones de libro: Biblia, Talmud y Corán.
El pensamiento moderno, cuyos
fundamentos son cristianos protestantes, relega la religión a un asunto
particular de cada uno, dejando libertad de creencias, de manera que pudiera
pensarse que se trata de una cultura enteramente racional. Pero esto no es así.
El pensamiento moderno ha sustituido determinados elementos religiosos por otros
que, más allá de su racionalidad, siguen teniendo un claro bagaje mítico. La
salvación moderna no se fundamenta en la asunción de un Dios omnipotente, la
salvación moderna se basa en la asunción de la omnipotencia del dinero, figura
que ha sustituido a la de la divinidad. El pensamiento moderno tampoco acepta
los límites. Para el pensamiento moderno la inclinación por el dinero es
ilimitada. A la salvación se llega por la acumulación capitalista. Cuanto más
dinero tengas más seguro te sentirás, nada tiene límites para la mentalidad
moderna. Si el hombre ha vencido a la naturaleza y la ha doblegado como una
fiera domada, su propia salvación depende del inmenso poder que ha alcanzado su
sociedad, poder que se reparte en función del dinero que da acceso a éste, de
manera que la acumulación ilimitada de dinero es la forma que tiene el hombre
moderno de liberarse. Los límites no están de moda. Están de moda los lobos de
Wall Street, están de moda los negocios explosivos, está de moda la cocaína y
la acumulación de poder, de dinero, en definitiva. Al pensamiento moderno no le
gustan los límites. Los límites trabajan en contra del sentido de libertad del
hombre moderno.
Pero para muchos otros la
libertad es otra cosa. La libertad no es la ausencia de límites, cosa que es
imposible, la libertad consiste en que nadie te imponga su voluntad, que nadie
te imponga normas que tú no hayas aceptado. Las normas, en un estado
democrático, garantizan la convivencia. Por ejemplo los semáforos nos permiten
circular con cierta fluidez sin que haya accidentes. No es algo que nos hayan
impuesto para subyugarnos, aunque algunos se creen que hasta las normas de
tráfico van contra la libertad de la persona porque le impone límites: "A
mí no me gusta que me digan no puede ir usted a más de tanta velocidad, no
puede usted comer hamburguesas de tanto, debe usted evitar esto y además a
usted le prohíbo beber vino". “Yo siempre pienso, ¿y quién te ha dicho a
ti que quiero que conduzcas por mí?” “"Las copas de vino que yo tengo o no
tengo que beber déjame que las beba tranquilamente; no pongo en riesgo a nadie
ni hago daño a los demás". (José María Aznar, expresidente del Gobierno de
España). Esta forma de pensar se basa en la no asunción del límite, dónde hacen
residir su sentido de la libertad, una forma arcaizante, conservadora y
reaccionaria de la libertad.
En resumen, existe un momento en
el que el pensamiento dominante de occidente toma una deriva que lo aleja de la
racionalidad, de la honesta forma de pensar de que hacían gala los filósofos,
adoptando una racionalidad “torcida” que es la de los dialécticos, la de los
charlatanes que no aceptan los principios en que se basa la recta filosofía: el
pensamiento racional libre de prejuicios y de mitos, basado en la asunción del
límite del “logos”.
Esta irracionalidad es la que
está acabando con la vida de la gente que carece de poder y, ahora, ha empezado a acabar con la vida de este
planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario