MIERCOLES, 18 de SEPTIEMBRE.
Por
fin conseguimos la auténtica Berliner Welcome Card (Museen Insleln), que nos
permitía viajar durante tres días por Berlin, llegar hasta Potsdam y visitar
los museos de la isla por 36 € cada una. Aprovechamos así el día porque las
previsiones hablaban de lluvias intensas, como así fue casi todo el día.
Empezamos
por la mañana visitando el Neues Museum, con importantes muestras del Antiguo
Egipto.
Ese
día comimos en el Berliner Republik, donde solíamos ir a tomar la cerveza
vespertina. Demasiada comida para la pausa de mediodía. El turismo es un
trabajo duro y uno no puede hacer excesos hasta que la jornada se ha terminado.
Por
la tarde empezamos con el Pergamon Museum donde pudimos ver el Altar de Zeus de
la ciudad de Pergamo, una muestra del arte griego (siglo II a.C.) en la Magna
Grecia (Turquía), la Portada del Mercado de Mileto (siglo II) y la Puerta de
Istar de las murallas de Babilonia, (más algo de arte de Asiria, Sumeria y
Babilonia), todos estos monumentos reconstruidos allí dentro del museo. Se
trata de un conjunto que impresiona. Nos fijamos unos objetivos limitados y no
visitamos los museos completos, lo que podría ser agotador y poco instructivo.
Concrétamente en el de Pergamon nos centramos en estas tres salas y declinamos
la invitación a visitar las salas del arte islámico que quedan para otra visita
posterior. De esta manera siempre quedan cosas para la siguiente visita, pues
sino podría uno llevarse la falsa sensación de que lo ha visto todo en la
ciudad, cosa que es prácticamente imposible si no se queda uno a vivir allí una
buena temporada.
No
contentos con esto, aún nos quedó tiempo para una visita selectiva de la Alte Nationalgalerie, centrándonos en la obra
pictórica de Caspar David Friedrich, la del arquitecto Karl Friedrich Schinkel
y Karl Blechen. También pudimos ver interesantes cuadros impresionistas, sobre
todo de Manet y Monet, y poco más. Exhaustos llegamos a nuestra cervecería Go
Gärtchen para disfrutar de unas Warsteiner de barril bien tiradas y una cena
bien preparada, pues cada noche alguno del grupo ofrecía al resto una cena española.
JUEVES
19 de SEPTIEMBRE
El jueves lo dedicamos a viajar a
Potsdam con nuestros billetes de transporte y turismo. Al llegar a la estación
nos quedamos mirando para todas partes sin saber a dónde ir y en seguida llegó
una joven española que al ver nuestro despiste nos indicó el tranvía que
llevaba al centro. Hay muchos españoles y latinoamericanos en Berlín. Algunos
están con la beca Erasmus pero muchos otros se han buscado allí la vida y
trabajan en la ciudad ante la falta de oportunidades existente en sus países de
origen. El centro está nada más pasar el río, pero nosotros no nos dimos cuenta
y seguimos en el tranvía. Tuvimos que volver.
Lo primero que llama la atención de
Potsdam es el poco cuidado que tuvieron las autoridades (de la extinta RDA) con
el patrimonio histórico. Junto a la gran iglesia Nikolaikirche se construyó un
centro que parece haber sido educativo aunque hoy está sin uso que casi se
adosaba a esta. Tras una visita rápida a la iglesia (reconstruida) y a la plaza
del mercado, pasamos por la plaza de la Reunificación, (reunificación que, por
cierto, se celebra pasado mañana día 3 de octubre), para llegar al barrio
holandés, con sus características casas al estilo de los Países Bajos. Llegando
a la iglesia de San Pedro y San Pablo se coge el eje de la calle Brandenburger
Straße que termina en la torre del mismo nombre, también centrada en el eje de
la misma. Toda la calle, peatonal, está rehabilitada y tiene mucha animación
comercial y turística. Atravesándola se puso a llover, de modo que nos metimos
en un Kebab turco a comer algo mientras amainaba. La calle Schopenhauer está
llena de palacios y lleva enseguida a los jardines palaciegos. Dentro de los
jardines, en un cruce de caminos, hay una gran fuente rodeada de hermosas
estatuas, la Große Fontäne, y a la derecha está la escalinata que asciende el
Belvedere cuya cima está ocupada por el famoso palacio barroco de Sanssouci. Los
jardines están tapados por unas carpinterías acristaladas que los protegen del
frío, lo que les permite cultivar higueras, vides y otras plantas mediterráneas
o de climas cálidos. El palacio, en cuyo diseño influyó el propio Kaiser Federico
II El Grande, está incluido en el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y es
un magnífico ejemplo de estas construcciones en Alemania. Además del palacio
existe un pabellón construido con una estructura de malla metálica que alberga
la reproducción de la escutura “Betenden Knaben“ (el niño que reza), y un patio
posterior que tiene dos columnatas que forman un semicírculo que encierra la
cour d’honneur, el patio donde se recibía a los invitados en sus coches de
caballos. Los jardines tienen un recorrido de varios kilómetros que incluye una
casa china, un capricho romántico con esculturas doradas de figuras orientales
y diseño falsamente chino, unos baños romanos, igualmente falsos aunque muy
hermosos que incluyen un pequeño templo clásico, y sobre todo el palacio
Charlottenhof, una auténtica maravilla del arquitecto berlinés Karl Schinkel, un
palacete neoclásico de comedido diseño y de una gran belleza y bajo cuyos
soportales nos tuvimos que resguardar de la lluvia que volvió a aparecer. Al
palacio nuevo (Neues Palais) no llegamos por falta de fuerzas para seguir
andando.
Al regresar a Berlín nos acercamos al
Berliner Dom, la catedral protestante, que recorrimos por dentro, aunque lo que
más me llamó la atención fueron sus magníficas fachadas llenas de estatuas,
cúpulas doradas y columnas neoclásicas. Al salir pude fotografiarla a pleno
sol, cosa que, hasta entonces, no había podido hacer.
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